El reconocimiento a Raúl González Maldonado como "Cajemense Distinguido" es sin duda una bella expresión de afecto para esta persona que a sus ochenta años de edad nos pone un ejemplo de perseverancia y vida sana.
Destaca en este recon0cimiento el hecho que se haya otorgado a una persona humilde, de clase popular y sin presencia política, por lo que está fuera de duda la buena intención de quienes decidieron que don Raúl fuera el Cajemense Distinguido de esta año.
En este tono, sin intenciones de polemizar ni demeritar al homenajeado, creo necesario señalar la forma como se ha desvirtuado este reconocimiento por parte de quienes deciden a quién debe hacerse el homenaje.
El reconocimiento fue creado para otorgarlo a quienes de una u otra manera han aportado a la superación y bienestar de la sociedad cajemense. Pero esta definición al parecer ha sido muy ambigua pues en los sucesivos ayuntamientos cada quien la toma como le da la gana... al alcalde en turno.
Esto ha servido para homenajear lo mismo a personas que lo han merecido de acuerdo con el objetivo citado, porque han aportado al bienestar social, y también a personas cuyo mérito es ser buenas personas y tener algún detalle relevante en su biografía. Dos cosas muy diferentes.
En el primer caso hay personajes que han tenido una influencia social importante y positiva. En el segundo, se trata de personas cuya vida personal es notoria y admirable, pero esto no implica que sus actividades hayan aportado algo significativo al bien común.
No menciono nombres por no herir susceptibilidades, pero también porque lo importante es destacar la manera a veces caprichosa o autoritaria como se designa al ciudadano reconocido.
Alguna vez me invitaron a formar parte de un comité que aportaría sugerencias y tendría -nos dijeron- un peso importante en la decisión del reconocimiento. Así me integré a un grupo de ingenuos que se reunieron algunas horas para analizar el perfil de las personas propuestas públicamente. Después de platicarlo, tomamos una decisión inútil. A fin de cuentas el presidente municipal decidió quién debía ser el homenajeado, y punto. Alégale al ampayer.
Otro caso relevante es el que ocurrió cuando se decidió premiar a un grupo bastante numeroso de personas, todas ellas muy dignas y respetables. Pero en la intención se palpaba el simple deseo de la autoridad de quedar bien con muchas familias, privó el interés político. Y el reconocimiento perdió valor no por las personas agraciadas sino por la actitud demagógica de premiar a muchos.
Aunque parezca obvio cabe aclarar que un reconocimiento al ciudadano distinguido es para una o dos personas, y párele de contar. Si se quiere premiar a muchos, es buena idea, magnífica, pero no cumple con el propósito de un acto como éste.
En el caso actual, repito: sin demeritar la hazaña deportiva del ganador, se tomó muy a la ligera la premiación. En todo caso, si se trata de méritos deportivos, creo que hay dos o tres personas también muy dignas y admirables que han pasado muchos años formando a niños en las escuelitas de beisbol donde más que enseñarles trucos del deporte los preparan con valores para la vida.
Y esta labor la han hecho durante diez, veinte o más años, sin recibir nunca más agradecimiento que el de los padres y madres que recogen a sus hijos después del entrenamiento.
Este sería un verdadero ejemplo de práctica deportiva con un fuerte y positivo impacto social.
También cuenta la actitud de alcaldes que por ideología política o revanchismos tontos y tardíos niegan el reconocimiento a algún personaje, y en esta caso destaca el veto impuesto a la figura de don Bernabé Arana León, a quien se propuso varias veces para este reconocimiento y cada vez fue rechazada la propuesta con argumentos hasta cierto punto humorísticos.
Este año, en el que don Bernabé dejó de existir, hubiera sido una buena oportunidad para reconocer la importancia histórica de su lucha, aun con las contradicciones que ésta pueda presentar.
En síntesis, creo que el reconocimiento al "Cajemense Distinguido" debe ser tomado más en serio por las autoridades y revalorarlo, darle la importancia que puede tener.
Pero mientras la decisión se siga tomando con criterios políticos, como ha sucedido antes, o a la ligera, sólo será un premio más.