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Sábado 23 de Nov de 2024
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La cambiante Cajeme

Elías González Vega
Martes 02 de Octubre de 2007
 
I<
Debo sincerarme: vagamente recuerdo los años de la incipiente Central Camionera en los maravillosos 60s. Aquella interminable fila de autobuses ruidosos, vendedores ofertando lo mejor de sus mercancías, gente arremolinándose por conseguir un espacio en los desvencijados camiones de la Cajeme de mis días de chamaco. La “central”, por llamarla de algún modo, se ubicaba en las esquinas de Zaragoza y California, precisamente, en lo que hoy todos conocemos como la Plaza Zaragoza.

II<
Cuando uno estaba chamaco, no había placer mayor que el que le anunciaran que iba uno a ir al cine. Qué emoción, que días aquellos en que la función hacía olvidar las pocas penas de nosotros los plebes, los inocentes chamacos de ayer. Una función de cine, casi siempre iba acompañada de los chuchulucos, las palomitas y un “Lucerito” de ribete.

III<
Qué cuáles eran los cines del Obregón de esos años, de mediados de los 60s. Casi muchos no recordarán al “California”, el “Terraza Pitic” cuyas ruinas aún prevalecen como mudos testigos del entretenimiento público de aquellos años. Cabe señalar que este cine, curiosamente, llamado “Terraza”, no tenía techo, es decir, estaba prácticamente al aire libre, y era una sola localidad, es decir, pura luneta del más sólido concreto como asiento del respetable y sufrido espectador.

IV<
Como bien han de suponer los curiosos lectores de esta crónica, las funciones eran nocturnas, pues cuando las soleadas tardes de verano agonizaban en el horizonte local, surgía la magia de las imágenes del cine, e iluminaban la pantalla de este singular teatro. Los que se aventuraban a asistir a las funciones, tenían siempre la precaución de llegar temprano y escoger un buen lugar pegado a la pared, como un natural refugio antiaéreo para las eventuales lluvias de piedras que se dejaban venir de la plebada del barrio de la California. Y a la salida de este cine terraza, una gran mayoría de cajemenses ha de recordar sus visitas obligadas a la taquería “Romo” o bien a “Los Comales”.

V<
“El Mexicano”, el “Máximo” en el Plano Oriente y el “Cinelandia” por la Veracruz eran otros teatros que hacían de las delicias de los adolescentes de aquellos años. De todo esto que platico con ustedes, cabe decir que ya no queda más que el recuerdo, pero que cubrieron una necesidad de recreación, hasta que fueron desplazados por otros cines más confortables, como el “Cajeme” “Cinema 70”, y los Cinemas Gemelos de la Organización Ramírez, en el bulevard Calles y en la Plaza Tutuli, mucho tiempo después. Todavía el Cinema 70, o lo que queda de él, cascarón infame, sitio fantasmal, ente hediondo que se niega a desaparecer en el firmamento citadino.

VI<
Como muchos de ustedes se han de imaginar, la modernidad ha ido remodelando el rostro de nuestra ciudad. Así, la Cajeme de mis días de chamaco, ya no se parece en nada a la fisonomía actual. Para bien o para mal, las ciudades cambian su maquillaje, se remodelan, se van cubriendo las arrugas con nuevos edificios. No nos damos cuenta, pero cuando nos sentamos ante la computadora para escribir esta entrega, es entonces cuando la nostalgia de la pátina del recuerdo nos lleva de la mano por todos los sitios de nuestras andanzas, nuestras correrías, nuestros pequeños triunfos y emociones, que se agolpan como escenas de una película de Tornatore.

VII<
Y como Ustedes queridos lectores podrán apreciar, la mítica tienda “El Blanco y Negro” ha desaparecido, la esquina que cubrió toda una página en la vida citadina, ha dejado su espacio al progreso, a la modernidad, como en su momento ella también cedió el paso a “El puerto de Veracruz”, hoy es ella quien cierra sus puertas a toda una generación de cajemenses.
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