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A PROPOSITO de si el agua es de todos y que el creador la derrama para el beneficio de todo quien la necesite, me viene a cuento aquella vieja anécdota que según los historiadores regionales se desarrolló en una de las parcelas agrícolas del valle a raíz de una disputa que se presentó luego de que una siembra de sandía se introdujo, silvestre como suele agarrar monte la enredadera que da el jugoso fruto, a un campo contiguo, propiedad de otro productor agrícola. Mientras el “ verano” estuvo creciendo no hubo ningún problema por el rumbo que tomara y si se desarrollaba o no de acuerdo a las pretensiones de su legítimo dueño el mismo que, por supuesto, como buen agricultor, tenía puestas las esperanzas en una buena cosecha que compensara todos los esfuerzos previos y que van desde escoger una buena semilla; que el avío, que el fertilizante, que si el riego, que si lo otro y todos los cuidados que implica el llevar a feliz término una buena jornada. El caso es que, al paso de los días y las semanas, el “ verano” prendió y se multiplicó a la mano de su productor con tan buen tino que desde lejos se podrían apreciar las grandes sandías que había venido echando. El problema se presentó al momento de que el dueño del predio y, por consiguiente de la siembra, quiso levantar la cosecha. A partir de ahí, el hombre se llevó dos sorpresas; la primera es que buena parte de su enredadera se hallaba invadiendo el terreno contiguo y, dos; que su vecino reclamaba como suyas el buen número de sandías que se habían dado en su propiedad y para colmo, se disponía a levantar ante la absoluta oposición de quien había sembrado el verano en referencia. La disputa que había iniciado cual simple reclamo fue subiendo de tono al punto en que los vecinos dejaron de hablarse primero y después, luego de un intercambio de saludos a sus respectivas progenitoras, muy a punto estuvieron de trenzarse a golpes lo que originó que el productor sandillero llevara su caso ante la primera instancia, el comisario del lugar. Este, luego de escuchar las dos versiones de los hombres en disputa, dio tres vueltas al recinto oficial, se rascó dos o tres veces la cabeza hasta que finalmente se le iluminó el rostro cuando creyó encontrar la más sabia y salomónica salida a la por esos días conocida en el pueblo, como la guerra de los sandillones. - A ver, tu Jacinto—Dijo dirigiéndose a quien reclamaba como suyas las sandías que por natural curso se habían introducido a su predio. - Fíjate bien lo que te voy a decir—L e dijo al tiempo que le mostraba su largo y regordete dedo índice. - Si yo te coloco de cúbico dorsal e introduzco mi dedo a manera de realizar un examen prostático hacia lo más íntimo de la parte más recóndita y celosamente guardada de tu humanidad, de quién es el dedo? - Pus de usted mi comisario! - Déjate entonces de pendejadas y entrégale las sandías al panchillo! El cuento, ciertamente ya es muy viejo, pero no por ello pierde su aplicación en el caso que nos ocupa. El Río Yaqui y su cuenca son propiedad de las tierras que irriga por más que éste venga serpenteando a lo largo de su recorrido que inicia en el Papagochi, situado en la parte alta del vecino estado de Chihuahua. La construcción del Novillo se hizo para recoger las avenidas del yaqui al igual que el Oviachic y ambas presas le costaron a los productores agrícolas del valle del yaqui. O, como diría también el viejo slogan del Papaloapan: Dios da el agua pero no la entuba.
Si ese empeño que acaban de mostrar nuestras autoridades de los tres niveles de gobierno en el desalojo de los ejidatarios que mantenían bloqueada la carretera internacional lo demostraran en el combate a la narco delincuencia que se abate sobre Sonora, ni el secretario de Seguridad Ernesto Munro ni el procurador Abel Murrieta habrían de pasar el aceite que pasan cada vez que inútilmente son llamados a cuentas por la comisión de seguridad del Congreso estatal para que defiendan lo indefendible y nos salgan con el cuento de siempre; que los ajustes de cuentas se dan solo entre los barones de la cosa Nostra, que no hay porqué entrar en pánico, pero se les olvida decir lo más importante; que tanto la zona urbana como las carreteras de Sonora se han convertido en tierra de nadie. Lo anterior quiere decir también que si usted tenia la tarjeta privilegia de la maxi brecha de Fundición y la Jaula, pues sencillamente, se acabaron privilegios y a partir de ya, todo mundo tendrá que cooperar a chaleco para seguir sosteniendo una cuatro carriles que ni es de cuatro ni es una autopista que vale lo que se paga al transitar por ella. Y ahora resulta que dijo mi amá que siempre no, que al ex rector del ITESCA Sergio Pablo Mariscal Alvarado le habían dado feria de más y que ni por asomo se merecía la auto indemnización que se obsequió cuando de la forma más misteriosa dejó la rectoría de la institución y ahí tienen que el cancerbero de la Contraloría Estatal le “recordó” al tocayazo que Pitágoras tenía razón cuando descubrió emocionado que se baja el cero y no toca, y así tenemos que hasta ahora se ha visto obligado a devolver 400 mil chuchos de los setecientos mil con los que se había indemnizado. Ni modo, adiós felices vacaciones y para atrás los filders! Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com o al celular, 6449972972 |
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