En una de esas declaraciones que se convierten en símbolos de un momento histórico, el 7 de febrero de 2008, el doctor Agustín Carstens le dijo a Carlos Loret de Mola: "Estoy seguro de que no nos va a dar una pulmonía. Espero que nos dé un catarrito". Con esto hacía referencia al viejo dicho de que, en economía, cuando Estados Unidos estornuda, México contrae una pulmonía.
Es muy fácil hoy cuestionar al secretario de Hacienda. Todos los especialistas pronosticaban a principios del 2008 una crisis más profunda en Estados Unidos que en México. Como señaló el propio Carstens en aquella entrevista, México no sufrió una burbuja hipotecaria ni tenía una banca con problemas por una cartera subprime.
El secretario argumentaba que el mayor impacto en México se registraría en las remesas y las exportaciones a Estados Unidos, pero que éste podría compensarse con un mayor gasto en infraestructura.
Todavía en los Criterios de política económica 2009, presentados en septiembre del 2008, la Secretaría de Hacienda preveía una expansión de 3 por ciento en la economía del país. Desde entonces las previsiones han bajado constantemente.
En febrero de este 2009 Hacienda ya pronosticaba un descenso de 1 por ciento, pero se acusó de catastrofista a Carlos Slim cuando el 9 de febrero, en un foro del Senado, presentó una perspectiva más pesimista.
Hoy nadie habla ya del catarrito más que en burla. Si queremos continuar con el símil, me imagino que Estados Unidos está afectado por una neumonía atípica mientras que México sufre de un severo caso de influenza A H1N1 no tratado a tiempo. Estados Unidos tuvo una caída de 2.6 por ciento en su Producto Interno Bruto en el primer trimestre del 2009 en comparación con el mismo periodo del 2008 y espera para todo el año actual una contracción de 2.9 por ciento (The Economist, 21.05.09).
México tuvo una caída de 8.2 por ciento en el primer trimestre (INEGI) y espera una baja de 5.5 por ciento para todo el año (Carstens, 20.05.09). Las cifras mexicanas, como vemos, son significativamente peores a las estadounidenses.
Los indicadores económicos y de empleo en la economía nacional son en este momento desastrosos. La industria cayó 9.9 por ciento en el primer trimestre, pero la producción de manufacturas se desplomó 13.8 por ciento.
Al contrario que en 1995, las exportaciones no han sido fuente de salvación para las manufacturas. Los servicios cayeron 7.8 por ciento, pero el comercio lo hizo en 17.2 por ciento.
El número de asegurados permanentes en el IMSS, quizá la manera más certera de medir el desempleo en nuestro país ante la irrealidad de las cifras del INEGI, muestra ya consecuencias severas.
Los 13,979,608 trabajadores registrados en abril de 2009 son 500,479 menos que en el mismo mes de 2008.
Si el ingeniero Slim hubiera presentado las cifras que hoy tenemos en su comparecencia ante el Senado de febrero, los cuestionamientos por su presunto catastrofismo habrían sido todavía mayores.
La realidad está superando las peores previsiones. Y las cifras aún no reflejan los daños causados por la epidemia de influenza.
Es posible, como lo ha señalado el secretario Carstens, que ya haya terminado el periodo de caída libre. Varios indicadores señalan que la propia rapidez del desplome podría producir un rebote.
Pero aun si no hay un deterioro adicional, el catarrito de este 2009 será muy superior a la crisis económica del país, Estados Unidos, que dio origen a la epidemia.