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En tanto inician las incidencias del clásico caribeño en Isla Margarita.... mire: En www.terrenodepelota.com me encontré este interesante artículo del colega Andrés Pascual, el que se relaciona a mi columna (que califica de sugerente) donde abordé el tema sobre cómo los equipos de la LMP están volteando sus ojos hacia el pelotero caribeño ante la inconsistencia de los jugadores de EU, los que de manera ya tradicional, de la noche a la mañana abandonan contratos/compromiso/responsabilidad en demerito del espectáculo. Bien, Andrés. Le comparto su texto; gracias colega por la atención: Por Andrés Pascual El amigo y brillante cronista e historiador del béisbol y no sólo mejicano, Jesús Alberto Rubio, resucitó un tema que, por lo menos yo, creía olvidado con respecto al béisbol invernal: la cesantía por bajo rendimiento del importado del Norte; o el abandono de esos torneo por los americanos sin tener en cuenta el estado de los equipos, con las más increíbles e infantiles justificaciones. Y no es que esas situaciones no se mantuvieran tal vez en todo el firmamento de la Confederación; sino que para nosotros los cubanos, que no estamos al tanto diariamente del invierno caribeño en el béisbol, como que se nos iba olvidando. Cuando leía el artículo de Rubio me dio la impresión de que era uno de Eladio Secades o de René Molina sobre lo mismo durante los cincuenta en Cuba en la revista Bohemia. Ha sido el fracaso histórico del importado norteño, manejado por la prensa del país con más fanfarrias que cuando Ted Williams regresó de la Guerra. Las causas del fracaso o del abandono siempre han estado en la incapacidad del jugador del Norte para entender un público diferente que, históricamente, ha exigido el comportamiento del jugador con números exorbitantes en las Menores o en Grandes Ligas de la forma como se supone que se tiene que jugar a la pelota: “dejando el pellejo en el terreno”. Ese tipo de jugador que camina hacia el plato como el que no tiene ganas de llegar, casi arrastrando el bate, que cuando falla no hay la mínima señal de disgusto consigo mismo porque no pudo contribuir con su esfuerzo a la victoria del equipo; esos jugadores que parecen congeladores no son material de brillo para un público que premia el juego a matarse, el traje sucio por el deslizamiento, en fin, el juego caliente y agresivo del jugador del Caribe. Entonces, en algún momento de la temporada, deberán hacer las maletas y terminar el invierno en el frío de su país. A Cuba llegó el pitcher sepia Jim Grant importado por el Almendares en 1958, recomendación directa de los Indios de Cleveland a los Azules que, por la vía de su administrador, Monchy de Arcos, mantenían relaciones de trabajo. El tipo llegó a La Habana con la autoridad del superprospecto que ya estaba en el roster de la Tribu, con velocidad casi supersónica y ninguna disposición a adaptarse a un campeonato en el cual el público nunca disfrutó el misil por gusto si no se podía convertir en outs contrarios, pero “El Meteoro”, como le decían, ni hizo esfuerzos por mejorar el control y debió irse más rápido que la velocidad de su recta.
También existía el jugador que fue regular en Grandes Ligas y que ya no tenía clase para jugar su posición, como Connie Ryan, entonces, sin respeto alguno por la clase de beisbol que se jugaba en Cuba y sin conocerlo incluso, pretendía pasar cuatro meses en las cálidas playas habaneras, ganarse un dinerito extra y superior al que devengaba en Triple A; pero experimentando en otra posición como la de lanzador, por ejemplo…no pasaba un mes y un avión de PanAm lo depositaba en Estados Unidos. Como había de todo, pues existían los casos de nostalgia, sobre todo de importados jóvenes que no podían, no sabían o no querían manipular el sentimiento, imponerse y quedarse en una liga como la cubana, donde desde el ultimo pelotero al primer fanático, hacían una fiesta permanente el calendario de juegos. Esos jugadores también utilizaban rápido el boleto de vuelta. Lo mejor y más saludable de aquellas situaciones era el recurso de la reserva del club, del novato criollo que sólo esperaba el momento para imponerse en una pelota tan fuerte y apasionada o la búsqueda a la carrera en el Norte del veterano que, porque conocía nuestro beisbol y sabía como había que jugar para gustarle al público y a la gerencia, equilibraba con su pasión y su amor por ese tipo de beisbol la pérdida de sus facultades y los casos de Jack Cassini, Forrest Jacobs o Howerton y Chapman son ejemplos magníficos. Hoy, aparentemente, los equipos de la Liga Mejicana del Pacifico han decidido no efectuar los cambios a media temporada por bajo rendimiento, por apatía o por nostalgia del americano, sencillamente, según Jesús, inician con el jugador caribeño, más apasionado, más conocedor y más preparado para ese béisbol que el importado de actuaciones fabulosas en la Costa del Pacifico o en la Liga Internacional, incapaz no sólo de jugar como exigen nuestros países; sino imposibilitado de identificarse con un tipo de público único que, por tal razón, no perdona la frialdad en el terreno de juego.
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