José Gil Olmos / Apro
Tiene tres años en campaña y no se le conocen ideas que innoven la política ni la administración pública. Todo lo que sabemos de él es por la televisión. Es más conocido por su apariencia física, por su noviazgo con una actriz y su peinado, que por sus acciones como gobernador. Aun así, ya se ve sentado en la silla presidencial a partir del 2012, gobernando el país con la ayuda de Televisa y un equipo de viejos políticos cuyas historias son de corrupción, componendas y defensa de intereses de un grupo que ya es mítico en la historia de la política mexicana conocido como Atlacomulco.
Apuntalado por una enorme y millonaria campaña mediática, así como por los errores de sus adversarios, Enrique Peña Nieto se siente seguro de recuperar para el PRI la presidencia que perdió en el 2000. A pesar de que aún faltan dos años y medio para la contienda electoral, el gobernador del Estado de México se muestra como el más firme de los aspirantes a la candidatura presidencial por parte de su partido.
Su confianza se basa en la campaña que Televisa le organizó desde antes de que llegara al gobierno mexiquense, desde aquellos días en que su mentor político, Arturo Montiel, fue expuesto en las mismas cámara de la televisora como un gobernador corrupto. Muerto en sus aspiraciones de llegar a la candidatura presidencial en el 2006, Televisa hizo a un lado a Montiel y lo sustituyó por Peña Nieto, a quien le ofreció los mejores espacios en sus noticieros de televisión, en las telenovelas y, aún más, en los programas de espectáculos y de deportes. Sí, todo eso, pero a un precio de varios millones de dólares.
La campaña mediática del gobernador mexiquense ha tenido sus efectos. Es el político más conocido por el público, el que más aparece en los medios, el que se luce en las fiestas de sociales y del espectáculo, el más reconocido en las encuestas.
Sin embargo, de Peña Nieto no se conocen sus ideas o sus propuestas para cambiar al país. Es un político con un cascaron nuevo, pero de viejas formas en su interior.
Miembro del Grupo Atlacomulco, el cual se ha distinguido por tener a los personajes más corruptos de la política mexicana como Carlos Hank González, el gobernador Peña Nieto tiene, sin embargo, un largo camino que recorrer antes de ser nominado candidato presidencial.
A primera vista tiene enfrente tres problemas que hasta el momento no han sido resueltos: la riqueza inexplicable de Montiel y su familia; el asesinato de Enrique Salinas, a quien el expresidente Miguel de la Madrid señala como uno de los involucrados con el narcotráfico durante la administración de Carlos Salinas; y la muerte de Mónica Pretelini, su esposa, cuyas causas siguen siendo poco claras.
Falta también que explique de dónde ha salido tanto dinero para su campaña mediática, sus relaciones con Carlos Salinas de Gortari, los favores que le debe a Elba Esther Gordillo, sus vínculos con los grupos de derecha más reaccionarios y violentos, los negocios en la construcción de miles de viviendas en la zona urbana de los municipios del Valle de México, las acciones de grupos del crimen organizado que están presentes en varios municipios y las negociaciones financieras con Televisa.
También Peña Nieto debe una explicación al descubrimiento que hizo la agrupación Alianza Cívica, que en su programa de observación de las elecciones pasadas encontró que el Estado de México fue la entidad donde se registraron los mayores índices de compra y coacción del voto, lo cual explica que el PRI haya ganado la mayoría en el Congreso y recuperado los municipios que antes gobernaban el PAN y el PRD.
La lista de pendientes del llamado Golden Boy es larga y compleja, y seguramente aumentará con el paso del tiempo porque se ha convertido en el blanco de muchos otros que aspiran también a la candidatura presidencial, dentro y fuera del PRI.
La fragilidad del "hijo pródigo" del Grupo Atlacomulco aún no se ha mostrado y, seguramente, desde la Cámara de Diputados, donde tiene al grupo más numeroso de legisladores de todo el partido, recibirá protección ante cualquier intento por sacar a relucir sus flaquezas. No obstante, hay circunstancias, accidentes y acontecimientos naturales que ningún político puede prever y que a veces sirven para sacar a relucir las fuerzas o debilidades de los gobernantes.
En Sonora ocurrió así con el caso del incendio de la guardería ABC, que expuso la tiranía y el autoritarismo de Eduardo Bours. Mientras que en el Estado de México, la reciente inundación en el fraccionamiento de Valle Dorado, puso en relieve la incapacidad de Peña Nieto para reaccionar a tiempo y cubrir las necesidades de sus gobernados.
En esos casos, ni con todo el dinero del mundo se pueden ocultar las fortalezas o incapacidades de un gobernante, y eso al gobernador mexiquense le puede ocurrir, que ante un incidente o un hecho imprevisto no sepa cómo reaccionar y todo el dinero invertido en su imagen se vaya al caño en un instante.
Por esos imprevistos Peña Nieto y el PRI no deberían sentirse tan seguros de que ya están de regreso en Los Pinos. Aún falta mucho tiempo y en un país como México, donde todo pasa, la ilusión de tener el poder en las manos puede desvanecerse en cualquier momento.