Hace diez años empezó a florecer la acuacultura del sector social en el Sur de Sonora.
El desarrollo de esta actividad a la que llegaron campesinos que habían vivido en la miseria, creó un espejismo de abundancia y bienestar que parecía eterno.
Como los ejidatarios que vivieron la bonanza agrícola en la década de los cincuenta y los sesenta, los acuacultores ejidales experimentaron una prosperidad efímera que en menos de diez años (de 1994 a 2004, aproximadamente) les permitió adquirir bienes de consumo, arreglar la casa y soñar en la permanencia de su milagro económico.
Pero las enfermedades y la inestabilidad del mercado internacional que impulsa los precios a la baja fueron mermando la capacidad de la acuacultura para generar riqueza, crear empleos y ofrecer opciones a la gente pobre del campo.
Enfermedades y precios bajos
Miguel Ángel Castro Cossío, organizador de ejidos acuícolas que tuvieron gran éxito, hace un recuento de las causas que originaron el derrumbe actual:
En 1995, dice, apareció el síndrome de Taura, “fue la primera amenaza pero pudimos superar sus efectos”.
En el 2000 apareció la mancha blanca, y no vino sola, con ella se presentaron problemas de mercado que impulsaban los precios a la baja.
Un año después, en 2001, el ciclón Juliette causó daños severos a la infraestructura y a los cultivos acuícolas en el sur de Sonora.
Durante los años de bonanza los ejidos que dirige Castro Cossío eran reconocidos por su solvencia financiera y sus pagos puntuales al Banco Rural (hoy Financiera Rural). Su ejemplo era imitado por otras agrupaciones del sector social del campo.
Pero después del Juliette y con la persistencia de enfermedades y precios inestables, la situación fue cambiando y empezaron los problemas para cumplir con el pago de créditos.
En el 2005, comenta Castro Cossío, se agudizaron los daños causados por enfermedades virales y la producción bajó 15 mil toneladas menos del promedio que se tenía en años anteriores.
El kilo de camarón cultivado, que llegó a costar 120 pesos, hoy cuesta 36 pesos 40 centavos.
“Estamos en una aguda crisis de producción, la más grave, y afecta no sólo al sector social. También la acuacultura privada vive momentos difíciles”, asegura.
Autocrítica
Algunos productores sociales empiezan a movilizarse para que Financiera Rural no les embargue sus tierras e infraestructura por no cumplir con el pago de los créditos.
“Son compañeros que cometieron el error de no organizarse como ejidos sino como sociedades de producción rural; a los ejidos no se les puede embargar porque la ley establece que son inalienables”.
Asfixiados por las deudas, los campesinos acuícolas no perciben ninguna disposición gubernamental para apoyarlos.
“Las políticas impulsadas por el PRI y el PAN propiciaron el envío de recursos al sector privado de la acuacultura; en Sonora fortalecieron a los productores privados, le dieron más a los ricos y menos a los pobres”, afirma Castro Cossío.
El dirigente no excluye la autocrítica y señala los errores cometidos:
“Nos faltó una postura empresarial más enérgica en la época de abundancia; pero tampoco puedes culpar a gente que nunca había tenido nada y de repente se vio con dinero para comprar aparatos domésticos o arreglar su casita; quisieron superar de un plumazo la situación de miseria en la que habían vivido siempre”.
Gobiernos insensibles
Las circunstancias actuales obligan a los campesinos acuícolas a rentar sus granjas o asociarse bajo las peores condiciones con inversionistas privados, expresa Castro Cossío.
Otros optaron por no sembrar este año.
“Aprovecharemos para fortalecer la infraestructura que durante diez años hemos construido”, menciona.
Un total de 3 mil 500 empleos directos y 8 mil indirectos están en riesgo.
Entre ellos figuran un mil operarios que no tendrán sueldos ni prestaciones, además un centenar de técnicos, administradores y asesores.
Pese a la gravedad de la situación, afirma Castro Cossío, el gobierno federal y el estatal se siguen mostrando insensibles, “nos oyen pero no nos escuchan”.
Refiere la petición de que se declare insolvencia financiera de los acuacultores y se libere el adeudo, petición que no ha tenido respuesta.
Detrás de esto ve la intención de desaparecer al sector social para cumplir con las expectativas de los grandes consorcios financieros que se interesan por la riqueza acuícola de Sonora.
“Ése es el verdadero objetivo”, concluye, “muchos inversionistas andan como buitres rondando las granjas, en espera de que la acuacultura social se muera definitivamente”.
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