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Lunes 25 de Nov de 2024
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Un país de pocos

Lorenzo Meyer
Lunes 01 de Junio de 2009
 

En un artículo sobre Carlos Slim que aparecerá en The New Yorker (1o. de junio) Lawrence Wright cita a un corresponsal de The New York Times que, al saber del préstamo por 250 millones de dólares que el magnate mexicano acababa de hacer (enero, 2009) a su periódico -y de las duras condiciones impuestas por Slim al prestigiado pero endeudado diario-, se pregunta si a esa venerable empresa periodística le convenía asociarse con "un monopolista consumado" como Slim.

Wright aprovecha la observación para definir al fundador del Grupo Carso como algo más que un monopolista: "nadie en la historia moderna ha dominado una economía de las dimensiones de México -un país de ciento diez millones de habitantes con un ingreso per capita superior a los diez mil dólares- como lo ha hecho Carlos Slim".

El ingeniero mexicano de origen libanés es el eslabón más reciente -y el más notable- de una cadena de personajes similares que viene de muy atrás.

En realidad, una manera de resumir la historia de México -lo mismo política que económica, social o cultural- es la narración de lo sucedido en un país que siempre ha sido posesión efectiva de un puñado.

Desde que hay memoria histórica, a nuestra sociedad se le puede definir como una estructura de poder diseñada para organizar y explotar la desigualdad social extrema. Y esta definición es válida lo mismo para el periodo indígena que para el colonial, el independiente o el actual.

En el pasado profundo, el dominio de los muchos por los muy pocos fue aceptado como natural, como legítimo, pero a partir de la independencia cada vez menos. Esa pérdida progresiva de legitimidad del poder de las minorías en un país estructurado de siglos por y para beneficio de los pocos, es lo que en gran medida explica la dinámica de la historia política de México en su etapa nacional.

Desde el gobierno y los círculos que le apoyan, se señala que la actual crisis económica viene de fuera y no es culpa de nuestra dirigencia.

Sin embargo, el hecho rotundo e innegable es que México dejó de crecer desde 1983. La liga tan estrecha con Estados Unidos no es casualidad sino diseño de Carlos Salinas -el TLCAN- y nunca se tradujo en el crecimiento prometido para el país en su conjunto.

La gran exportación hacia el mercado norteamericano nunca se hizo como parte de una cadena productiva ligada al resto de nuestra economía sino a importaciones, de ahí que el saldo comercial haya sido sistemáticamente negativo.

El TLCAN ha beneficiado sólo al México donde señorean los pocos, el México ligado a las exportaciones, el México ligado al sector financiero (que básicamente es extranjero), el México de las actividades monopólicas o cuasimonopólicas (teléfonos, televisión, cemento, etcétera), el México de la alta burocracia (alimentada por la renta petrolera). Sin embargo, hubo otro México mayoritario que no creció, que no crece porque su mercado, el interno, ha desaparecido o casi.

Los indicadores sobre la distribución del ingreso del INEGI nos dicen que hoy el 60% de las familias mexicanas se las tienen que haber con el 26% del ingreso disponible mientras el 10% superior dispone del 36% de ese ingreso. El salario, ya sea el mínimo o el promedio, ha caído desde el inicio de la crisis del modelo económico en 1982. Peor aún, los aumentos en la productividad, cuando los hubo, no pasaron mayoritariamente al trabajo sino al capital.

Y es que, finalmente, la razón de fondo de la desigualdad creciente es la que señala el economista Ravi Batra de la Southern Methodist University de Estados Unidos ya citado antes por esta columna (23 de abril): el sistema neoliberal actual está expresamente diseñado para que el aumento de la productividad apenas si llegue a los trabajadores y el grueso se quede como ganancia del capital.

Este fenómeno lo ha mostrado Enrique Dussel para nuestro país. Por ejemplo, Dussel sostiene en 2004 que en la industria automotriz "el empleo aumentó en 40.1% durante 1988-2001, los salarios reales disminuyeron en 17.3% y la productividad aumentó en 213.2%".

La crisis económica ocupa hoy el centro del debate público. Ayer ese lugar lo tuvo la epidemia de influenza y antier el problema de la seguridad. Sin embargo, nuestra verdadera crisis es la incapacidad histórica para hacer que México transite del país de los pocos al de los muchos. Y ése es el tema, y lección, que nos deben recordar los dos aniversarios que se aproximan.

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