Después de la abrumadora derrota electoral que sufrieron en la mayoría de los municipios importantes del Estado y en la misma gubernatura, los priistas sonorenses se refugiaron en el último reducto importante que aún conservan: el espacio legislativo federal y estatal.
Desde allí han emprendido una campaña intensiva para convencer a lola ciudadanía de que lo todo lo bueno en nuestro Estado se consigue gracias a las gestiones de los diputados priistas en el Congreso de la Unión y en el Estatal.
La campaña incluye una promocionada convivencia democrática con el Gobernador y presidentes municipales surgidos del PAN. Hasta aquí todo es normal dentro de la lucha política y no tenemos porque asombrarnos de que los diputados priistas se adornen adjudicándose todos los logros en la aprobación de los presupuestos para el Estado y los municipios, así como otros avances reales o inventados por ellos en su afán de llamar la atención.
Nada fuera de lo normal, repito, y están en su derecho de magnificar los méritos propios al mismo tiempo que minimizan la acción de sus pares provenientes del PAN. Si algo falla en este caso es, sin duda, la falta de capacidad por parte de los blanquiazules para responder a esta campaña mediática instrumentada por los priistas, aunque cabe reconocer –por qué no decirlo- que muchos medios se prestan a dicha campaña pues aún conservan el culto al antiguo régimen aprendido y desarrollado durante tantos años de hegemonía priista.
Pero más allá de la habilidad de los legisladores para difundir sus logros, se pone en evidencia la naturaleza de un Congreso local gobernado por intereses muy personales –cada diputado es un precandidato en campaña- y no por la racionalidad que debe privar en aquellos que fueron electos para hacer las leyes locales y federales.
A menos que los legisladores sean superdotados, lo cual se ve poco probable, no se entiende cómo hacen para estudiar, analizar, discutir y evaluar los proyectos de ley, habida cuenta que detrás de cada proyecto hay una problemática social y jurídica que la medida legislativa pretende regular. La pregunta es: Cómo hacen todo esto y además se dan tiempo para andar en precampaña permanente.
El sueldo que devengan los diputados debería servir para que ellos estén metidos en su trabajo al cien por ciento. Legislar no es cualquier cosa, es un trabajo abrumador cuando se toma en serio y no como un instrumento de promoción política. Sin embargo nuestros legisladores parecen ajenos a esa realidad y viven en la pasarela mediática.
Contratar asesores para que orienten el trabajo de los diputados es una medida normal, legítima y necesaria. Pero la labor legislativa es algo más complicado y demanda un enorme trabajo intelectual y sensibilidad política de parte de los diputados. Cualidades muy difíciles de cultivar cuando se vive en eterna precampaña electoral.