A golpes de droga, anabólicos y licencias sin control, la lucha libre en México se aleja de las leyendas de carne y hueso, y sucumbe ante el fisicoculturismo y la televisión que casi todo lo deforma. Los luchadores deportistas son asunto del pasado. Los de ahora se llaman gladiadores y poco saben del arte que se despliega arriba de los encordados. Víctimas del éxito instantáneo, los ahora ídolos importados del pancracio se reflejan en émulos nacionales que apenas si saben quiénes fueron El Santo y Blue Demon.
A penas se asoma uno al submundo de la lucha libre y las historias de tragedia brotan sin control.
Los hay quienes purgan penas en las cárceles, acusados por delitos contra la salud o delincuencia organizada.
Los que padecen “ataques de ansiedad”, que ya han cobrado vidas.
Los que asumen su adicción a las drogas, a los anabólicos, principalmente, y al alcohol, que emerge ya como un elemento secundario.
La radiografía de este deporte en México incluye el caso de luchadores en el olvido, enfermos y en malas condiciones físicas, secuelas del fragor de las batallas.
Y, también, la corrupción, amparada en la falta de un reglamento que controle la “venta” de licencias para supuestos luchadores que no cumplen con los requisitos mínimos de la disciplina.
Un ingrediente más: los que antes soñaban con emular a las leyendas de la lucha libre –El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras– hoy tienen en sus mentes como prototipos a seguir a los personajes de la compañía estadunidense de luchas World Wrestling Entertainment (WWE).
Según El Hijo del Santo, ahora sus compañeros pretenden emular los cuerpos atléticos de los gladiadores gringos, esculpidos por la “magia” de los anabólicos.
Protagonista de la vieja generación de luchadores, El Cachorro Mendoza apuesta a que el día que en México se realice un antidoping a conciencia, “difícilmente algún luchador saldrá bien librado”.
Apenas en abril pasado el tabasqueño Andrés Alejandro Palomeque González, conocido como Abismo Negro, falleció ahogado en un río en el estado de Sinaloa tras sufrir “un ataque de ansiedad”.
De acuerdo con las versiones, Abismo Negro, uno de los luchadores emblemas de Televisa (integró el elenco del programa Vida TV) y la empresa Triple A, tomó un autobús en Mazatlán con destino al Distrito Federal.
Alrededor de la 1:30 horas solicitó al conductor detener el vehículo, y en plena oscuridad se internó en un paraje a la altura del kilómetro 190. El luchador, de 38 años, apareció ahogado en el puente El Rosario, Sinaloa.
El lunes 15, los luchadores profesionales de la Triple A, Gilberto Cosme Ramírez (El Mesías) y Roberto José Islas (Billy Boy), así como el réferi Fernando Landa Batista (El Hijo del Tirantes) fueron detenidos por agentes de la Policía Municipal de Chihuahua por una denuncia de un conductor. Los cargos: consumo de cocaína.
El presunto afectado, Fernando Córdova, denunció que condujo a los luchadores al hotel Centenario y que durante el trayecto éstos inhalaron cocaína, hasta emprenderla a golpes contra él, tras reclamarles por sus actos.
Las viejas historias
Con una trayectoria de 34 años en los cuadriláteros, El Cachorro Mendoza deja ver parte del entramado. Reconoce que la explotación al luchador persiste desde los grandes exponentes de antaño y que los luchadores sólo contribuyen al enriquecimiento de los promotores.
“Los empresarios nos dicen: ‘Te vamos a hacer famoso con tu imagen en todas las partes’, y más que nada uno con el hambre de que lo conozcan y el afán de sobresalir va dejando todo por nada, aunque los promotores digan: ‘Es que no cuidaste tu dinero’. No, es que no nos pagaron lo que de veras debemos ganar. Conozco a muchos luchadores que dan lástima. Es el caso de uno que no cuidó su dinero.”
El Cachorro sostiene: “Al igual que el boxeador, el luchador nunca está preparado para recibir todo. Cuando lo tiene, no sabe ni qué hacer porque se vuelve loco. Dice: ‘Ahora sí me saqué la lotería’, y reparte para allá y para acá, pero nunca le dicen cómo administrar su dinero”.
Mendoza relata: “Ahora sí que nos tienen en la exprimidora. Mientras estamos dándole jugo y jugo nos mueven para un lado y para otro, y cuando ya no servimos nos tiran a la basura como un gabazo, como si fuéramos un kleenex.”
El Hijo del Santo, heredero de una de las grandes leyendas de la lucha libre mexicana, coincide con El Cachorro: “Estoy de acuerdo. Antes la Arena México era un monopolio y en los años sesenta mi papá reclamó: ‘Siempre les lleno la Arena México y me pagan muy poquito’. Le respondieron: ‘Ahí está la puerta si te quieres ir’. Por dignidad, mi padre se fue, y detrás de él se marcharon Mil Máscaras, Blue Demon, Huracán Ramírez. Todos los grandes, y después se formó el grupo de los independientes”.
“Mi padre fue muy inteligente: sabía que sus historietas y sus películas llegaban a Centro y Sudamérica. ¿Qué hizo?: abrir camino, porque aquí le cerraron las puertas. Se fue a luchar a Panamá, a El Salvador, a Nicaragua, y le fue muy bien. Siguió haciendo películas y le hicieron los mandados, por decirlo así. Y después lo necesitaron otra vez, porque El Santo era un imán de taquilla. Luego, les dijo: ‘Sí, ya saben cuáles son mis condiciones’.
“Y esa historia se vuelve a presentar en estos tiempos con El Hijo del Santo. Tengo ya cuatro años (con el conflicto). Según ellos (la empresa de la familia Luteroth) me vetaron. No sé de qué. Da risa.”
–¿Cómo pretendían explotarlo?
–No me pagaban algo justo por trabajar, y a ellos no les conviene que alguien les levante la voz. Eso es algo natural en México. Me vetaron, empezaron a bloquear mi trabajo, porque me fui como luchador libre y trataron de perjudicarme de muchas maneras, pero no pudieron.
–¿Pocos como usted lo hacen?
–Pues solamente los que tenemos pantalones, y me da mucho gusto porque atrás de mí se salieron de la Arena México el Doctor Wagner y El Hijo del Perro Aguayo, y muchos otros que se han ido por lo mismo, porque no puedes entregar tu vida en un ring a cambio de fama. Tu familia tiene que comer. Es tu patrimonio y lo tienes que cuidar.
El caso del “Místico”
El Hijo del Santo ofrece este testimonio sobre el sometimiento del que son objetos los profesionales:
“A mí me utilizaron. No importa, eso se vale porque siempre hay que sacar gente nueva para que la lucha libre siga existiendo. Me utilizaron para hacer a Místico, copiándome mis colores, que es el plateado, y lo apoyé con gusto porque es un buen elemento; tiene carisma. Lo triste fue que cuando les funcionó Místico a mí me desecharon”.
Y el luchador dice que ahora “están acabando con Místico, lo están explotando. Ese muchacho está lastimado de las rodillas. No puedes tener un luchador en tu empresa lastimado y que te diga: ‘No puedo pararme en el ring’, y que le respondan: pues ‘te friegas, tienes que luchar porque estás programado’. Ese señor tiene cinco años de carrera, y no creo que dure mucho, porque físicamente está muy desgastado”.
Abunda: “A ese señor no lo cuidan. Lo han querido hacer como El Santo, pero está cañón. No lo cuidan, tampoco lo administran. Sale hasta en las bolsitas de churritos. Es lo que dice El Cachorro: ‘Mientras le dure la naranjita con jugo’… ¿Y al rato, qué le van a hacer? Cuando ya no funcione lo van a desechar. Claro, ya lo hicieron famoso, ya lograron el objetivo. Pero tienes otro problema: no eres dueño de tu nombre; es de la Arena México, así que preparan a otro joven, al que le ponen el nombre de Místico y desechan al viejo. Y Místico seguirá como personaje.
–¿Cómo está el asunto monetario?
–Si te tienen trabajando diario y te pagan bien, dirás: Vale la pena, pero ve una transmisión de televisión y los patrocinadores que tienen. Sólo que ese dinero no llega al luchador. De hecho, antes nos pagaban derechos por televisión. A veces ganabas más por la televisión que por luchar, y ahora nada. El lema de ellos es: ‘Te voy a hacer famoso, pues ¿qué más quieres? Vas a salir en la tele’. Y muchos jóvenes con tal de tener la oportunidad se dejan explotar.
–¿La televisión se presta al juego?
–Si tengo un producto y se lo doy a la televisión y no le pago a mis trabajadores, la televisora es la menos culpable. El problema son los de la Arena México, los dueños que están haciendo mal uso del dinero. Es la familia Luteroth. La Arena México es una mina de oro.
Prosigue: “En general los luchadores son gente dedicada al gimnasio. A lo mejor lo más que se pueden hacer es inyectarse algún anabólico para subir de peso, o la hormona de crecimiento. Y no me parece que sea correcto lo que estamos adquiriendo en la lucha libre mexicana de copiarle a los gringos para tener los cuerpos de sus luchadores”.
–¿Ya es una práctica común entre los luchadores mexicanos?
–No, porque no todos lo hacen, pero sí empieza a ser algo que me preocupa porque hay muchos casos cercanos a nosotros de gente que estuvo en México, que a consecuencia de tantos esteroides y no sé qué se ponen, afectan sus vidas. Por ejemplo, Eddy Guerrero falleció muy joven, así como el que mató a la esposa y al hijo: Chris Benoit.
“Tengo entendido que ese tipo de sustancias alteran el sistema nervioso, te dañan los riñones y puedes quedar estéril. Sé que ese tipo de sustancias afectan el carácter, entonces llegan crisis de angustia. No sé si algo similar le pasó a Abismo Negro. Claro, hay que tener cuerpos atléticos, pero el costo es muy alto. Mis compañeros deben cuidarse y no imitar ese tipo de consumo o inyecciones. Los luchadores gringos tienen un cuerpazo envidiable, pero las estadísticas refieren que mueren muy jóvenes.”
–¿Quién regula al luchador en México?, ¿libremente pueden aplicarse ese tipo de anabólicos?
–El problema de nuestro país es que las comisiones de lucha son autónomas. Entonces, la Comisión del Distrito Federal exige un examen anual para renovarte la licencia, y cuando el doctor Horacio Ramírez Mercado, que es el jefe de los servicios médicos de box y lucha, pide todo un estudio de sangre, un electrocardiograma, cualquier sustancia en la química sanguínea debe aparecer, y el doctor es muy serio y dudo mucho que él permita. Si ve algo extraño seguramente lo comenta con El Fantasma, el presidente de la comisión.
“Pero puedes irte a Monterrey a hacer tu examen, a resellar tu licencia, o tener licencia de Monterrey, y mientras tenga resello la comisión del DF no te puede negar que luches. Lamentablemente dan mucho que desear las comisiones de la República. Es más fácil que te diga cuáles son las comisiones buenas que las corruptas: la de Tijuana es muy exigente, lo mismo que la de Morelos. Quizás la de Chihuahua.
–¿Cuáles son las comisiones no serias?
–La de Reynosa, la de Matamoros, la de León. Hay muchas comisiones que regalan una licencia a un luchador que ni siquiera sabe pararse en un ring. No les hacen ni exámenes, y eso desvirtúa la lucha. Antes, para ser luchador había que aprender a luchar. Entonces si te pones anabólicos y si llevas una vida desordenada, compras tu licencia y no tienes problemas.
–¿La lucha libre se presta incluso para delinquir?
–Lo malo es que se ensucia la imagen de la lucha: si eres un delincuente, si eres un drogadicto y mides 1.80 y tienes un cuerpo como de tráiler y vas a una comisión de lucha libre en equis lugar de la República Mexicana, medio te enseñan a dar tres maromas, compras tu licencia y empiezas a luchar. No eres un luchador, eres un disfraz de un luchador que atrás tiene un delincuente como individuo. Si en la cárcel hay luchadores, pues no han de ser. Es gente mafiosa, delincuentes. Como es tan fácil ser luchador, ahora cualquiera lo es, por la falta de control.
Ya tocó fondo
El Cachorro Mendoza señala: “la lucha libre se ha prestado hasta para meterse en cosas muy graves, como el narcotráfico, asaltos y secuestros. Hay muchos luchadores en reclusorios por esas causas. La cosa es que ya se prestan al servicio del narcotráfico, de: ‘Mira, llévame este paquetito’”.
–¿Ese es el mundo actual y pasado de la lucha libre? –se le pregunta.
–Las dos cosas. En la pasada me tocó vivir más con las verdaderas estrellas, era más pacífica, más deportiva. Sí había alcohol, pero no tenían los extremos de ahora. Conocí a El Solitario, Lagarde, Ángel Blanco, Doctor Wagner, Gran Markus, Blue Demon, El Santo, Mil Máscaras y al Rayo de Jalisco, que se aventaban sus alcoholes. Pero no pasaba de ahí. Ahora es un desbordamiento. El luchador de antes era de cuerpo natural, y ahora son fisiculturistas por tanta porquería que se meten. Y al rato les anda fallando hasta el pizarrín. De repente me dicen, ‘Ya nomás no’.
–¿La lucha libre mexicana tocó fondo?
–La verdad sí. Es una situación de riesgo muy alarmante. Ahora es cuando debe entrar el SOS para que salven a la lucha, porque de otra forma van a seguirla hundiendo, y no se vale. Decía el patrón Salvador Luteroth: ‘No quiero santos, somos seres humanos y a todos nos gusta el alcohol’. Pero el alcohol ya pasó de moda, porque lo que reina ahora es la droga. Ahora, los luchadores trabajan su cuerpo, ya no como tales, sino como pesistas. ¿Y cómo tienen que sostener sus cuerpos?: por medio del esteroide para caballos. A la vuelta nos vemos cuando ya se les caigan sus pelitos, su próstata, su riñón y su hígado les falle.
–¿No hay nadie que salve la lucha libre de ese problema?
–Ya no hay. ¿Sabe cuál sería el factor importante?: que les hagan el doping, pero bien aplicado. ¿Cuántos van a tronar? Creo que todos. Por eso no hay exámenes antidoping porque sería el acabóse de la lucha libre, porque van a sacar todo a la luz pública.
–¿Qué pasó con el Abismo Negro? –se le pregunta a El Cachorro.
–Saben bien que fue por droga, como todos los luchadores. El deceso de los gabachos así ha sido, y los sacan a la luz pública. ¿Por qué están escondidos aquí? El caso de Eddy Guerrero también fue muy sonado, por la misma causa: una sobredosis.
José Alvarado, quien personifica al Súper Porky, señala:
“En la lucha libre tenemos desde drogadictos, albañiles, doctores, ingenieros y licenciados. He estado con gente adicta, y meto las manos al fuego por El Mesías, Billy Boy y El Hijo del Tirantes, porque también fui un adicto y no creo que hayan hecho eso, si apenas tienen para ellos. Ahora, imagínese si compro cocaína o algún vino. No la voy a estar regalando a nadie, si apenas tengo para eso”.
Dice: “El alimento de los luchadores se llama vitamina T –tortas, tacos, tamales, tlacoyos–, sin anabólicos. La lucha libre ha evolucionado tanto que no quiere ver monstruos bien fuertotes, porque los ven por un ratito y al rato ya no. Lo que la gente quiere es lo que inventamos los aztecas. Que no le metan al cuerpo porquerías, que no sean güeyes. La lucha libre quiere al luchador por inteligente, no por pendejo”.