Adiós al Plhino
Julio Ernesto Félix
Sábado 01 de Agosto de 2009

<i>Por Julio Ernesto Félix</i>

Una de las ofertas que hizo el priísmo sonorense antes y durante las campañas electorales de este año fue la realización del Plan Hidráulico del Noroeste, el tan llevado y traído Plhino.

Del archivo muerto los estrategas priístas sacaron este tema para atraer sin duda a la gente del campo, en primera instancia, y a toda la población que es consciente de la importancia que reviste un impulso más a la economía agrícola del Sur de Sonora.

La idea, promovida a principios de los setenta por el gobierno de Luis Echeverría, parecía desechada por los enormes retos financieros, técnicos y sociales que implica, sin embargo la propaganda actual del priísmo sonorense hizo creer que el Plhino era un proyecto realizable en corto plazo y sólo era cuestión de voluntad política y, por supuesto, de apoyar al candidato Elías Serrano, para que empezara a excavarse el canal que traería el agua desde Nayarit hasta el sur sonorense. Así de fácil.

Quienes apoyaban la idea de recuperar el Plhino eran en buena parte agricultores y técnicos convencidos de las bondades del proyecto y de su posible ejecución. Pero también había activistas políticos de toda clase que hicieron de la iniciativa una bandera partidista y que reclamaban la paternidad y maternidad del proyecto. El revuelo armado obligó incluso al candidato panista Guillermo Padrés a declarar su simpatía por el Plhino.

Pero ahora se podrá decir que la simpatía de Padrés era superficial, de esas que se manifiestan por las buenas propuestas aunque éstas sean irrealizables.

Hoy parece que el Plhino deberá ser guardado de nuevo en el archivo muerto de los gobiernos estatal y federal, no sólo por la próxima llegada en Sonora de una administración panista que tiene sus propios planes y no mostrará mucho interés en aquéllos que fueron bandera de campaña priísta.

Sin embargo éste no será el motivo principal. Hay razones técnicas de peso que si no impiden de manera definitiva, cuando menos son decisivas para cancelar por ahora la discusión sobre el Plhino.

Algunas de estas razones las dio el propio delegado estatal de la Comisión Nacional del Agua, Florencio Díaz Armenta, quien por razones obvias es la autoridad con mayor peso en el Estado cuando se trata de opinar sobre estos asuntos.

Díaz Armenta advirtió obstáculos que ya se veían desde hace más de treinta años, pero que en estos últimos meses se ignoraban o simplemente se relegaban.

El primer obstáculo de peso contra el Plhino es el fuerte impacto ambiental que tendría la desviación del agua de Nayarit hacia el norte. Este impacto se tendría básicamente en la zona costera de ese Estado donde los manglares y en general la flora y la fauna se benefician con las aguas que fluyen desde la sierra a través de los ríos y mantos subterráneos.

Quitarles esa agua para enviarla a los agricultores del norte no parece ser una idea muy atractiva para las empresas y en general para las miles de familias que se sostienen con la riqueza natural del ecosistema en Nayarit.

Las dificultades técnicas también pesan y no sólo por la enorme distancia que implica construir un canal de más de mil kilómetros, sino también por la pérdida de agua que se tendría debido a la filtración natural, a menos que se piense en revestir de cemento o entubar esos mil kilómetros, lo cual eleva enormemente los costos del proyecto.

Un segundo obstáculo es precisamente la crisis económica que vive el país y que impide siquiera pensar en proyectos de miles de millones de dólares cuyos beneficios todavía son dudosos. ¿De dónde, a no ser por el endeudamiento, sacaría el gobierno federal para iniciar el Plhino en los próximos años?

Pero todavía hay dos razones en contra de mayor peso. La primera de ellas es el potencial conflicto entre regiones que ocasionaría el reparto del agua transportada en el Plhino. Es fácil prever qué pasaría en el caso de que se reduzcan las precipitaciones en Nayarit y Sinaloa, como puede suceder en el marco del cambio climático global, o simplemente que no haya tanta agua disponible como ahora. Esta situación empujaría a un pleito entre regiones, o para ser más precisos, entre los agricultores de Sinaloa que ordeñarían al Plhino, los de Sonora que no tendrían lo esperado y los de Nayarit que verían a otros disputar el agua que en primera instancia les pertenece a los nayaritas. Quien apueste a que esto no sucedería es porque no conoce la historia de las disputas por el agua, así de sencillo.

Finalmente, y lo que considero yo es la razón de mayor peso, el Plhino es un proyecto concebido para beneficiar en primera instancia a los grandes capitales de la agriculura que tienen inversiones en el norte de Sinaloa y sur de Sonora. Quien diga que el proyecto es para crear empleos y regar aguas ejidales, es sin duda un ingenuo o un líder de cualquier alianza campesina oficialista.

El problema más fuerte del campo en el sur de Sonora no es ni siquiera la falta de agua sino la acelerada concentración de la tierra y por ende de la riqueza en unas cuantas manos. A esta situación han contribuido sin duda la burocracia agraria, los administradores de Procampos y otras lindezas, los líderes campesinos y el poder del dinero que tienen los grandes capitales agrícolas.

La cuantiosa inversión que requiere el Plhino, inversión que se haría con dinero público o con deudas al estilo PSP, beneficiaría básicamente a los grandes capitales que manejan el campo aquí, en México y en el mundo. En lo último de la cola de beneficiados, y después de líderes, funcionarios y empresas constructoras, quedarían las familias campesinas.

Al medio rural del sur de Sonora le urge más una política pública que beneficie a las miles de familias que hoy sobreviven en condiciones de extrema pobreza, con escasos y muy mal pagados empleos y con sus jóvenes acechados por las tentaciones del narcotráfico.

A Guillermo Padrés le espera una enorme tarea en este aspecto y no podrá resolverla con remedios milagrosos. Como el Plhino.

 
 

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