La mueca es inconfundible: el comediante Eugenio Derbez se ve enojado pero al mismo tiempo se dice resignado. Sus programas se repiten constantemente en televisión abierta, a veces a mediodía y otras veces en la tarde.
A él no le hace gracia: “Ya van cuatro veces que los repiten. Creo que es tiempo de que los saquen del aire. Entiendo que las repeticiones de “La familia Peluche” tienen mucho rating, somos el segundo programa con más audiencia, pero no quisiera que aplicaran la técnica de quitar el programa cuando la gente ya no lo ve”, dice Derbez.
En la práctica Eugenio no puede hacer otra cosa que quejarse: los derechos del programa no son suyos sino de Televisa. Hubo incluso la intención de la televisora de registrar los personajes a su nombre. “La verdad es que lo negocié tarde; ellos me los quisieron registrar pero dije no. Te doy lo que quieras (de programas ya producidos) pero los personajes son míos y el día que quiera usarlo no debo pedirle permiso a nadie; ni dar comisión”, comenta el actor.
Pregúntenle al “Compayito”
El de Derbez no es un caso aislado. Pude decirse por ejemplo, que Edson Zúñiga no es dueño de su mano; no cuando interpreta a “El Compayito”, el popular personaje lépero, respondón y un poco borracho que tiene intervenciones en los eventos deportivos de Televisa. Zúñiga no puede usar al personaje en presentaciones personales y tampoco tiene control sobre la frecuencia con que aparece en televisión. “Por supuesto que he tenido roces porque, sin afán de criticar a la empresa, siento que abusan del personaje; o quizá no es que abusen pero les funciona tan bien que lo quieren repetir y repetir. A veces tengo la impresión de que lo queman”, dice Zúñiga.
Los derechos de los personajes no es un asunto de televisoras contra cómicos, es un problema legal a causa de la poca claridad normativa en México. En teoría, es en el Instituto de nacional del derecho de autor donde deben refrendarse los derechos, pero fue en su normatividad donde, por ejemplo, María Antonieta de las Nieves aprovechó un vacío legal para registrar a su nombre a “La Chilindrina”, luego de que ese mismo instituto había reconocido a Roberto Gómez Bolaños como el creador de ese personaje durante dos décadas.
El también productor olvidó un trámite , refrendar derechos, y eso bastó para que su ex compañera en “El Chavo del ocho” se “apoderara” del personaje y comenzaran un pleito de tres años que terminó arreglándose de manera extrajudicial con el acuerdo de buena fe de que ambos podían usar al personaje.
Pura buena fe
Es precisamente la buena fe la que predomina a la hora de negociar los derechos. Lalo España por ejemplo, no recurrió al Instituto Nacional de derechos de autor sino a la Sociedad General de Escritores de México para registrar a Margara Francisca, esa mujer de verruga, delantal e hijos migrantes y gays. Puesto que surgió dentro de un proyecto de Televisa (“El Gran Carnal”), al principio Márgara Francisca requería ciertos permisos para aparecer en otros espectáculos. Hasta que Lalo España llegó a un acuerdo para ser el dueño: “Hay varias instancias para refrendar a un personaje como creación pero en mi caso tengo una buena relación con Televisa y yo puedo ser Márgara Francisca donde quiera y cuando quiera por conducto de un acuerdo con la Sogem”, dice.
Las limitaciones en su caso fueron otras. Cuando surgió, Márgara Francisca era una señora escandalosa que recitaba un rosario de majaderías inusual en la televisión mexicana. España recuerda con cierto orgullo: “Creo que fue, por mucho tiempo, el personaje más censurado. El departamento jurídico de Televisa me llamaba seguido para hacerme algunas sugerencias porque realmente estaba tocando un límite muy delgado; si te pasas un poquito, el personaje se vuelve vulgar y de mal gusto”.
El dilema es resolver quién merece adjudicarse la paternidad de los personajes: el que lo escribe (como Roberto Gómez Bolaños con toda la vecindad de “El Chavo del ocho”), el que lo actúa (Carlos Villagrán mantiene una interminable disputa personal por Kiko) o el que lo produce (Edson Zúñiga no se queja pero es claro al explicar que él es un empleado contratado por Televisa para actuar al “El Compayito”)
María Antonieta de las Nieves tiene una respuesta ingeniosa en su caso con Gómez Bolaños: “Yo soy la mamá de La Chilindrina y él es el papá”. Para Edson Zúñiga sería más complicado repartir paternidades porque “El Compayito” es resultado por lo menos de diez personas (desde el camarógrafo hasta Eduardo Tepichín, el escritor de los libretos). Pero Zúñiga no sufre: “No sé que decirte, que tengo suficiente trabajo o que mi necesidad es poca. Si tuviera una necesidad más grande a lo mejor estaría peleando el personaje pero por ahora, mi único roce es que pienso que funciona mejor de a poquito”.