En la historia del rock and roll destacan grupos integrados por miembros de una misma familia. Jackson Five, los Osmond, la Familia Patridge; más acá, los Carreón.
La música juvenil en Cajeme también registra algunos casos similares, como el de los hermanos Jaime (Arnoldo, Jaime y Manolo) quienes empezaron jugando con las guitarras y la batería, nomás como un pasatiempo durante las reuniones familiares.
Sus padres reforzaban este pasatiempo y las condiciones no podían ser mejores pues la familia era propietaria de la “Casa Java”, el más popular de los negocios dedicados a la venta de instrumentos musicales y deportivos.
Además estaba el ejemplo del tío Nacho, autor de “La Sirenita”, el tema que hiciera popular Rigo Tovar.
Al juego se les unió Héctor Escobar y cuando menos pensaron ya estaban en un escenario público tocando las canciones de moda en los años sesenta.
Eran muy jóvenes; los más grandes, Héctor y Arnoldo, no pasaban de 17 y Manolo, el más chico, todavía era un niño. Pero armados de valor se presentaron en una de las ferias regionales que se celebraban en el estadio “Álvaro Obregón” a principios de los sesenta.
Lo hicieron bien y poco después ya estaban en tardeadas, kermess, reuniones y eventos sociales donde los conocían como el grupo “Los Gigantes”.
Eran los años maravillosos de una generación que crecía al amparo de las mejores tradiciones familiares y del progreso económico que impulsaba el crecimiento de la clase media y la consolidación de la clase alta, con todos los eslabones que hay entre una y otra.
Así vivieron una etapa maravillosa los jovencitos que formaban grupos de música moderna, acompañados por sus familias, sus compañeros de escuela y todos los jóvenes y chicas que alguna vez cantaron y bailaron al ritmo de “Los Gigantes”.
PIE DE FOTO
“Los Gigantes”. De izquierda a derecha: Manolo, Jaime y Arnoldo Jaime; éste con su peinado a la Beatle; el más alto es Héctor Escobar.