"El PRI Sonora perdió las elecciones la tarde del 5 de junio, cuando se incendió la guardería ABC".
Esta es la justificación que invocan los priistas para justificar su derrota electoral del domingo. La frase tiene algo de verdad, sí, pero no es suficiente ni definitiva.
El PRI perdió las elecciones del 2009 por varias razones políticamente más significativas que la tragedia del 5 de junio. La primera de ellas fue la acumulación de resentimientos que provocó un estilo de gobernar por la fuerza más que por la razón o el convencimiento.
A través de la fuerza física -el uso de la policía estatal para acechar y reprimir a opositores- y de la fuerza económica -derroche de recursos para atraer apoyos-, el priismo impuso sus criterios a las facciones políticas y al resto de la población.
Fuerza y prepotencia son dos sellos distintivos del priismo que han estado presentes en estos dos años.
Y junto a esto, la corrupción exhibida con el reparto de obras, concesiones y privilegios para la élite del poder -a la cual pertenecen los socios de la guarderia-, reforzaron la peor imagen del priismo.
Ha habido en estos años una serie de agravantes que no deben ignorarse a la hora de analizar la derrota del PRI, dicho esto sin menospreciar los aciertos de los ganadores.
Agréguele a este coctel el alejamiento del PRI Sonora con respecto al PRI nacional, un alejamiento que se tradujo en un apoyo de palabra enviado desde el D. F., pero sólo de palabra. En la práctica, los de allá dejaron solos a los de aquí, aunque digan lo contrario.
Por eso, reducir la estrepitosa caída del PRI en Sonora a las consecuencias de una tragedia es eludir, esconder o sacarle la vuelta a la verdad, una verdad construida con varios factores. Aunque nadie los recuerde ahora, muchos los padecieron antes, y esos muchos son los que salieron a votar el domingo.