Negociar con el narco
Lorenzo Meyer
Sábado 24 de Octubre de 2009

Un investigador alemán, especialista en los factores económicos en la negociación de conflictos dentro de los Estados, Achim Wennmann, ha sugerido explorar la posibilidad de que el gobierno de México entre en negociación con los cárteles usando intermediarios formales y con objetivos muy claros: limitar las zonas de actividad de los cárteles -no operar en centros educativos, no extender sus actividades a otros ramos como el secuestro, trata de personas, etcétera- y limitar su violencia.

De lo que se trataría es de dar a los cárteles incentivos económicos para limitar sus actividades y espacios y permitir a la sociedad mexicana una vida más cercana a la civilidad.

En principio, negociar con el crimen organizado es una idea moralmente repugnante. Sin embargo, tiene un lado ético defendible: una guerra sin victoria posible es una prolongación indefinida de la masacre y la brutalidad.

La sociedad mexicana, en particular sus jóvenes con menor posibilidad de movilidad social, simplemente se está acostumbrando a ver la violencia extrema como algo normal y efectivo. El encallecimiento de la conciencia colectiva significa un costo cultural enorme, una hipoteca del futuro.

México no tiene por qué pagar una factura que debería quedar enteramente en manos de los consumidores, quienes finalmente son los que hacen posible que la sierra de Sinaloa se haya convertido no sólo en productora de marihuana y amapola sino de personajes totalmente deshumanizados y que están imponiendo estilos de vida, valores y formas de relación extremos entre el crimen organizado y el resto de la sociedad. Italia es un ejemplo de lo difícil que es desarraigar la cultura de la mafia.


Obstáculos

Negociar con organizaciones criminales no es una solución ideal pero la alternativa es peor. Ahora bien, los obstáculos para lograr un mundo menos malo entre los posibles, son muchos.

Por un lado, la "guerra contra el narco" le ha dado dividendos a Calderón y éste no tiene muchas fuentes alternativas de capital político. Por otro lado, Washington tendría objeciones, y si bien ese gobierno no ha sido capaz de disminuir la demanda de su sociedad, tiene recursos de sobra para presionar a México.

No deja de ser irónico que Washington sí pueda considerar negociar con el mal -por ejemplo, negociar con unos de sus enemigos talibanes para aislar a otros más intransigentes.

De todas formas, como sociedad tenemos derecho y obligación de plantear alternativas ante un estado de cosas que simple- mente se deteriora con el paso del tiempo.

México tiene cosas mejores y más urgentes que hacer con sus recursos económicos, con la vida de sus jóvenes, de sus soldados y sus policías, que estar peleando una guerra sin perspectivas y que, finalmente, sólo en parte es nuestra y en todo caso producto de nuestra vecindad con Estados Unidos.

Lorenzo Meyer

 
 

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