<i>Por Julio Ernesto Félix</i>
Tres días antes del 5 de julio, cuando ya había concluido el tiempo legal de las campañas electorales, Ciudad Obregón fue invadida por una campaña negra armada con miles de llamdas telefónicas, reproducción masiva de la portada de un periódico y participación en notcieros radiofónicos de "ciudadanos aparentemente sorprendidos" que daban fe al mensaje de dicha campaña: Manolo Barro no merecía ser candidato porque no tenía la calidad moral para serlo.
Algo así decía el mensaje que se basaba en una calumnia difundida hasta el cansancio, pero que por lo visto no hizo mella en la mayoría de los votantes.
El asunto ahora no es discutir la veracidad de esos mensajes, ni "descubrir" quién pagó esa campaña negra porque la respuesta es obvia.
Lo importante es entender por qué se hizo la campaña negra a unas horas del domingo electoral, y a partir de esto entender qué persigue el movimiento actual del priísmo que pide la anulación de las elecciones.
La campaña negra se hizo simple y sencillamente porque el PRI tenía datos confiables que señalaban la ventaja de Barro en las intenciones de voto y había que bajar a como diera lugar esa tendencia que auguraba el triunfo panista. Sólo así se entiende que se haya desatado esa campaña feroz por parte de los probos candidatos priístas.
Ahora, ya con la derrota a cuestas, el PRI en Cajeme trata de convencernos que le robaron el triunfo y atribuye al PAN una serie de malos manejos durante la jornada electoral. En su interior, y con las encuestas en la mano, los priístas saben que perdieron esta elección pero no están dispuestos a ceder el poder así nomás porque sí.
Antes de entregar la estafeta a los panistas, quieren propiciar la agitación social y manipularla para negociar desde una posición de fuerza con las próximas autoridades.
La razón es muy sencilla: Invirtieron muchos millones para su campaña y de algún lado tienen que sacar y recuperar lo invertido. Si no todo, cuando menos lo que aparezca. Ésa es la premisa no sólo de los priístas sino de manera especial de quienes apostaron a su triunfo y les dieron generosos apoyos.
Los resultados obtenidos el domingo hablan de una diferencia muy marcada entre el primero y segundo lugar, entre Barro y Vargas, por lo que revertir la elección es casi imposible. Igual sucede a nivel estatal.
A pesar de eso tendremos un fuego cruzado de declaraciones, mucho ruido y la disposición del PRI de hacer cualquier cosa que sea necesaria si eso le permite presionar desde una posición de fuerza a las próximas autoridades municipales y estatales.