Aquella mañana de septiembre
Adolfo González Riande
Jueves 13 de Septiembre de 2007
1
La mañana texcocana comienza como cualquier otra. El reloj está por cruzar las 7:30 de aquel septiembre. Las prisas y carreritas se suceden para llegar tarde a cualquier sitio. Salgo del baño, en tanto mi esposa me dice:
--¡Está temblando!
Trato de calmarla con un ”no te preocupes”, en estas fechas siempre hay temblores en el centro del país. Termino mi frase de conocedor de movimientos telúricos, con un “tráete a los niños y coloquémonos bajo el arco de la puerta”.
La mañana del 19 de septiembre empezaba ha dejar la tranquilidad de lado.
En una modesta Hitachi, mi esposa busca inútilmente la imagen de Televisa para sintonizar algún noticiero. La búsqueda es inútil y se torna desesperante. La pantalla sigue sin imagen, y sólo rayas horizontales aparecen fugazmente.
La perilla del selector de canales, por fin haya un canal, el 13, y las imágenes de lo inesperado empiezan a inundar de dolor, coraje y luto. La tragedia iniciaba su recorrido por todo el mundo.
2
Las primeras imágenes del 13 mostraban una ciudad de México lacerada .Las tomas nos llevaban directo hacia escombros, confusiones, gritos y clamores de muerte y desconsolación.
3
Terminé de desayunar con las escenas apocalípticas, aunque la tragedia por descubrir vendría más adelante. Me dirigí hacia el Colegio de Postgraduados, para platicar con el Dr. Faustino Ortíz sobre diferentes temas del quehacer institucional. La plática no duró mucho, con su acostumbrado estilo alvaradeño, aunque en realidad él es de Michoacán, me dijo:
--¿Y tú que madres estás haciendo?
--¿Haciendo qué?
Contesto entre apendejado y anonadado.
--¡Deja esta pendejada y vete con tus amigos a ayudar a los del temblor!
Fin de la discusión, y en menos que canta un gallo, ya estoy encaramado en una combi, libreta en mano y cubre bocas.
Pensé que mis compañeros de la intempestiva brigada estaban exagerando,¿para qué el cubre bocas estando tan lejos de la zona afectada?.
4
Cuando la combi y los involuntarios brigadistas de Desarrollo Rural del CP, atravesó la zona del Lago de Texcoco, comprendí el porqué de los incómodos cubre bocas.
Atravesar la zona del lago, exigía el uso de estos cubre bocas, la polvareda que levantaba la combi era en realidad una nube de polvo que se colaba por quien sabe que parte, y penetraba hasta nuestros asientos, una nube tan densa que podría haberse cortado con una navaja.(¿ya bájale Mamito, diría el Flaco Jaime!)
5
Debo aclarar que el paso por el Lago de Texcoco, en ese tiempo estaba restringido como una zona en recuperación ecológica. Como parte de un grupo bendecido por la oficialidad del Colegio de Postgraduados, se permitió el acceso, como medida estratégica para llegar más rápidamente a la zona del siniestro
. Después de varios kilómetros de polvo, la claridad, que no la paz, se vislumbró en algún sitio de Ciudad Neza.
Como caravana de tuaregs de la selva urbana, llegamos hasta el barrio de Tepito, y ahí estábamos, listos para mostrarnos como héroes de ocasión, como científicos sociales en ciernes para aplicar nuestra ciencia ante la tragedia.
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Tras varias vueltas, rodeos por calles y avenidas, sacándole la vuelta, o más bien, la tragedia y los derrumbes nos hicieron sacarle la vuelta. Llegamos hasta el bravísimo barrio de Tepito. La combi con sus incipientes brigadistas armados con libreta, lápiz y ¡los ojos más abiertos que nunca!, una pipa con agua potable, y una tres cuartos con ropa, medicina y un tanque con miel de abeja.
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Cuando llegamos al puesto de socorros denominado “Tepito Indómito”, un grupo de vecinos encabezado por el pintor Felipe Erhenberg se dirigió secamente al Flaco Jaime Morales:
¿Y ustedes a qué chingados vienen?
Un tono como de “si traen algo para ayudar ¡pues adelante!”.
La respuesta del flaco a nombre del grupo, fue bien recibida por los vecinos.
Somos del Colegio de Postgraduados, venimos a ayudar en lo que se pueda, traemos, ropa, medicinas, una pipa con agua potable y un tanque de 200 litros de miel.
El pintor llamó a sus colaboradores, y dijo algo, como a estos cabrones ábranles paso, pónganles una carpa y bríndenles toda la atención.
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En menos que canta un gallo, ahí estaba yo, con mi lápiz, libreta, un chaleco de esos anaranjados que usan los tránsitos, con un escudo de la delegación Álvaro Obregón, un silbato, y un pinchi temor de andar en pareja, metiéndome en las callejuelas de uno de los barrios más bravos de la capital. Pensaba,¿ pero yo que cabrones ando haciendo aquí?
La realidad fue diferente, los tepiteños exhibieron un enorme ejemplo, ante las circunstancias del momento, nuestra insignificante labor de colaboradores para levantar un censo de las condiciones de las viviendas, fuimos objeto de total tolerancia, era increíble nuestro peregrinar por viviendas de patios de vecindad, esos ambientes como sacados de las páginas que describe Lewis en su mítica “Los hijos de Sánchez”. Por momentos fuimos otros tepiteños más.
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Posteriormente, nos informamos, como en tiempos de tragedia, los grupos de “voluntarios brigadistas”, hacen su peregrinar, como deseosos de aparecer en escena, algunos sin armas, ni estrategias claras, pero con ganas de ayudar, que finalmente terminaba en estorbar. No fue el caso de nosotros.
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De regreso a Texcoco, ya cada quien por su lado, pudimos apreciar de cerca, no tan cerca, los escenarios de la tragedia, que comparándolo con los de Tepito, puede decirse que este barrio fue un afortunado.
De regreso a pie por el centro del DF, El flaco Jaime, Pedro Muro Bowling, y el que esto escribe, deambulamos por espacio de dos horas, como acuciosos testigos de la tragedia, que aun no tenía para nosotros una dimensión real. Nos deteníamos en cada esquina, observábamos, preguntábamos sobre lugares, y todos ayudaban a construir lo imposible, crear en ese momento una verdad sobre lo sucedido era algo impensable.
La tragedia había superado a las instituciones, y pese a los cordones policíacos y militares, el pueblo mismo se había dado a la tarea ardua de remover escombros y sacar cadáveres en medio de una ciudad enlutada. La ahora llamada sociedad civil, acababa de nacer.
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En un momento de descanso, aprovechamos para comer algo en el Club de Periodistas, en Filomeno Mata, ahí de salida, Pedro distinguió al maestro José De la Cabada, y sigilosamente nos acercamos a su mesa, lo saluda cordialmente, y él apenas nos echó una mirada como diciendo ¿y ustedes quiénes son?.
Pedro alcanzó a decirle algo, como: Maestro es un privilegio saludarle.
Acto seguido, el flaco y yo también lo saludamos, y nos despedimos. Salimos del Club de Periodistas, como pudimos llegamos hasta la TAPO y regresamos a Texcoco por la noche, de aquel aciago 19 de septiembre. Para esas horas, ya éramos noticia mundial, y en la imagen de televisa, Zabludovsky y Havelange anunciaban al mundo que México estaba de pié, en realidad, querían decir que los estadios de fútbol estaban intactos, y que el Mundial 86 seguía adelante.
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En realidad, esta crónica debió haber empezado con esto de la Poniatowska:
Un terremoto es un descubrimiento.v El 19 de septiembre de 1985 el centro de la ciudad de México fue devastado por un primer terremoto de 7.3 grados en la escala de Richter que se sintió en un área de 800 kilómetros cuadrados.
El primer terremoto destruyó 250 edificios, 50 quedaron en riesgo de desplomarse, mil construcciones inutilizables, 5 mil heridos, mil o más bajo los escombros.
En todo el primer cuadro no hubo luz. El Hotel Regis, la SCOP con los murales de mosaicos de Juan O'Gorman, el Multifamiliar Juárez, la Unidad Nonoalco-Tlatelolco, Televisa, el Centro Médico, el Hospital General, la Secretaría de Comercio se desplomaron. Maternidades y hospitales, edificios públicos que jamás deberían caerse se hicieron pedazos.
En los días siguientes habríamos de enterarnos que los muertos eran más de los 10 mil especulados o los seis o siete mil que daba el gobierno.
La Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) registró 26 mil muertos. Salieron rescatados de los escombros 4 mil 100 personas, entre ellas varios recién nacidos.
Pie de Foto.
Rostros de la tragedia, los tepiteños de pie, vecinos del barrio bravo que nos dieron una lección de solidaridad y coraje. La organización de vecinos prácticamente nació aquí en estas calles de la colonia Morelos, el corazón de Tepito.