Esperaban la voz de arranque en las inmediaciones del Teatro del ITSon, traían el rostro serio, reflejando asombro o sorpresa. Para muchos sería la primera, tal vez la única, marcha que harán en su vida. Recogí el testimonio del cincuentón que nunca antes marchó y que desconocía el cosquilleo de mariposas en la barriga que deja la emoción de pisar pisos protestando colectivamente.
Es que, las previsiones fueron rebasadas. Los organizadores del “No al Novillo”, en el más optimista de los cálculos, nunca imaginaron la respuesta de las gentes del Sur de Sonora.
Vino gente de Tesopaco, otra de San Ignacio Río Muerto, de Huatabampo y gente de Benito Juárez, pero emblemáticamente, también dijeron presentes los gobernadores y gentes de los ocho Pueblos Yaquis.
De manera que, sumados al contingente de Cajeme, en el más conservador de los cálculos, marcharon no menos de cinco mil personas manifestándose descontentos por el trasvase de agua del cauce yaqui a Hermosillo.
Equivocados de palmo a palmo. Repartieron cien mil volantes y con el mejor de los optimismos esperaban que uno de cada cien marchara. Aprenderían que en los tiempos modernos el éxito de las convocatorias no está en el viejo método del volanteo o de los spots radiados, sino en las redes sociales.
Quedó comprobado que influyen poco los bombardeos de spots y las voces encadenadas en la radio. Para muestra, sólo en Facebook hay más de diez mil afiliados al rechazo al acueducto y la cuenta creciendo. La marcha del 5 de marzo de Cajeme del Movimiento Ciudadano del Agua reunió adultos, jóvenes y niños, enarbolando los reclamos comunes y que son justos a un importante segmento de sonorenses.
Habrá que aprenderlo, aunque a algunos les duela: verdad es que ahora fue ése el membrete de la convocatoria, pero pudo serlo cualquier otro con iguales resultados; porque en este caso, simplemente, la importancia no la hace el logotipo sino “la causa”.
Marcha de hombres y mujeres, muchas mujeres de todas las edades y a tono con el momento, ataviadas con la coquetería encendida que es típica en la mujer sonorense. Marcharon influidos de regionalismo y los sentimientos profundos brotaron al ritmo de las notas del “Sonora Querida”.
Con el sol de la tarde mal escondido tras los escasos cumulus y stratus, la columna humana avanzó a paso firme por la calle 5 de Febrero, otros se le unían en cada bocacalle. Al final, en tanto la cabeza de la marcha invadia la Plaza Álvaro Obregón, medio kilómetro atrás, los de la cola atravesaban el Mercado Municipal.
Como si fueran uno bramaron los potentes motores de combustión interna e impresionó el desplante de la maquinaria pesada. Son chocantes, pero inevitables, las analogías de la marcha con las acciones de guerra, porque a manera de “panzers”, los antiguos tanques de guerra monumentales, cien o arriba del centenar de tractores, resguardaron la retaguardia de la infantería.
Los tractores, fuerza motorizada del trabajo de campo, la base mecánica de barbechos, rastreos, siembras y cosechas, de esta tierra fecunda que no es nada sin el recurso agua. El rugido de los motores de la flota mecánica retumbó junto a los gritos demandantes del líquido vital, cuya carencia escinde a Sonora en norte y sur; el agua, cuyos planes de suministro y regateos, dividen en buenos y malos a los sonorenses.
Si los teóricos no se equivocan, es que entonces vuelve a repetirse la ley que mueve el poder de las fuerzas entrópicas para que entren en acción cuando hay agentes externos amenazan al sistema. Fue notorio el pluripartidismo de los participantes, en la explanada, el muégano de gentes de todos los sectores y colores partidarios.
Atinado el nombre de “Megamarcha”. La bandera del “No al Novillo”, del rechazo al acueducto, tuvo el mérito de juntar contingentes impensados de todo el Sur de Sonora. En el mitin que cerró la marcha pasaron lista de presente casi todos los presidentes municipales de Cajeme que aún viven; con su presencia avalaron la propuesta básica de la marcha, e invariablemente, con prudentes silencios dan constancia de respeto a quien gobierna.
No serían pocos los manifestantes inaugurados en el mundillo de la protesta callejera que con los reclamos que el agua del Río Yaqui, materia fundamental de la actividad básica del crecimiento y desarrollo económico del Sur de Sonora, no se trasvase al cauce del Río de Sonora,. Esta movilización de Cajeme fue para muchos una especie de desfloración de la inocencia ciudadana.
Desclasifico recuerdos y necesariamente encuentro paralelismos entre la marcha del rechazo al acueducto, con aquella mítica marcha de la sociedad civil que hubo el 31 de junio del 2004 en el Distrito Federal; la misma que con poco tino López Obrador calificara “Marcha de Los Pirruris”, en lo que a la postre sería uno sus más costosos errores políticos.
Vale la pena recordar que al gobernante del Anáhuac esa insensibilidad ante los reclamos de seguridad lo marcó de por vida. En esta ocasión, los oídos de Guillermo Padrés no deben permanecer sordos ante el clamor de los ciudadanos del Sur de Sonora. Él y quienes gobiernan los municipios del sur del estado deben mostrar nuevos matices de madurez política, porque no tienen derecho a equivocarse y menos a ignorar los temores de ciudadanos que se sienten amenazados en su identidad regional y que presienten inminentes peligros para las vocaciones productivas del terruño.
Casi sin darnos cuenta, como parte del proceso de aprendizaje democrático, estamos ante una sociedad sonorense cada vez está más enterada, más demandante, y por ende, más crítica. Vivimos nuevos momentos dignos del estudio de la sociología; los actos de autoridad no son más gestiones unidireccionales, la sociedad -cada vez con más frecuencia- se reúne espontáneamente a reclamarle al gobernante sus derechos de participación y acción.
No hubo insultos, no se permitieron improperios ni descalificaciones, fue rechazo al proyecto no indignación en contra de persona alguna. No se escuchó un solo reproche a la noble ciudadanía hermosillense. Al contrario, la enorme masa humana pidió agua y progreso para Hermosillo en particular, así como para Sonora. La reflexión colectiva estriba en que la solución no está en quitarle agua a quien la tiene escasa sino producirla para quien le falta. Y por el beneficio de Sonora y Hermosillo el pronunciamiento unánime es la desalinizadora.
En la nueva democracia, la democracia que no procede de favores, son impensables las subordinaciones acríticas. Nuestros gobernantes tienen que aprender que es posible decir no, porque gobiernan con la decisión de las mayorías; deberán aprender que también es acierto decir no, que rectificar es otra forma de ganar. En política no se permiten vacíos, decía con sabiduría el viejo filósofo del autoritarismo. Y tenía razón: las dubitaciones, y la falta de carácter a la hora de aceptar, rechazar o cancelar propuestas, crearon vacíos de actuación, y en Cajeme, en los surcos de febrero marzo, tales vacíos sembraron semillas de nuevos perdedores.
A propósito de la marcha y daños. Las inhabilidades con las que el Ing. Manuel Barro –prefiere “Manolo”, el cariñoso hipocorístico gachupín– echa a perder capital político, son inversamente proporcionales a sus competencias empresariales; si el que lo antecedió necesitó tres años para enemistarse con los gobernados, al “Manolo”, con apenas seis meses, los ciudadanos que libremente lo escogieron y eligieron, deploran que le caducara lo “ciudadano” tan pronto y que arrincone en el cajón de planes y proyectos los asuntos de interés común a los cajemenses.
El peor defecto del político es carecer de brújula o ser incapaz de escuchar a los gobernados. Las posturas erráticas y mutantes en torno al Sonora SI, indican que en Manuel Barro ambos defectos son, por hoy por hoy, trastornos incurables. Cuando apenas transcurre la sexta parte del gobierno de tres años, la inoperancia del equipo político que lo acompaña ya lo puso en franca ruta de colisión con los cajemenses que lo hicieran triunfar en la elección marcada por la tragedia. Es tiempo de reflexiones… y de ajustes sustanciales.
Finalmente, un reparo necesario. Cometerá tremendos errores de apreciación ciudadana y de cálculo, aquel que pretenda agenciarse ganancias políticas con esta movilización nacida de la sociedad civil. De hecho, las cuotas amargas de la marcha pacífica y respetuosa, corrieron a cargo de dos o tres perdidosos de la política regional, quienes fieles al estilo gandalla que los distingue, pretendieron hacerse indispensables. Matalotes muy vistos, cuya presencia ensucia cualquier movimiento de la sociedad civil.
Vale, agur…
Jesús Noriega