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Sociedad y disputa partidaria en Sonora

Alejandro De la Torre D.
Martes 14 de Agosto de 2007
 
Primera parte. Sociedad

El concepto Sociedad puede servir para describir a la nata que aparece en los escaparates y los clubes privados. Sin embargo la Ciencia Social describe a la sociedad como el pueblo, los habitantes de un país, los ciudadanos, la gente en general. El Estado como aparato y ley en papel al desligarse de su base y fundamento, de su antitesis: -La Sociedad-, pierde por lo tanto razón de ser, ya que la Sociedad funda al Estado desde su interior.

El politólogo Cesar Cansino reconoce una sociedad en movimiento que reivindica lo que a la política estatal se le olvida: La soberanía popular, es decir, “la afirmación de un espacio político para la discusión y la toma de decisiones sobre el modo como el pueblo ha de organizar su vida social”.

En los albores de la Revolución Francesa, Juan Jacobo Rousseau romantizó a “El Pueblo” como la fuerza que lucha por el bien común, lista para hacer valer la voluntad democrática contra una pequeña y malvada autocracia.

En México el pueblo viene a ocupar el papel fundamental en el movimiento democrático desde 1968. El poder político se convierte en una entidad vacía si no es ocupada de manera simbólica por -el pueblo-, insubstituible materialmente por cualquier parte del resto de la sociedad.

Para Larry Diamond la Sociedad Civil juega un papel preponderante a fines del siglo XX. Una resurrección en todos los planos de la discusión pública del poder a consecuencia de la crisis de los partidos políticos que enfrentan cada vez más dificultades para representar los intereses sociales al responder a las utilidades de sus elites internas. La emergencia de nuevos actores y de movimientos sociales, la ineficacia del corporativismo y clientelismo tradicional en la gestión económica y social y el desprestigio público del mundo político a consecuencia de la corrupción o el nepotismo.

La Sociedad Civil es la parte de la sociedad organizada intermediaria entre los actores económicos y el poder del Estado. Formada por organizaciones emergentes con fines y propósitos comunes que no aspiran al poder formal, no puede concebírsele si no es a través de la acción demandante y activa.

Pero el Pueblo sigue siendo la masa desorganizada y abrupta sometida al poder del Estado, incapaz de ordenar y encabezar la transformación social. De esta manera la democracia se empuja desde las iniciativas ciudadanas y de sus expresiones de lucha, que son expresiones en la mayoría de los casos espontáneas, emergentes, demandantes de soluciones a carencias inmediatas y a problemas sociales, por obras o mejores servicios públicos, en contra de la contaminación, por mejores prestaciones y salarios, por una más equitativa distribución de los recursos, etcétera.

Este movimiento democrático del pueblo, es opuesto al concepto reductivo que plantea su participación como mero legitimador después de la vía del sufragio, que las elites políticas previamente acuerdan.

La sociedad sonorense entra a una etapa de movilización ascendente en las últimas tres décadas: El movimiento campesino por el reparto agrario (1975), la sindicalización en la Universidad de Sonora (1977), las protestas de los mineros de Cananea (1982-88), las huelgas de la ensambladora Ford (1985, 88), los movimientos urbanos y estudiantiles (1982-86) o el movimiento cívico popular que le dio varias alcaldías a la oposición (1994-97).

La secuencia de estos movimientos sociales tiene su corolario a partir de la crisis económica de 1995: El Barzón, contra la Ley 4 de la Unison, contra el Cytrar, contra las casetas de cobro en la carretera federal, contra el horario de verano, contra las altas tarifas eléctricas, el movimiento de los ahorradores de “El arbolito”, del mejor reparto de agua de riego, el triunfo de la oposición en los municipios más importantes del Estado y varias decenas de protestas más.

Sin embargo los esquemas caducos con que se gobierna a Sonora desde el faustinismo, Biebrich, Félix Valdés hasta el beltronismo y hoy el boursismo, todavía permanecen inamovibles. Todavía la política estatal beneficia a grupos selectos privilegiados con la discrecionalidad en la mala aplicación de las leyes, los recursos públicos y el proteccionismo gubernamental.

Las reformas legislativas se han retardado enormemente ante un congreso lento y tortuoso, trabado por la composición disfuncional de las bancadas partidarias de bajo perfil representativo. Las disputas partidarias son el tema central en un poder tradicionalmente copado por la capacidad del gobernador en turno.

La demanda acuciosa y elevada del pueblo sonorense está muy por encima de la gestión legislativa y de la atención del poder gubernamental, tanto a nivel estatal como municipal.

Acostumbrados a la práctica clientelar y corporativista las redes de poder gubernamental son ineficaces para atender los reclamos sociales cada vez más intermitentes y en notable ascenso. La tradición de controlar con la misma férula del aparato político a las demandas de los sectores y de la sociedad civil que precisamente es radicalmente opuesta a estas practicas, se desbordan ante la incapacidad de meterlos a todos en el redil de la vieja usanza.

Las viejas costumbres corporativas revivieron y recuperaron terreno en Sonora ante la caída de los resultados electorales del PRD entre el 2000 y el 2006: la capacidad de respuesta de este partido emergente fue muy inferior a la sociedad en movimiento que vendrá por sus fueros ante el autoritarismo boursista.
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