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Sábado 23 de Nov de 2024
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Barro: ¿gerente o administrador público?

Jesús Noriega
Miércoles 14 de Octubre de 2009
 

El problema de la gerencia pública es confundir lo privado y lo público, el primero se concentra en el superávit y el segundo se enfoca a lo social

El Ing. Manuel Barro Borgaro, alcalde de Cajeme, batalla, fines de semana incluidos, para injertarles nociones de gestión pública al cerebro de asesores y colaboradores.

Tarea difícil la de Barro, porque talento y oficio para el servicio público no son atributos que por arte de magia nazcan o crezcan con las curricula, la reputación, la prosperidad en los negocios, o que venga machihembrada a las palancas.

En el mundo de la función pública se debate sobre los principios de actuación de los servidores públicos: los gurús no logran ponerse de acuerdo sobre si la cosa publica conviene que la atiendan administradores, o de plano, hacer las tareas de gobierno a partir de encuadres gerenciales.

El administrador público ha sido modelo dominante, tradicionalmente desde el gobierno se encarga de la puesta en marcha de programas con corte asistencialista, mismos que aspiran a lograr beneficios sociales.


En esta versión del ejercicio de gobierno, interesarían preferentemente las rentabilidades a favor de la gente, aunque de refilón no es raro que se antepongan otro tipo de utilidades políticas, o peor, que se perviertan los objetivos de la función pública.

El gerente público nace con el neoliberalismo; se dice que tiene en mente el mejoramiento de la capacidad administrativa del gobierno y, aplica a la tarea de gobierno razones de corte economicista, tales como costos/beneficios.

Con frecuencia, la gerencia pública sustenta los programas sociales en supuestos de rentabilidad económica -aunque de refilón también se da tiempo de sumar utilidades políticas-, o implanta políticas públicas basadas en las racionalidades ingenieriles.

Personalmente, creo que la mezcla correcta y proporcionada de ambas posiciones, a la que se sumen altas dosis de sensibilidad social, arrojarían los elementos de beneficio que en estos momentos requiere la sociedad cajemense.

Aunque haría un énfasis singular: creo que el meollo en Cajeme está en acarrear al terreno práctico el aprovechamiento escrupuloso del presupuesto autorizado, tanto el que toca a los servicios no personales como el de servicios a las personas.

Cuando apenas comienza el trienio, los escarceos del equipo de Manuel Barro Borgaro con la terca realidad, exhiben las carencias en el oficio público de algunos de sus técnicos y operadores políticos.

Por descontado está que a algunos miembros del gabinete municipal se les nota a leguas que les espera el escabroso camino de las curvas de aprendizaje, proceso que finalmente repercute en los ciudadanos.

A un mes de los treintaiséis que gobernará Barro, urgen las definiciones concretas de la gestión políticamente inclusiva que prometió. En estos momentos no se ven por ningún lado, ni administradores públicos ni gerentes públicos.

Ante una sociedad más informada, y por ende, más estricta, el jefe de la comuna cajemense debe prepararse y ofrecer programas que tengan vocación social irrefutable; ante todo, diseñados con arreglo a las exigencias y reclamaciones que los ciudadanos hacen a diario.

Por cierto, ciudadanos cada vez más enterados y conscientes de sus derechos, porque en la madurez democrática que vivimos la participación organizada de la ciudadanía dejó de ser retórica y ahora es tronco de las decisiones públicas.

Entre arrebatos de entregas caviloseadas y recepciones remisas, hoy por hoy, tenemos en Cajeme un mundo de funcionarios gobernando sin experiencia; un tropel de ejecutivos sin ideología o, cuadros viejos y neófitos en el marasmo del empirismo.

Aunque parezca fuera de lugar, vaya el clamor a Manuel Barro Borgaro, para que aplique pasión y compromiso por el bien público y evite que los programas del gobierno municipal caigan en manos de empresarios que den prioridad a las rentas económicas sobre la racionalidad social.

En esta tierra, a la que Dios parece echarle miradas de reojo, a todos los cajemenses de pura cepa nos importa lo que moldea Manuel Barro Borgaro con la materia gris de su entera confianza.

Pongo aquí la adhesión ciudadana para que, el administrador o el gerente público, o ambos quizá, coseche éxitos. Ojalá, por bien de Cajeme y su gente que aún espera, dé pasos al frente la responsabilidad social de Barro.

Saludos a Juan Monroy en El Alto de Jecopaco.

Jesús Noriega

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