"Cuando los dioses quieren castigarnos, responden a nuestras plegarias".
Oscar Wilde
El mismo día en que Rafael Acosta, Juanito, asumió el gobierno de Iztapalapa, el domingo 29 de noviembre, Clara Brugada afirmó que había ingobernabilidad en la demarcación por lo que era necesario destituir al jefe delegacional.
El lunes 30 de noviembre, si bien reconoció que entre sus facultades no se cuenta la destitución de jefes delegacionales, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, afirmó que la situación en Iztapalapa "ya llegó a un límite" por lo que dijo que pediría a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que interviniera. Un grupo de 22 diputados locales del PRD y del PT presentaron el mismo lunes una demanda para iniciar el proceso de destitución. La Comisión de Gobierno de inmediato ordenó la instalación de una Comisión Jurisdiccional que deberá dictaminar el caso.
La Asamblea Legislativa sí tiene facultades para destituir a un jefe delegacional. El artículo 108 del Estatuto de Gobierno del Distrito Federal establece que los jefes delegacionales pueden ser cesados a petición del jefe de Gobierno o de los diputados por "causas graves".
Estas causas están redactadas de tal forma que dejan una enorme discrecionalidad a la Asamblea. Una de ellas, por ejemplo, es la de "realizar actos que afecten gravemente las relaciones de la Delegación con el jefe de gobierno del Distrito Federal".
Lo importante, como en los juicios políticos, no es la justicia del caso sino contar con dos terceras partes de los votos. Y el PRD y el PT los tienen en la ALDF.
Los días de Juanito como jefe delegacional están contados. La ingobernabilidad que pudiera haber en Iztapalapa es hasta este momento sólo producto de las movilizaciones de la gente de Clara Brugada. Pero eso poco importa. Tampoco tiene mucha relevancia que los electores de Iztapalapa hayan votado por Juanito. Lo que realmente importa para el Estatuto de Gobierno es si se reúnen dos terceras partes de votos en la Asamblea.
El control que el grupo político de Andrés Manuel López Obrador tiene sobre la Asamblea Legislativa es tan grande que no hay forma de que Juanito sobreviva. El jefe delegacional ha señalado que buscará un amparo. No sé si lo obtenga o si consiga cuando menos una suspensión. Pero al final lo más probable es que pierda la batalla. El artículo 108 del Estatuto es muy claro. Con dos terceras partes de los votos, la Asamblea puede destituir a cualquier jefe delegacional.
No hay ingobernabilidad en Iztapalapa. Sería poco probable que la hubiera apenas unos días después de que el jefe delegacional tomó posesión. Pero el grupo lopezobradorista usará ese pretexto para justificar su acción. Por eso seguiremos viendo movilizaciones de Brugada. No importa que sean relativamente pequeñas en una ciudad en que las marchas y plantones son cosa de todos los días. Servirán para justificar la destitución.
Para muchos políticos la democracia es sólo un pretexto. Los votos son válidos sólo cuando los favorecen. De otra manera se convierten en parte de un complot que busca despojarlos del poder. La mayoría absoluta que obtuvo el PRD en el Distrito Federal es reflejo de un mandato del pueblo.
Pero el triunfo de Felipe Calderón en la elección presidencial de 2006 es un fraude cometido por una mafia perversa. La destitución de Manuel Zelaya como presidente de Honduras por violar la Constitución es un acto golpista que no puede superarse ni con la realización de nuevos comicios.
Deponer a Juanito en Iztapalapa, pese a haber sido electo en las urnas, es un acto de justicia.