Carta de AMLO a empresarios
Andrés Manuel López Obrador
Sábado 26 de Septiembre de 2009

Andrés Manuel López Obrador


En forma respetuosa, me dirijo a ustedes para compartirles la visión que tenemos sobre el origen de los males que aquejan a la nación y expresarles los propósitos reales y sinceros de nuestro movimiento.

La decadencia que padecemos, según nuestro punto de vista, ha sido ocasionada por un grupo minoritario de políticos corruptos y de traficantes de influencias disfrazados de empresarios que se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas para imponer una política de pillaje contraria al interés nacional. Esta mafia ha confiscado todos los poderes y actúa, en los hechos, como un supremo poder oligárquico, que manda por encima de los ordenamientos constitucionales y domina porque posee o controla a la mayoría de los medios de comunicación, a los cuales utiliza para engañar y manipular a la sociedad. De esta forma, en los últimos 20 años, unos cuantos lograron una acumulación de riquezas sin paralelo en ninguna otra parte del mundo; pero, en contraste, México se ha convertido, en ese mismo lapso, en uno de los países con mayor desigualdad económica y social en el planeta.

Puede ser que no compartan nuestra percepción, pero es innegable que ustedes mismos han sido víctimas de esta política facciosa. Por ejemplo, a ustedes los obligan a pagar precios altos en energéticos, bienes y servicios (electricidad, combustibles, telecomunicaciones, materias primas, créditos bancarios); los mantienen sometidos a un régimen fiscal oneroso y regresivo y, por si fuese poco, los ponen a competir con productos importados de países donde los gobiernos apoyan y protegen a sus sectores productivos. Por el contrario, el reducido grupo de empresarios y banqueros, nacionales y extranjeros, que forman parte de la élite dominante, goza de todos los privilegios: no pagan impuestos o se los devuelven; son favorecidos con privatizaciones, concesiones, compras y contratos gubernamentales; los rescatan con recursos públicos; les permiten especular en el mercado financiero e imponer prácticas monopólicas y a ellos sí los protege el gobierno de la competencia extranjera.

En la campaña de 2006, con la ayuda de los medios de comunicación, este pequeño grupo de potentados –Salinas, Fox, Roberto Hernández, Claudio X. González, Gastón Azcárraga y José Luis Barraza, entre otros– logró engañar a muchos de que yo amenazaba los intereses del sector empresarial, cuando lo que en realidad proponíamos era fortalecer al sector productivo y apoyar, de manera particular, a la pequeña y mediana empresa, la cual genera el 80 por ciento del empleo en el país.

Entre las políticas económicas que entonces propusimos, destacan: la reducción del gasto corriente destinado a la alta burocracia, con el propósito de liberar fondos para el desarrollo económico y social; la utilización del sector energético como palanca del desarrollo nacional, lo cual incluía la construcción de tres refinerías –que, dicho sea de paso, ya estarían terminadas– para dejar de importar combustibles y abaratar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la electricidad; rescatar al campo del abandono a fin de lograr la soberanía alimentaria y dejar de destinar 25 mil millones de dólares al año para importar los alimentos que consumimos; fomentar la competencia y combatir las prácticas monopólicas.

Asimismo, sin aumentar ni crear nuevos impuestos, proponíamos una reforma fiscal sencilla y progresiva, sustentada, básicamente, en la eliminación de los privilegios a los grandes contribuyentes que, con el régimen actual, evaden alrededor de 400 mil millones de pesos anuales.

No obstante, como es sabido, esta camarilla que orquestó el fraude electoral logró imponer a Calderón, con ello siguió la corrupción y ahora estamos pagando las consecuencias: hay mayor desempleo, más pobreza, y se desató la inseguridad y la violencia que impide a todos vivir sin miedos ni temores. Pero lo peor es que pretenden llevar sus excesos al extremo, aunque terminen de arruinar a México.

Ahora lo vemos de nueva cuenta: las medidas dadas a conocer para supuestamente enfrentar la crisis de las finanzas públicas no son más que otra vuelta de tuerca para seguir exprimiendo a la inmensa mayoría de los mexicanos. Es más: aumentar impuestos e incrementar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la energía eléctrica creará más inflación, profundizará la recesión y enviará a más empresas a la quiebra, lo que conllevará más despidos de trabajadores.

Ahora bien, qué proponemos nosotros: aplicar una política de austeridad republicana y suprimir los privilegios fiscales; es decir, si existe un faltante de 500 mil millones de pesos en las finanzas públicas, este déficit se puede cubrir ahorrando 200 mil millones del gasto corriente, sobre todo, reduciendo en 15 por ciento las partidas de servicios personales y de gastos de operación del gobierno; asimismo, es posible obtener otros 300 mil millones mediante el cobro a las grandes empresas de los impuestos marcados por la ley, una vez eliminados los regímenes especiales establecidos para beneficiarlas: la consolidación fiscal, la exención de impuestos por ventas de empresas en la Bolsa, tasas de impuestos sobre dividendos más bajas que en Estados Unidos, depreciación acelerada de activos, el abuso en la deducibilidad de donativos y el incumplimiento de pagos de créditos fiscales, entre otros renglones.

En suma, tenemos propuestas y vamos a seguir impulsándolas. Pero, al mismo tiempo, consideramos que las cosas no van a mejorar mientras el gobierno esté al servicio de unos pocos y no haya una auténtica democracia. Estamos convencidos que sólo con un verdadero cambio habrá nuevas reglas, será posible aplicar medidas como las que proponemos y alcanzar un crecimiento económico sano y sustentable, así como un desarrollo equitativo e incluyente. Estoy seguro que todos juntos, hombres y mujeres de buena voluntad, trabajadores y empresarios, podemos rescatar a México. Los invito a reflexionar con serenidad pero también a actuar con determinación y prontitud.

Carta publicada en el periódico Reforma

 
 

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