Los secretos del beisbol
Jorge Alfonso
Martes 20 de Marzo de 2007
Cuando el béisbol fue inventado por el estadounidense Alexander Cartwright el 19 de junio de 1846, fecha reconocida como la del primer encuentro entre dos equipos organizados, ni el propio creador imaginó cuántos secretos guardaría tal disciplina con el paso del tiempo.
Aquella tarde, en la localidad neoyorquina de Hoboken, nueve hombres fueron al campo y uno de ellos llamado servidor, se encargaba de poner la pelota al alcance de otro, golpeador, quien madero en mano trataría de pegarle con la intención de llevarla tan lejos como pudiera.
Tal era el principio básico del naciente deporte y a partir de dicha acción fueron redactadas las primeras reglas que lo rigieron durante varios años.
Con posterioridad, el código beisbolero recibió innumerables modificaciones y para borrar la noble intención original aparecieron en 1850, dos nuevos conceptos: No se le permitirá al golpeador pedir el lanzamiento deseado y la zona de strike quedó definida entre la parte superior de las rodillas y la altura de los hombros.
Aumentó entonces la responsabilidad del receptor para disminuir el ataque de los ahora denominados bateadores, sobre todo en la distancia de 45 pies (13,72 metros) desde el montículo hasta el plato.
Incluso en 1867, el serpentinero Arthur Candy Cummings, con el equipo de la Universidad de Harvard, puso en práctica un envío capaz de engañar al bateador de turno y los especialistas lo llamaron curva.
Desde ese momento comenzaron a complicarse las acciones en el juego y el aburrimiento alcanzó a los asistentes a los desafíos, pues los tiradores disfrutaron de lo lindo los ponchetes con la ayuda del habilidoso receptor.
El aparente desquite llegó hacia 1893, oportunidad en que la distancia de la lomita y el cajón de bateo aumentó hasta 60 pies y seis pulgadas (18,47 metros).
Para los estudiosos del pasatiempo, lo más difícil en el juego es batear y ante tamaña afirmación, una frase parece confirmarla al ciento por ciento como verdad irrebatible: donde hay pitcher no hay bateador.
En tal sentido podemos valor que el lanzamiento de una recta rápida con velocidades oscilantes entre 90 y 100 millas por hora (144-160 killómetros) supone que el empleo de apenas cuatro décimas de segundo en el recorrido.
Así, el bateador tarda una décima en ver la bola salir de la mano del serpentinero, otra en poner sus músculos en tensión y dos para decidir y ejecutar si la golpea o no.
El más mínimo error de sincronización -una décima- podría convertir un hit al centro en foul y el contacto un milímetro por debajo del lugar adecuado llevaría el largo jonrón a inofensivo fly.
Mientras Arthur Candy Cummings, primero, y Fred Goldsmith, después, intentaron demostrar la validez de sus lanzamientos en curvas, los críticos más avezados manifestaron dudas e incluso aseguraron que se trataba de una ilusión óptica. Caprichosas costuras
Acaso ninguno de ellos conocía las funciones de las 108 costuras de hilo rojo que unen los dos pedazos de cuero con los cuales se forra la pelota.
Los análisis científicos de los laboratorios aseguran que éstas, aparte de sostener el forro, cumplen diversos propósitos al crear una resistencia al aire capaz de afectar la velocidad y dirección de la pelota (efecto Magnus), denominación dada en Física al empuje experimentado por una esfera o cilindro en rotación en el seno de una corriente fluida.
El nombre de tal acción recoge el apellido de su descubridor (1852), el científico alemán Heinrich Gustav Magnus (1802-1870).
Según el fundamento teórico, al imprimirle un movimiento de rotación a la pelota la resistencia al aire que oponen las costuras mueve la bola para arriba o para abajo y permite la curva hacia la derecha o la izquierda.
El grado de esos cambios en la dirección depende de la velocidad y la rotación ejecutadas.
Si se desea lanzar una bola rápida con sentido hacia arriba, debe sostenerse la pelota de forma tal que el área mayor de las costuras quede transversal en relación con la línea de vuelo.
El movimiento rotatorio hacia atrás será conseguido al poner las últimas articulaciones del índice y del dedo medio sobre la costura y en el punto lejano a la costura opuesta. Aunque al lanzamiento en curva se le aplica la misma fuerza impresa a la bola rápida, la velocidad es menor debido a que la fuerza total tiene dos direcciones, una de ellas rotatoria.
Este movimiento provocador hacia los lados o hacia abajo, o una combinación de ambos, se logra mediante la rotación del antebrazo y la muñeca.
Fuente: deportes/prensalatina.com
 
 

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