Mérida.- El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, abandona hoy México dejando el sabor de una promesa en que apenas los incautos pueden creer, pues tras varios años de ser pronunciada, nunca fue cumplida.
De sus conversaciones con Felipe Calderón, en la capital yucateca de Mérida, Bush sacó en claro la posición del anfitrión de dedicar esfuerzos a defender los derechos de sus compatriotas migrantes.
Ante ello, el visitante se comprometió a trabajar por una reforma en ese sentido, asunto que viene dando vueltas de administración en administración estadounidense y hasta ahora no está resuelto a favor de quienes desean llegar a "la tierra prometida".
Todo lo contrario. En la frontera común con México es erigido un muro de contención a la oleada migratoria proveniente de todo el sur, desde el Río Bravo a la Patagonia, ampliamente repudiado precisamente en esas naciones, y más allá.
Cuando estaban próximas a comenzar las pláticas en Mérida, Calderón reiteró un planteamiento propio anterior: "consideramos que puede ayudar más un kilómetro de carretera en Michoacán o Zacatecas que un kilómetro de muro en Texas o en Arizona".
Y reclamó el flujo inversionista hacia su país, antes que perder mano de obra para el desarrollo nacional.
Todo esto ocurrió en la hacienda Temozón, en las afueras de la urbe yucateca, cuando los presidentes y sus delegaciones se aprestaban a empezar un diálogo del cual hasta ahora no se conocen detalles.
Este miércoles Bush y Calderón ofrecerán una conferencia de prensa conjunta, de la cual se espera salgan a relucir pormenores del encuentro, anunciado previamente para hacer un recorrido por la agenda común, sin detenerse en particularidades.
Si fue así, será difícil prever cambios sustanciales en la relación bilateral, como también fue señalado al paso del jefe de la Casa Blanca por otras cuatro naciones en esta gira latinoamericana: Brasil, Uruguay, Colombia y Guatemala.
Falta por ver qué aporta ese encuentro con la prensa, por demás en el ámbito del protocolo que la visita de un jefe de Estado genera y la cortesía con la cual lo recibe su anfitrión. Aunque en este caso la formalidad tuvo sus momentos contundentes.
Mientras tanto, y al margen de las manifestaciones de protesta realizadas en diversas ciudades, incluida Mérida, el mexicano promedio mostró bastante indiferencia ante la estancia de Bush.
Interrogados por Prensa Latina, y sin importar nombres, un conductor de taxi -ese termómetro del pulso social-, la portera de un edificio de oficinas, un empleado bancario, un vendedor ambulante y un peluquero fueron casi unánimes en sus planteamientos.
|