Alegorías: La felicidad es como las gallinas

Durante mucho, mucho tiempo juré y perjuré que el sentido de nuestra existencia en este mundo, en este cuerpo y en esto que llamamos vida, no era más que un experimento para medir los alcances de confusión y sufrimiento que algún villano inventó para tratar de enseñarnos que la felicidad es un sueño inalcanzable.

He leído cientos de libros (aunque no se note), vivido miles de experiencias y de aventuras, he empeñado días de mi vida a cambio de nada en este afán de encontrar la salida, o quizá, la entrada; he consultado a más de un erudito, he escuchado a decenas de maestros, he pasado miles de minutos solo pensando, pensado; contemplando, contemplando, incluso, me he intentado hablar con Dios, y más que hablar, he intentado escucharlo, en fin, ha sido, hasta cierto punto un plan de vida.

Después de todos estos intentos, llegué a la conclusión que sí, que definitivamente, la vida es una completa confusión diseñada para que nunca ganemos el juego. Un lugar en donde no nos queda más que engañarnos a nosotros mismos sin quererlo creer…

Pero un día, ya hecho a la idea del dolor permanente que los enredos de la estupidez suele traer, llegó a mí, en total serenidad, una especie de confort emocional, y fue en este momento en que la respuesta a todas mis dudas apareció ante mis sentidos, y sin necesidad de tanto alboroto o de andarla correteando, ya que por lo visto con el bienestar pasa cómo con las gallinas; que entre más las correteas más se alejan, pero no les tires unos granos de maíz y vendrán hasta ti para comer de tu mano.

Comprendí entonces que la vida no era confusa, sino que lo borroso era por unas lagañas de egoísmo en los ojos de mi corazón; que el dolor se atenúa lo suficiente como para reír cuando dejamos de escuchar la voz del miedo y la discordia que en todo momento nos está hablando; que el entendimiento entre los semejantes se logra en cuanto nos ponemos en sus zapatos y dejamos de pensar tanto en nosotros mismos; y lo más importante, pude saber que más que una vida de tristeza y sufrimiento, el plan maestro para nuestra existencia es todo lo contrario, es alegría y regocijo.
Encontré que el afecto y devoción son las semillas del amor; y que el amor es tan grande como el sol y alcanza para todos.

Ahora, voy por las calles sin un motivo de preocupación, sólo tratando de vivir de acuerdo a mis convicciones, y deseando que lo mismo puedas hacer tú, y rogando para que juntos logremos hacer que este breve momento cósmico de vida, que el sufrimiento nos pinta como una eternidad, sea un instante digno para todos.

“Aprende de los errores ajenos. No puedes cometerlos todos tú”
Dicho Popular

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