Entre los primeros europeos que llegaron a lo que hoy es Cajeme figuraban los sacerdotes jesuitas Andrés Pérez de Riba y Tomás Basilio.
Ellos fueron "la cruz" que precedió a "la espada" de los conquistadores en el Valle del Yaqui.
Aquí los jesuitas trabajaron arduamente con los yaquis e impulsaron nuevas formas de vida animadas por el trabajo arduo, la fe y la esperanza.
Un día, perdido hoy en los relatos de los cronistas, la Corona española y sus intrigantes inquisidores en la Nueva España decidieron que los jesuitas eran un estorbo y se ordenó a la orden marcharse a otro lugar.
Desde entonces los jesuitas han estado ausentes de estas tierras, aunque de vez en cuando aparecen por estas calles de Dios como fantasmas de aquellos que abrieron el camino a la cultura occidental en las márgenes del Río Yaqui.