Jorge A. Lizárraga Rocha
Ni modo, ahora invadido por el fervor navideño, permítanme contarles un triste cuento de Navidad. Recordemos que la Navidad sin dinero es triste, por lo que si nos identificamos con los personajes de este cuento, no será simple coincidencia.
Piojilandia era una colonia de una ciudad como miles más en el agreste paisaje del país de los insectos, es en ese lugar (antes llamado Colonia Pioja, pero por obra y gracia de uno de los hijitos de uno de sus líderes, se le puso Piojilandia, pues al Junior, por piojo, nunca se le hizo ir a Disneylandia) donde se desarrolla nuestra a veces triste y otras tantas más triste y melosa historia navideña.
Entrando con lupa a la ciudad y recorriendo sus calles, muchas (la mayoría) de las cuales se ven constantemente repletas de basura pues la crisis que la aqueja ha afectado los presupuestos para recogerla, llegamos a la casa de Don Piojorge Piojórquez de la Liendre, un clásico habitante de esta ciudad. Lo de DON se lo puso él solo pues al no poder acudir a la Universidad no pudo hacerse de un título, lo que le afectaba emocionalmente, hasta que una vez de joven al ver el noticiero de Don Piojobo, se le ocurrió la feliz idea de ponerse el Don, lo que vino a resolverle un grave problema de personalidad.
Don Piojorge tenía su esposa, una linda piojita con quien decidió compartir sus penurias, Doña Piojina de Piojórquez y de la Liendre adoptó la señora como nombre después de su boda, en la que por cierto no hubo recepción pues los costos del maíz se habían disparado, y su padrino el Señor Gorgojo no se quiso mochar con la fiesta como se describe en la famosa canción.
Dado que los Piojórquez no podían salir a pasear seguido, procrearon a dos lindos piojitos, una nenita de colorados cachetes, colorados por el frío más no por buena salud, y un piojito negrito y travieso como lo son todos los piojitos que se encuentran en la edad de las ilusiones, aunque la mayor ilusión de este piojito negrito era de comer tres veces al día, aunque fuera una sola vez al mes.
Pues bien, se acercaban las fiestas navideñas a Piojilandia, igual que se acercan a cualquier lugar cuando el mes de diciembre inevitablemente llega, y los Piojórquez se preparaban para enfrentar el embate de Piojojojó Clós, un pulgón que cada año se disfrazaba de piojo con un traje rojo, se dejaba crecer una barba blanca pintándose la mayor parte de ella pues todavía le salían muchos pelos negros, pues a pesar de los siglos que tenía seguía joven y bueno para clavar el aguijón, y se anunciaba en la prensa, radio y televisión como benefactor de los piojitos, pero todos sabían que era el terror del aguinaldo; bueno, era el terror del aguinaldo para aquellos que aún lo recibían, pues en Piojilandia el aguinaldo ya se encontraba en peligro de extinción.
En la soledad de la alcoba y a media noche, Doña Piojina y Don Piojorge platicaban sobre cómo le iban a hacer para conseguir los juguetes y regalos navideños a sus querubines y demás parentela. ¡Ah! Una aclaración: eso de la soledad de su alcoba es solo un arreglo literario para que el cuento se oiga bonito, pues en realidad la casa de los Piojórquez era un solo cuarto donde se tenían la cocina, la sala, el comedor y la recámara, cuarto que Don Piojorge y señora compartían con sus lindos piojitos, además de sus suegros (de los dos lados), Don Piojario y Doña Piojilde por parte de ella y Don Piojón y Doña Piojelaria por parte de él, y con sus primos del D.F. que se habían venido a pasar la navidad con ellos trayendo a sus adorables hijitos, 12 piojitos que ya habían destrozado los pocos muebles que tenían. Otra aclaración es que desde que Don Piojorge se puso el Don, todos en su casa se lo copiaron.
¿En qué iba?, ¡Ah sí!, platicando sobre cómo hacerle para conseguir dinero para pagar a Piojojojó Clós la felicidad efímera de la navidad, a Don Piojorge se le ocurrió una brillante idea: actuaría como pulga, pues de todos es sabido que en el país de los insectos las pulgas son las que controlan todo pues están mejor preparadas para chupar la sangre de quien se descuide, baste recordar que Piojojojó Clós eran en realidad un pulgón disfrazado de piojo.
Así, Don Piojorge se puso a investigar cómo podía hacerle para pasar por pulga y poder chupar sangre más impunemente; fue a la biblioteca y pidió prestadas una revistas de las que leen las pulgas, pues no tenía dinero para comprarlas; le prestaron las revistas, pero con muchos recelos pues la bibliotecaria era una pulga a la que no le caían nada bien los piojos. Consiguió ejemplares de las revistas Pulgopólitan, Pulguidades y Pulguién, impresas en papel de lujo de Miami, sede de las pulgas más activas del planeta, ya que en estas revistas es donde se describen mejor las actividades de las pulgas.
Después de leerlas con avidez, no sin enjugar varias lagrimas al darse cuenta de lo que las pulgas comen, visten y se divierten, llego a las siguientes conclusiones:
Si quería pasar por pulga debería tener varias tarjetas de crédito, para así evitar el manejo de dinero y tener más categoría al endrogarse con sus compras.
Tenía que vestir muy bien, sobre todo modelos de Sergio Pulguente, Pulgaxtron Yins, Pulguity y otras ropas de marcas extranjeras pero hechas en el país.
Debería beber licores de las mejores marcas, tener carro del año, casa en la ciudad, el campo y la playa, hacer dos viajes al año al Viejo Continente, etc. etc.
Regresó Don Piojorge a su casa después de que le habían negado en varios bancos (en todos para ser sincero) las tarjetas de crédito; de no poder comprar ropa de marca, ni siquiera pirata, pues las pulgas ya habían arrasado con ella y además no le hubiera alcanzado ni para un par de calcetines; y con una cruda espantosa, pues aunque no le alcanzaba para comprar licor fino, pidió prestado y resolvió el problema, pero el licor fino le provocó el mismo tipo de cruda que le provocaba el licor barato que acostumbraba beber.
Así, se tuvo que enfrentar a su parentela, hijos, señora y suegros (de ambos lados) y les dijo:
Piojos míos, esta Navidad la pasaremos todos juntos, viendo la televisión y envidiando las fiestas de las pulgas, tengan ustedes una Pioja Navidad.
Pero la esperanza muere al último, quien quita y con la invasión de piojos del Centro y Sur del país, entre ellos se vienen los Piojos Magos y el 6 de enero recibimos todo lo que Piojojojó Clós nos ha negado al no ser sujetos de crédito.