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¿Misoginia o misandria?

Jesús Noriega
Martes 15 de Septiembre de 2009
 

Jesús Noriega

Decidí entrarle a la rebambaramba de Infocajeme, tan sólo porque en el tema de la equidad de género ya se armaron los jaloneos y la discusión se puso interesante.

Por ejemplo, brincan los comentarios de la luchadora social cajemense Leticia Burgos Ochoa, quien dejó líneas incendiarias y propone un movimiento por el que concita a que las mujeres se inconformen con la intregración del gabinete legal y ampliado de Guillermo Padrés… Bueno, al caso viene lo siguiente:

Burgos Ochoa hizo su carrera política a partir de la actividad desplegada en las Brigadas del Sol de Guerrero y la fortaleció con carrera burocrática hacia el interior de su partido el PRD.

La fecunda trayectoria la consolidó siendo beneficiaria de las cuotas de género; de manera que primero fue diputada federal en la LVI Legislatura, después senadora en la XLVIII Legislatura, donde presidió la Comisión de Desarrollo Social.

Lo dicho, el recorrido de la vida política de Burgos es encomiable, y sin dudarlo, retribución apenas justa para sus servicios a favor de los sectores desprotegidos y al trabajo de partido. Meritorios y válidos para obtener espacios en ambas cámaras.

Ambas posiciones las obtuvo por la vía plurinominal, es decir, en ambas oportunidades fue legisladora por el beneficio de las listas elaboradas en el partido, y en ambas ocasiones nominada por las concesiones partidistas otorgadas a su condición de mujer.

Cuando quiso participar en procesos de elección abiertos a votaciones invariablemente se quedó en el camino: quiso ser tomada en cuenta para dirigir el PRD, en la sucesión de aquella pésima dirigente llamada Hilda Elisa, y no llegó; quiso ser tomada en cuenta para ser presidenta municipal de Cajeme, tampoco se fijaron en ella; quiso ser candidata a gobernadora y no pasó de los suspiros.

Después de leer que Leticia Burgos Ochoa incrimina al actual ejecutivo estatal por la conformación de su gabinete; de conocer que su extraordinario paso por las cámaras de diputados y de senadores se dio a consecuencia de arreglos por “cuotas de género”; que posteriormente no consiguió colocarse como oferta política atractiva entre los electores, saltan a la vista las razones por las que reclama espacios para las mujeres.

Qué bueno que existan espacios ocupados por mujeres. Necesariamente deben existir espacios ocupados por mujeres; de quienes se asegura que poseen mayor sensibilidad para percibir y accionar ante los fenómenos sociales, que tienen menos tentaciones que los varones a torcer la ley, o incluso, menor proclividad a caer en las diversas formas de corrupción.

Yo tampoco creo que la conformación ideal de los órganos técnicos y administrativos del sector público, deba ser con estricta proporcionalidad al peso demográfico que ocupan hombre y mujeres en la estructura poblacional. Que fabuloso sería que existiera la perfecta proporcionalidad, pero tal hecho es una fantasía.

Hace unos dos años, perdida en interiores apareció una nota periodística curiosa: en síntesis refería el mea culpa que de cara a la sociedad hizo una ministra inglesa, la que abiertamente comunicó que llegó a ministra por concesiones sucesivas y afortunadas de género. El mundo de las feministas sufrió un shock, la importante dama aceptó que en cada prelación dejó en el camino varones mejor preparados o con méritos superiores, lo que finalmente y dada su prominente posición, le provocaba ciertos sentimientos de culpabilidad.

Es lógico pensar que en la integración de los equipos de Guillermo Padrés y de Manolo Barro, ante el nombramiento de mujeres, habrán de quedar en el camino de las nominaciones muchos hombres responsables y preparados. Que bueno que sea sí. Lo contrario necesariamente debe ser la excepción, ya que ante la presencia de mujeres brillantes, o en igualdad de circunstancias, sin dubitaciones deben cancelarse las nominaciones de los varones propuestos.

Y es bien cierto, las mejores mujeres y los mejores hombres en las posiciones estratégicas, y en las demás también. Además, las mejores mujeres y los mejores hombres en las posiciones correctas. Pero que sea siempre por méritos, no solamente por cálculos matemáticos en los que intervenga en forma determinante la variable sexo.

Tal vez la Sra. Leticia Burgos Ochoa deba reflexionar en torno a la propuesta de tonos radicales que dejó en el tablero de comentarios de Infocajeme. Por mi parte, con todo respeto a su condición de mujer y dama extraordinaria, le recuerdo que el contrario de misoginia es misandria, y que tan odiosa es la una como la otra.

Saludos a los compadres de La Huivuilai.

Jesús Noriega

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