|
Como la película de moda, el PRI en Sonora muestra en esta época electoral dos personalidades desagradables pero afines a su historia: Es rudo y es cursi.
Los procedimientos utilizados para imponer a sus candidatos y sacar de juego a los no deseables, son expresiones de una rudeza excesiva y ajena a un partido que se dice demócrata o que lucha por la democracia interna. Varios ejemplos de este proceder aparecieron en los días recientes, pero basta con mencionar los más conocidos aquí en Cajeme.
Con rudeza innecesaria, mañosa y mafiosa, típica del PRI tradicional que tanto crítica el PRI Sonora, con esa rudeza cortó de tajo las aspiraciones de Eduardo Castro Luque, quien aspiraba a contender por la candidatura a una diputación local, la misma que quiere Rosario Oroz Ibarra y quien por ser la protegida con la línea oficial quedó como “candidata de unidad”.
Maniobra que no sólo afectó a Castro Luque sino también manchó el expediente de Rosario Oroz quien se jacta de ser una militante rebelde cuando es necesario oponerse a decisiones arbitrarias o rudas. Quién de los dos precandidatos perdió más, es difícil saberlo.
Rudo fue el PRI Sonora en su proceso interno para imponer a Alfonso Elías Serrano sobre Ernesto Gándara en la lucha por la candidatura al Gobierno de la entidad. La fuerza del Estado empleada a favor de uno y en contra del otro, habla de una rudeza típica del peor PRI, el mismo del que siguen renegando los priístas oficiales.
Así por el estilo, podríamos continuar mencionando los múltiples casos en los que el PRI Sonora enseña su verdadera y ruda personalidad.
Pero esta naturaleza del priismo, difícil de abandonar por lo visto para quienes presumen de ser “otro PRI”, se encubre con un rostro de cursilería que haría palidecer de envidia a Sara García, Chachita y toda la legión de actrices que pueblan el universo de las telenovelas mexicanas.
Cursi, empalagoso como un chorro de miel, es el “himno de los valores sonorenses” que transmiten a diario los medios de comunicación regionales. Melodía que no sólo es una promoción gubernamental, sino forma parte de la propaganda oficial de acompañamiento a la estrategia del partido.
Cursis, sentimentaloides como una comedia del cine mexicano, son las declaraciones de los precandidatos priístas a todo tipo de puestos. Hablan como desorientados, como que aún no reciben el guión que deben pronunciar, y se refugian en declaraciones vacías de contenido político pero saturadas de nobles intenciones, de deseos estremecedores por apoyar a los desprotegidos.
A falta de proyecto los precas y los candis priístas se refugian en la consabida cursilería que pretende ganar simpatías.
Es probable que los priístas estén actuando de acuerdo con las órdenes de un “experto asesor en mercadotecnia política”, de ésos que tan caros nos cuestan a los contribuyentes sonorenses, y cuya máxima es “si hablas ante los medios dí cosas sencillas, dirígete a los sentimientos, no pierdas tiempo en razonamiento que nadie entiende ni le interesan”.
Así, fieles a su historia, los priístas se preparan para alcanzar el trofeo más preciado de la rudeza y la cursilería: el “carro completo”.
