Los sindicatos de la Universidad, el STEUS y el STAUS, tienen como límite los días 29 y 30, es decir, el martes y miércoles que vienen, para estallar sus huelgas por la revisión salarial o aceptar el ofrecimiento de las autoridades de la Casa de Estudios.
La paralización de labores es lo peor que puede pasarle a nuestra Universidad, a cualquier universidad. Sin clases se vuelven más tontos los tontos y menos inteligentes los inteligentes. Es una verdad tan clara y evidente, que uno no se explica cómo empleados y maestros han persistido en hacer huelgas a lo largo de casi cincuenta años.
La primera huelga formal la declaró el STEUS con el objetivo central de obtener el reconocimiento de su sindicato. Estalló en marzo de 1976 y duró nada menos que 92 días, tres meses enteros para haraganear, pixtear, fumar y ensayar los vicios de moda. El año próximo el hábito de las huelgas cumplirá cincuenta años. Supongo que ya están pensando los líderes cómo lo celebrarán
Al menos una docena de quienes se enhuelgaron cuando estudiantes, han publicado libros sobre sus experiencias (algunos financiados por la Universidad) en tono de orgullo, como si holgazanear hubiera sido lo mejor que han hecho en la vida. Se les pediría a estos “intelectuales” apoyo para diseñar e inaugurar, como punto principal del cincuentenario, la creación del doctorado en huelgas. La historia de las huelgas universitarias sería la primera materia de la carrera, desde la citada de 1976 hasta lo que suceda con los emplazamientos actuales la próxima semana.
Falta un mes y medio para el relevo de rectora. Sería un éxito memorable para los dirigentes de los sindicatos estallar las huelgas y prolongarlas hasta echar a perder el cambio rectoral.
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