<i>Angélica Beltrán</i>
Resulta ocioso que ahora el diputado federal electo por el distrito XIII, Ottro Claussen, responsabilice de la derrota del PRI en Sonora, a terceros que no participaron en la campaña del candidato del tricolor.
Cuando por falta de méritos propios, el partido en ese estado perdió la gubernatura; así como por la cerrazón y ensimismamiento de la cúpula que dirigió al PRI en Sonora, comandada ésta por el gobernador Eduardo Bours Castelo.
Debido a una política social pobre, trafico de influencias y corrupción develada luego del 5 de junio; así como por su incapacidad para ejercer la política en su más amplia acepción, el mandatario sonorense se coloca como el responsable solitario de la derrota.
Por ello resulta no sólo ocioso sino además lamentable que el diputado Claussen, quien debe conoce bien cómo operó en los hechos la cúpula priísta en Sonora, en la elección del candidato y posterior despliegue de la campaña electoral, culpe ahora a los priístas “desterrados” de hacer posible la transición.
Sobre todo porque luego de que Alfonso Elías Serrano ganó la controvertida elección interna, fueron desterrados decenas de priístas de alto nivel, que formaban parte de los cuadros más destacados del partido en el estado, por que así lo dispuso el gobernador Bours Castelo, quien hasta el 6 de julio consideró que no necesitaba de nadie para ganar.
En este proceso de “limpia del partido” quedaron fuera del proyecto electoral del PRI en Sonora, sólo por mencionar a algunos, los diputados federales que conforman la bancada del tricolor en San Lázaro: Gustavo Mendívil, Carlos Zatarain González y Carlos Armando Biebrich; además del presidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara.
En este contexto, no sólo resultan inapropiadas, sino además ciegas las declaraciones de Clausse Iberry contra ciertos priístas, en particular Ernesto Gándara y Carlos Zatarain; a quienes acusó de traicionar al PRI-Sonora y de apoyar al candidato del PAN, Guillermo Padrés.
Sobre todo porque el diputado federal electo, sabe mejor que nadie que estos dos priístas, que contendieron en la elección interna, fueron pateados por el propio Bours, quien además de no considerarlos en el equipo de campaña del senador con licencia, les cerró las puertas del partido.
Así, cualquier acusación que responsabilice –de manera indirecta— a cualesquiera de la derrota del PRI en el Estado, queda limitada y ociosa, en un contexto en que además de la circunstancia histórica que marcó el 5 de junio; sobresale la figura de Bours Castelo como el personaje que guió el proceso electoral y se confió demasiado en su suerte y en su poder para ganar. A quien por cierto, el adagio de La unión hace la fuerza no le significó nada entonces.