Sergio Sarmiento
Preocupan los nuevos y mayores impuestos que está promoviendo el gobierno de la República, pero quizá el más dañino de todos es el de las telecomunicaciones. Parece un intento típico de matar a la gallina de los huevos de oro.
Las telecomunicaciones son uno de los pocos sectores de la economía que está creciendo en estos tiempos difíciles, pero el gobierno quiere matarlo a golpe de impuestos. El nuevo gravamen especial de 4 por ciento a las telecomunicaciones, sumado al 15 por ciento de IVA y al nuevo impuesto de 2 por ciento al consumo, sumaría más de 21 por ciento piramidado.
Parecería que el propósito es acabar con la telefonía, la telefonía celular, la televisión de paga y el internet.
Otros países han hecho esfuerzos por lograr una mayor difusión, a mejor precio, de las telecomunicaciones. Una de las razones del éxito económico de Corea del sur en las últimas décadas, el cual contrasta con el patético estancamiento de México, ha sido el apoyo, incluso con subsidios, al internet de alta velocidad.
Conversaba ayer con el doctor Sam Pitroda, presidente de la Comisión del Conocimiento de la India, quien participa en la Semana de la Ciencia y la Innovación del gobierno de la Ciudad de México. Me decía que, por supuesto, todos los países deben buscar las formas más adecuadas de cobrar impuestos, los cuales son indispensables para mantener los servicios gubernamentales; pero advertía que "los gobiernos deben hacer todo lo posible para que el internet sea accesible, lo más barato posible. El internet constituye la nueva autopista de la información".
Así como se ha justificado que los gobiernos construyan carreteras con fondos públicos, debido a que éstas generan desarrollo económico, hoy algunos países han empleado recursos gubernamentales para la construcción de las nuevas autopistas de la información. El internet, la telefonía y la televisión por satélite o cable son esas carreteras.
Quizá en un país como México sea difícil encontrar los fondos para que el gobierno las subsidie, pero tenemos la suerte de contar con empresas privadas que han estado dispuestas a invertir en ellas. Lo único que debemos pedir al gobierno ahora es que por lo menos no estorbe.
Los países de Asia han escogido con frecuencia sectores estratégicos de sus economías para impulsarlos y permitir así una mayor competitividad. El gobierno de México hace constantemente lo contrario: golpea a las actividades ganadoras y subsidia las perdedoras. Sólo así puede explicarse que, mientras impone nuevos impuestos a la telefonía celular y al internet, exenta a la telefonía fija rural.
Esto no sólo complica el sistema fiscal y promueve la corrupción sino que manifiesta una filosofía perversa de preservar la pobreza, la cual sólo se explica porque los políticos mexicanos viven de explotar a los pobres.
Subir los impuestos en una economía en recesión es el peor error que puede cometer un gobierno. Pero golpear al único sector de la economía que está creciendo y encarecer las nuevas autopistas del conocimiento es una estupidez que va más allá de la usual, incluso para los políticos mexicanos.
El presidente Calderón parece estar comprometido con un proyecto para hundir a la nación mexicana más que nunca en la pobreza. Sólo así puede explicarse este intento de matar el internet.