El día que Borlaug llegó al Valle
Danilo Hurtado Campoy
Domingo 13 de Septiembre de 2009

Era una noche lluviosa del mes de junio de 1944, cuando oímos que frente a la casa del Rancho se detuvo un automóvil.

El Valle del Yaqui era en aquel entonces todavía un gigante dormido y ni la pavimentación ni la energía eléctrica habían llegado hasta allá.

José María Campoy se levantó de la mesa donde estábamos cenando para ver quién había llegado.

El que esto escribe en aquel entonces, un jovenzuelo que había ido de vacaciones al Campo No. 60, se fue tras su tío.

Un pequeño camión desconocido estaba estacionado frente a la puerta principal y de él descendieron dos hombres, uno de ellos mexicano y el otro con evidentes trazos de extranjero.

El tío les abrió la puerta y los invitó a pasar. Llovía a cántaros y las facciones de los recién llegados se distinguían sólo por instantes con la ayuda de los rayos y los relámpagos.

Los visitantes, al tiempo que se detenían junto a la entrada para no mojar el interior de la estancia, explicaron su llegada; iban rumbo al Campo Experimental, pero estaban extraviados, además el chubasco había puesto los caminos intransitables y trabajosamente habían podido llegar hasta el rancho guiados por la intermitente luz de alguna lámpara de petróleo que se veía a la distancia.

Se les invitó a pasar y a participar en la cena. En el amplio corredor estaba toda la familia reunida, mi tía y un agricultor, Manuel Díaz Brown.

Los recién llegados se sentaron en la mesa y el que hablaba español le explicó todo del norteamericano. Era técnico agrícola y acababa de llegar a Sonora procedente de su nativa Iowa, para emprender un programa de mejoramiento de cultivos.

El Campo Experimental donde trabajarían quedaba a poca distancia del rancho donde estábamos, pero al no estar seguros de la ruta habían llegado para pedir orientación.

La cena transcurrió en medio de singular animación; mi tío, uno de los primeros pioneros del Valle del Yaqui, interrogaba con vivo interés al norteamericano.

Había echado mano de su rudimentario inglés y esto hizo que mi primo y yo le escucháramos con gran admiración, pero sin comprender aquella plática increíble en un idioma que ni siquiera sabíamos que existiera.

Una hora más tarde los chiquillos fuimos enviados a la cama. Sólo quedarían en la mesa, mi tío, mi tía, Manuel Díaz Brown y los casuales visitantes. La plática se siguió seguramente en torno a la tarea que el visitante extranjero se proponía desarrollar.

Me desperté quizá en la madrugada por el estruendo del potente tractor que acababa de ser puesto en marcha. Luego oí que el camión de los extranjeros era encendido y enseguida vi que ambos vehículos se retiraban del rancho.

Al día siguiente mi tío me explicó había enviado su tractorista a que abriera camino a los visitantes hasta el Campo Experimental, a  tres blocks de distancia para asegurar que llegaran con bien.

En los días subsecuentes mi tío estuvo haciendo frecuentes viajes hasta el cercano Campo

Experimental. Cuando el camino estaba lodoso hacía la jornada a caballo.

Regresaba siempre al anochecer y cada vez lo veía más entusiasmado con lo que aquel extranjero recién llegado estaba haciendo. Hablaba de raros experimentos con las plantas para hacer que éstas crecieran más sanas y que produjeran más.

El nombre de aquel mago de la agricultura lo escuché muchas veces en las pláticas de los mayores en el rancho, pero nunca me fijé en él. Se terminaron  las vacaciones y regresé a mi pueblo.

Del extranjero que tanta impresión había causado a mi tío, nunca más me volví a acordar.

Ayer la prensa de esta capital amaneció con una noticia que me hizo laborar esta historia.

El Premio de la Paz 1970 radica en México y se siente oriundo de Sonora, rezaba la información, narrando cómo un nativo de Iowa había sido escogido para el incomparable galardón: NORMAN ERNEST BORLAUG, Dr. en Ciencias Agrícolas, es el primer científico en esta especialidad que es seleccionado para recibir tan honrosa distinción.

Radica en México desde 1944 y ha dedicado su vida entera a combatir el hambre de la humanidad.

Hoy sus esfuerzos han sido premiados principalmente por su descubrimiento y desarrollo del “trigo triticale”, la maravilla que permitirá tener pan suficiente para el mundo en los años venideros.

Norman Ernest Borlough una de las figuras más admiradas en el mundo por la humanidad entera, principalmente por los agricultores del Valle del Yaqui.

Publicado el 22 de octubre de 1970 en Tribuna

PIE DE FOTO
Borlaug explica el proyecto del Ciano a Rodolfo Elías Calles (junto a él), presidente municipal de Cajeme. Ambos flanqueados por Crisógono Elizondo y José María Campoy.

 
 

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