¿Creerá Manuel Barro que con reconocer “reacomodos en la plaza” cumple la labor para la que lo eligieron los cajemenses?
La violencia rebasa las previsiones y hay indicios de que faltan ideas sobre lo que institucionalmente tiene que hacerse para salir del atolladero y conseguirle tranquilidad a los cajemenses.
Es un desatino que el alcalde diga que los artefactos estallados –de los asesinatos a tiros que traen tinto en sangre a Obregón nada ha dicho– en diversos puntos de la ciudad, se deben a grupos violentos que “pelean la plaza”.
Por desgracia, tales argumentos exhiben al presidente municipal de Cajeme arrinconado y reconociéndose imposibilitado de hacerle frente a la violencia.
Borbollones de sangre tiñen de rojo el gobierno azuloso de Manuel Barro. ¿El mismo “manolo” se sentirá seguro en el territorio que gobierna… o ya le reforzaron el escudo?
Los ciudadanos de Cajeme ríen, saludan o reparten abrazos, pero por dentro cargan la incertidumbre y la congoja escondidas; si no es que precavidos voltean a todos lados con el miedo que se les asoma en el rostro.
A cien días de gestión el tinglado en derribo. No hay real política ni capacidad administrativa; los demonios andan sueltos, el ayuntamiento al garete y el alcalde regalando dulces, juguetes y apapachos.
A Barro lo traen aturdido a petardazos y granadazos y la cabeza nomás alcanza para menearle dislocadas amenazas a los conductores borrachines que circularán calles en Noche Buena…
Despiste absoluto, o para decirlo bonito: vivimos épocas en las que, desde el mero gobierno municipal, la puerilidad tiene permiso.
Barro no puede con la violencia y sólo atina a recomendarle a los ciudadanos que aguanten o se hagan disimulados con la ventolera. Eso equivale a la abdicación del Estado ante la violencia.
¿Creerá Manuel Barro que con la cuchufleta “pelean la plaza; la ciudad está tranquila” le basta a la gente de Cajeme para tener calma? Es mejor que el señor alcalde ahorre verborrea y guarde las argumentaciones pueriles.
Por favor, que alguno de los lambiscones que adulan a Barro se atreva y le pegue una cachetada para devolverlo al mundo real.
Además, doblemente penoso, que para capotear el temporal optara por el “bajo perfil”, en la espera perversa que sean el placer y la distracción de las fiestas pascuas los que diluyan daños.
Urgen las aclaraciones de cara a la sociedad, en las que se expliquen a detalle las acciones de gobierno que contiendan con el desborde de la violencia este diciembre. Hechos, daños, acciones y resultados.
Barro debe tener entre sus prioridades que los cajemenses queremos tranquilidad; queremos salir a las calles de Obregón y pasear sin miedo por la ciudad en Noche Buena, en Navidad, en Año Nuevo, en Los Santos Reyes y… siempre.
Hace días dijo Manuel Barro que aprovechará las reformas políticas propuestas por Calderón porque buscaría reelegirse. Aunque sigo dispuesto a concederle el beneficio del porvenir, de seguir así ¡Dios guarde a Cajeme!, me cambio de ciudad si acontece.
¿Es mucho pedir que Manuel Barro cumpla con el municipio de Cajeme y propugne por las funciones que son esenciales a cualquier Estado?
Esas funciones que son inherentes al quehacer gubernamental, que en el cuerpo social prohíjan seguridad y confianza, que a las autoridades enaltecen, y que a sus dadores otorgan talla de estadistas.
De lo que no hay duda, es que llegados los cien días de gestión, es la hora de la esperanza y tranquilidad de Cajeme, y al alcalde, hoy más que nunca, le toca hacer cuanto pueda para amarrar demonios.
Jesús Noriega