• Banner
  • Banner
  • Banner
Lunes 25 de Nov de 2024
El tiempo - Tutiempo.net

Ante el dolor de los demás

Teresa de Jesús Padrón Benavides
Lunes 13 de Julio de 2009
 

 <i>Por Teresa de Jesús Padrón Benavides</i>

Los hijos son la bendición de los padres. Un matrimonio sin hijos podrá ser feliz, pero no plenamente. Podrán complementarse, acompañarse y brindarse apoyo y afecto mutuos, pero no podrán conocer la que tal vez sea la forma de amor más pura, más genuina, más incondicional, la de amar a los hijos.

Por ellos nos levantamos todos los días de nuestra cama, aún si ya no tenemos mucha fe en el mundo; por ellos seguimos creyendo que Dios no nos ha abandonado; por ellos, por su bienestar y su felicidad, sacrificamos incluso nuestras aficiones y nuestros gustos más arraigados, a cambio de verles plenos y alegres, porque su alegría es también la nuestra y su dolor y su sufrimiento, son de nosotros.

Cuando muere un hijo o una hija, los padres simplemente dejan de ser personas completas. Se vuelven como árboles talados, con apenas unas pocas y endebles ramas que ya no dan sombra ni albergan pájaros. Su mirada cambia. Parece reflejar todas las tristezas del mundo e incluso si sonríen, sus ojos están siempre a punto del llanto. Sienten que serán incapaces de seguir adelante pues la vida es inútil y carente de sentido después de la pérdida de sus hijos.

La muerte les ha tocado a destiempo. Ellos debían adelantárseles a sus hijos y no al revés.

Todas las cosas evocan el recuerdo de ellos, de los hijos que ya no están. Los objetos que eran suyos adquieren un sentido especial, uno que tal vez no les habríamos otorgado antes. Todo adquiere un halo sombrío.

La luz se vuelve opaca, incluso en días luminosos. Ya no hay pláticas de sobremesa durante la comida. Hay que evitarlas y reducir el tamaño del comedor para que no sobren sillas.  Las familias se han vuelto mutiladas, desmembradas, incompletas.
Los años por venir se vuelven como un compás de espera hacia el reencuentro con ellos.

La vida aquí y ahora se vuelve un paso de tránsito hacia algo pleno, perpetuo.  En esa esperanza se cifra nuestros casi nulos afanes por permanecer vivos. La inercia de los días contiene sólo unos mínimos destellos de alegría gracias a esa esperanza y al recuerdo, que permanece vivo pues se nutre día a día de nuestro dolor.

Y tal vez el dolor sea aún mayor cuando los hijos mueren siendo todavía pequeños y en circunstancias trágicas. Los padres parecen haber perdido no sólo una parte de sí mismos, sino también la cordura, la razón. Su dolor es tan grande que no pueden sentir nada más que eso, dolor.

Esta vez el dolor ha trastocado la cotidianidad de nuestra vida de forma directa. La tragedia de la guardería ABC en Hermosillo parece habernos hecho replantear nuestra forma no sólo de pensar sino de actuar, de vivir. Nuestra cultura, nuestros valores, nuestros hábitos se han topado frente a un espejo terrible, nefando: el espejo que no miente, que nos devuelve una imagen cruda y descarnada de quienes somos en realidad. Y lo que vemos no nos gusta.

El terrible acontecimiento que nos ha tocado vivir, da fe de nuestra negligencia, de nuestra ignorancia, de nuestro descuido y de nuestra mediocridad, nuestro conformismo y de nuestra irresponsabilidad a la hora de tomar decisiones importantes   (Y ¿qué  puede ser más importante que la vida de nuestros hijos?) pero sobre todo de nuestra complicidad y coparticipación con toda esta red de corrupción en la que está inmersa la vida de nuestro país en todos los ámbitos.

Nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, los que a diario somos víctimas de algún tipo de atropello, de algún abuso por parte de la autoridad, de alguna injusticia por parte de algún funcionario público o, simplemente de nuestros jefes o superiores, somos culpables, tanto como nuestros gobernantes, de que estas cosas sucedan.

Hemos dado una licencia de impunidad y de inmunidad a todas las instancias involucradas en procurar nuestro bienestar, nuestra integridad física y la de nuestros hijos. Cuando permitimos, a cambio de pagar menos, acceder a bienes y servicios de dudosa procedencia; cuando no hacemos fila en los trámites engorrosos pero necesarios, porque conocemos a “alguien” que trabaja allí; cuando nos estacionamos en lugares reservados a los minusválidos; cuando damos “mordida” a cambio de que no nos multen, aunque sabemos que no debemos estacionarnos en doble fila; cuando chantajeamos al conserje de la escuela para que deje entrar a nuestros niños que llegaron tarde (y, lo peor, ¡delante de los niños!).

Estamos dándole una licencia al crimen, le damos permiso a la corrupción de permear nuestra cultura, nuestra forma de vivir y de pensar.

Es lamentable y muy, muy triste que tengan que ocurrir tragedias como la de Hermosillo  para “enseñarnos” que todo está mal. ¿Por qué debemos esperar hasta que algo como esto suceda para “aprender” la lección? Los niños muertos en circunstancias tan terribles habrán de recordarnos, todos los días de nuestra vida, que murieron por nuestra culpa. Sí, por la de usted y la mía y la de todos los mexicanos que con nuestra actitud y nuestra forma de hacer las cosas, permitimos que impere la impunidad, la ilegalidad y la injusticia en nuestro ¿querido? México.

Ahora, a un mes de la tragedia, después de las acusaciones, los insultos, el deslinde de “responsabilidades”, las marchas y manifestaciones de indignación, lo único que podemos hacer todos, si es que aún nos queda un poco de decencia, es guardar un profundo y respetuoso silencio por el dolor de las familias de los niños y, si acaso somos capaces, intentar ser honestos, aceptar nuestra parte de responsabilidad e intentar cambiar nuestra actitud hacia la vida y reconciliarnos con ella, celebrándola, todos los días, sacando fuerza del dolor y no permitiendo que algo así vuelva a suceder jamás.

Ese será el más humilde y sincero homenaje que podamos rendir a nuestros niños. La única forma posible de recordarlos como lo que fueron, la alegría de nuestras vidas, nuestra bendición.

Política de Privacidad    Copyright © 2006-2024 InfoCajeme.com. Todos los Derechos Reservados.