Periodistas que mueren
Luciano Pascoe Rippey
Domingo 08 de Abril de 2007
El asesinato del corresponsal de Televisa en Acapulco, Guerrero, es una señal más del crimen organizado contra la labor periodística.
Son ya muchas las señales que han sido enviadas desde los grupos de sicarios y los cárteles hacia los medios y los periodistas que se meten demasiado “donde nadie los llamó”. Granadas a diarios, atentados contra directores de medios fronterizos, amenazas a reporteros, sobornos, asesinatos, atentados. Y ante esta nueva oleada de violencia contra policías e informadores es preciso hacerse algunas preguntas.
En primer lugar, después del impacto generado por los operativos conjuntos entre policía federal y ejército, ¿hemos mermado en algo la capacidad de acción de estos grupos? La impresión a ojo de buen cubero es que logramos agitar el avispero, pero no sabemos mucho de cuánto daño se les ha inflingido a estos grupos. Es evidente que esta información es, y debe de ser, confidencial, pero el problema de percepción pública es creciente, amenazante y preocupante.
Hoy lamentamos la muerte de Amado Ramírez, el periodista en Acapulco —además vale la pena hacer notar que fue ejecutado a las siete de la noche a una cuadra del malecón, donde miles de turistas se pasean— no sólo por la irremediable pérdida, pero también por todo el simbolismo que entraña. México se está convirtiendo a pasos agigantados en un país de muerte, violencia y temor.
No digo esto con ánimos tremendistas, lo digo convencido de que es inocultable por el simple dato de que este jueves y viernes santos fueron ejecutadas 21 personas por el crimen organizado en el país. Veintiuno.
Esto nos lleva a formularnos la segunda pregunta. ¿Nos debe o no preocupar esta escalada de violencia? Hace unos días escuché a unas amistades asegurar que mientras se mataran entre ellos, entre los “malos”, la escalada les tenía sin cuidado.
Es evidente que hoy tenemos muertos en todos los costados. Algunos por “malos” otros por ser policías, otros por ir pasando y otros, como el caso de Amado por dar cuenta e investigar. Es tiempo de preocuparnos, es tiempo de que las autoridades encuentren una ecuación que nos permita empezar a tener señales de algún éxito, al menos de alguna tranquilidad.
En mi opinión el problema de fondo tardará demasiados años en resolverse, y es relativamente atinado decir que hemos entrado, ahora sí, en un enfrentamiento profundo con estas fuerzas. Sin embargo hay dudas que aún flotan en el ambiente.
Tercera pregunta. ¿Estamos defendiendo a un cártel y atacando a otro? ¿Sabemos dónde está el Chapo Guzmán? Este tema es crucial y aunque nunca sepamos a ciencia cierta que está ocurriendo en las cloacas de nuestro sistema de justicia, las sentencias en las ejecuciones no dejan mucho a la imaginación.
Poco a poco, se va dificultando entender y explicar lo que estamos viendo. No tenemos información que podría clarificarlo todo, y no la tenemos porque de tenerla complicaríamos todo aún más. La batalla contra estas organizaciones requiere de fuerza pero también de inteligencia. De infiltración, de años de seguimiento. Pero también de agallas para detenerles, para procesarles.
Hoy somos simples espectadores de una cadena que parece interminable de violencia, cada una peor y más cruel que la anterior. Hoy México tiene decapitados, encajuelados, diputados baleados, granadazos, balaceras de más de 50 minutos, policías ejecutados, millones en efectivo incautados —y mal contados al parecer— y la pregunta, final pero que no termina es sencilla ¿tendrá final esta batalla?
Espero, como muchas mujeres y hombres en este país, que sí. Espero que pronto podamos tener un país que si bien nunca estará exento de crimen y violencia, al menos tenga niveles sensatos de ambos.
Y todo quedará en un extenso ojalá, porque no lo sabremos por un buen tiempo más.
En todo caso, mi más sentido reconocimiento a todas y todos los periodistas que ponen su seguridad en riesgo para buscar la verdad y decir lo que encuentran.
No deberíamos ser un país en el que el periodismo sea una profesión tan peligrosa.
lucianopascoe.blogspot.com