Manipulación pasada por agua
Perla Julieta Ortiz Murray
Viernes 05 de Febrero de 2010

Notas van y vienen en torno al tema del agua; aun así, la desinformación campea y esto no deja de resultar paradójico: vivimos en un municipio donde el servicio del agua potable es uno de los más caros del país y –porque no decirlo-de los más agresivos en su cobranza, muy a pesar de los manejos mediáticos hermosillenses en el  sentido de haber aquí una superabundancia de dicho líquido y (reviviendo viejos necios enconos entre ambos municipios) hacerle creer al mal informado capitalino que la negativa cajemense a proporcionarlo es puro y vil egoísmo.

Vamos viéndolo entonces desde otro punto de vista: quien esto escribe, sufre con los embates de Oomapasc a la hora de ver el recibo; ni hablar de que nos esperen un poco para pagarlo pues enseguida viene la amenaza de corte, con el rápido incentivo de pasar del dicho al hecho en cuanto se nos pase la fecha límite. Así, el paisano debe escoger entre pagar el servicio y hacerle al fakir con toda la familia uno o dos días del mes o morirse de sed y arriesgarse a poner un “caballito” para el reconecte clandestino del servicio, con todas las consecuencias que ello implica. Somos entonces los callados paganos de los megafraudes cometidos al interior del organismo y quienes consentimos también los maltratos de cajeros y recepcionistas a la hora de pedir una explicación por la desmesura del cobro. Como usuarios no hemos valido para que se nos dé un trato digno y menos aun como consumidores y residentes del terruño para tomar en cuenta nuestra opinión.  Al día de hoy no ha habido –en ninguna instancia- quien se preocupe por sostener reuniones abiertas con la población a fin de cuentas la sostenedora mayoritaria del sistema (por dar solo un ejemplo de lo que puede hacerse).

 No estoy desdeñando aquí la importancia de la afectación a los sectores productivos, solo creo que las cuestiones a dilucidar son primeramente las siguientes: si hay abundancia, el servicio no debe resultarnos tan oneroso. Además, parece haber un empecinamiento gubernamental con respecto al acueducto (que también terminaremos sufragando vía impuestos) y a no considerar la implementación de una desaladora, más barata en su construcción y mucho menos generadora de conflictos, salvando correctamente los posibles señalamientos ecológicos, puesto que la materia prima se obtendría directamente del mar. Por otra parte, si se va a tomar en cuenta únicamente a los productores organizados, como  hasta ahora lo han estado haciendo, vale recordarle a nuestros gobernantes que en años recientes no ha habido almacenamiento suficiente en la presa como para sostener segundos cultivos. Está también –hablando con lógica- el inexplicable caso de la permisividad en el desordenado crecimiento poblacional de Hermosillo, que llama enormemente la atención por tratarse de una ciudad en donde la insuficiencia de acuíferos es notoria y por tanto, en donde sus ordenanzas en este sentido debían ser estrictas. Esto mismo se ve reflejado en su desmesurado crecimiento industrial, uno de cuyos incentivos ha sido, por increíble que parezca…..¡proporcionar agua a precios bajísimos y sin ningún tipo de restricción en cuanto a su uso!

No pretendo con lo anterior caer en el garlito de la ofuscación por el crecimiento de la capital, ni invocar el recurso fácil del  sentimiento localista de las y los cajemenses, sino únicamente apelar al sentido común de toda la sociedad que directamente se verá perturbada con la medida que se pretende imponer. El desvío del agua nos afecta a todos, no solo a los grupos aludidos con anterioridad y es entonces a todos como sociedad a quienes se nos tiene que pedir autorización, misma que tampoco deberá otorgarse o denegarse per se, sino  basada en estudios serios que demuestren la viabilidad o no de los dos proyectos a considerar: acueducto y desaladora.

Pero he aquí que toco el nudo gordiano del problema: el asunto se ha tratado solo a nivel de gobierno y  “sectores organizados” porque no interesa involucrar al grueso de los residentes del municipio en aras de una  menor politización. Recordemos que una cuestión no banderizada se resuelve más rápido, sí, pero también se evita el molesto inconveniente de la organización popular y con ella, del reclamo de derechos por parte de quienes pudieran sentirse afectados, tal pudiera ser el caso –nunca convenientemente aclarado- de las afectaciones hechas a la tribu yaqui en lo tocante al agua del río del mismo nombre. Como el anterior, son muchos los ejemplos, pero pensemos tan solo en los cientos de paisanos de este y otros lugares de la región a cuyos hogares no ha podido llegar el líquido o a quienes les llega a cuentagotas por solo dos o tres días a la semana y nada más a ciertas horas, o en aquellas comunidades que dependen del capricho del “canalero” (si no me creen, vayan y pregunten en cualquier campo agrícola) para surtirse del valioso líquido ¿son acaso sonorenses de segunda?¿No quitan el sueño a las élites en el poder por no tener realmente quien alce la voz por ellas? ¿No merecen también ellas y ellos, el agua de calidad  a la que tan cercanos están? Se los dejo de tarea….

 
 

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