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La Gran Derecha

Lorenzo Meyer
Martes 12 de Febrero de 2008
 
Del Reich Neoliberal de los Mil Años al Gran Fracaso

El triunfo de George W. Bush –y del tortuoso vicepresidente Richard Cheney- en las elecciones norteamericanas de 2001, no fue el inicio de la construcción del dominio largo del conservadurismo norteamericano sino el inicio de la crisis para la derecha grande.
El principio del fin del proyecto neoconservador detonó no al interior de Estados Unidos sino fuera, como resultado del fracaso en su intento de rediseñar la estructura política del Oriente Medio –punto de partida de un ambicioso proyecto imperial de alcance global- mediante la invasión de Irak.

La invasión de Irak –acción unilateral en extremo de los neoconservadores norteamericanos- fue planeada bajo el supuesto que era legítimo, viable y de poco costo para la única superpotencia, introducir en cualquier punto de la periferia la democracia liberal desde afuera y desde arriba, incluso en regiones que nunca la habían experimentado.
La acción fue formalmente justificada con supuestos que desde el inicio eran dudosos –la alianza de la dictadura laica de Bagdad con el extremismo religioso islámico de Al Qaeda y la existencia de armas de destrucción masiva en Irak- pero que muy pronto demostraron ser descarnadamente falsos a la vez que la resistencia iraquí resultó más fuerte de lo esperado.
El desastre norteamericano en Mesopotamia resultó tan grande como la soberbia imperial que lo fabricó, aunque su costo lo han pagado menos los norteamericanos y más, mucho más, los iraquíes.

Dentro de Estados Unidos, el proyecto social de la derecha se tradujo en el dominio de los grupos de interés y en un crecimiento de la distancia entre las clases populares y media por un lado y los “súper ricos” -la minoría beneficiada por una política fiscal descaradamente inequitativa-, por el otro.
Como resultado, el golfo que separa a los privilegiados del resto de la sociedad es tan grande hoy como el que existía hace un siglo.
Y para completar el cuadro, hay que añadir la irresponsabilidad de la política crediticia y el fracaso de la “magia del mercado”.
El abuso en los créditos hipotecarios acabó con la bonanza en la industria de la construcción, golpeó al corazón del sistema bancario, bajó el ritmo de crecimiento de la economía y amenaza con llevar a Estados Unidos y a otros países –al nuestro entre ellos-, a una recesión. Así, no extraña que la última encuesta de opinión en Estados Unidos (Wall Street Journal-NBC) muestre que sólo el 19% de los entrevistados considere que su país marcha bien.

¿La Debacle? Las pasadas elecciones legislativas en Estados Unidos y el proceso en curso para elegir al sucesor de George W. Bush han precipitado la crisis del Partido Republicano, el centro vital de la derecha norteamericana.
Hoy, los republicanos más conservadores simplemente no tienen un candidato claro y viable; el senador John McCain, por ejemplo, pudiera ser viable, pero no pertenece al núcleo duro de la derecha.

En el Partido Republicano huelen una posible derrota, no sólo electoral, sino del gran proyecto de hacer al mundo a imagen y semejanza, y eso empieza producir divisiones y desmoralización.
Dentro de las filas republicanas, tanto algunos líderes como algunos militantes aceptan que han fallado y que están fuera de sintonía con las preocupaciones y prioridades de la mayoría norteamericana, (véase a Armes Ponnuru y Richard Lowry, “The Grim Truth”, Nacional Review, 19 de noviembre, 2007).

Ciertos republicanos como David Frum proponen, como solución, un “conservadurismo verde”, uno que se dedique a responder a las demandas y necesidades de la clase media, de los que no tienen seguro médico, que haga suyas las agendas de los ecologistas a la vez que sostener la defensa de sus posiciones tradicionales –su oposición al aborto, por ejemplo- con un tono menos estridente, usar más de la persuasión que de la coerción.
En fin, que esa corriente ve la salida en una especie de ¡izquierdización de la derecha! (citado por Michael Tomasky, The New York Review of Books, 17 de enero, 2008).

Efecto. Si los procesos políticos en marcha en Estados Unidos –el nido de la derecha grande- siguen por donde van y las tendencias que tomaron fuerza bajo Reagan llegan a su fin con Bush hijo, entonces las derechas pequeñas -¿enanas?- de la periferia, como la mexicana, pueden perder empuje y confianza, al menos en el plano ideológico.
Claro, nada es de esto es seguro y, en todo caso, estos procesos son lentos y contradictorios, sus efectos toman tiempo y el tiempo hace pagar un precio alto a aquellos que les ha tocado permanecer en el lugar de los perdedores en el reparto de costos y beneficios del esfuerzo colectivo.
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