Cuánta razón asiste a Bernardo Elenes en sus asertos, a quien de paso felicito por dejar sus comentarios entre los foristas de InfoCajeme y, al que respetuosamente pido que aparezca por acá con tanta frecuencia como sea posible.
Vamos de lo particular a lo general… ¡Chingüentes!, para qué ir tan lejos, basta con asomarnos a las campañas recién concluidas en el patio cajemense durante el 2009.
¿No fue acaso que con pensamientos aliancistas metidos en la cabeza los candidatos de las franquicias roja y azul, con tal que alguien les garantizara votos, repartieron a lo loco promesas de ciudadanizar la política en Cajeme?
Recuerdo a los candidatos en campaña, urgidos por confirmarse; los ubico con sus afanes y tretas como para convencer piedras, haciendo “sinergias” con liderazgos de estirpes ajenas, sin otra aduana ideológica que cumplirle al candidato el fácil trámite de la adhesión en actos públicos.
En tiempos de campaña, para hacer efectivas las adhesiones, bastaba que a los rojos les gritaran frente a su cara el pedante sambenito “gente de esfuerzo y resultados”, y que a los azules les repitieran la pomposa entelequia que rezaba “es tiempo de alguien como tú”. Que no se olvide ciudadanos.
Para muestra, el ejemplo casero reconocido: ¿No es el Fredi Verduzco otro de los priistas tránsfugas y renegados?, de esos que sin ideología, ni vocación democrática, entregaron capital político y seguidores al mejor postor. Lo hicieron con tanta lealtad, que si fuera necesario y los intereses futuros lo reclaman, regresarían sin sonrojos al partido que los parió, o ya de perdis, brincotean a otro.
En cuanto a las coaliciones entre PAN y PRD que tantas vestiduras desgarran, serían impensables en caso que nuestro país viviera la deseable madurez democrática. Para ser sinceros, la estrategia aliancista surge de la desesperación del PAN que no gana una y, de la presencia convenenciera de los “chuchos” en el PRD; pero a lo que no dejan dudas, es que en tiempos electorales son posibles cualesquier alianzas partidistas maximizadoras.
Vivimos tiempos de aprendizaje democrático, pasos tortuosos necesarios para arribar a la consolidación de la democracia que hace dos siglos anhelamos los mexicanos; pero pasa que la dichosa transición democrática no deja de ser el trago político amargo que la sociedad mexicana no acaba de digerir, ni a gotitas.
Cabe especular que cuando México arribe a estadios democráticos avanzados, no existirán PAN, PRI ni PRD, al menos es impensable que prevalezcan tal y como los conocemos; lo mismo sucederá a esos que forman la chiruza de partidos/franquicias, con la que aquéllos reparten y comparten espacios públicos.
Son tan reprobables las alianzas del PAN con el PRD para fines electorales, como despreciables las del PRI y PAN con el propósito de mayoritear las reformas en ámbitos legislativos. Parches a la Constitución muchas veces contrarios o atentatorios al interés de la sociedad mexicana.
Lo vergonzante, reprobable, despreciable y deleznable, de estas alianzas no son las antinaturales mezcolanzas de ideologías, sino los afanes utilitaristas que exhiben las posturas gananciosas de los partidos, a quienes poco importan las aspiraciones de la ciudadanía.
¡Aíjuelaaa!, a dos siglos de la Independencia y a uno de la Revolución, el destino político de la patria en manos de los partidos políticos, es otro lastre antidemocrático que arrastramos los mexicanos.
Por fortuna los electores cada vez se fijan menos en los candidatos de los partidos; hace años que los ciudadanos eligen pensando fundamentalmente en la confianza que inspira la personalidad del candidato por el que votan. No por nada, en las elecciones múltiples, los votos de los mexicanos, y sonorenses, son marcadamente diferenciados en cuanto al origen y siglas de los candidatos.
Ojalá que la actual descomposición de los arreglos partidistas desemboque en la extinción de la partidocracia que tanto daño hace a la vida política nacional. Qué salga algo bueno del aprendizaje democrático, de este irigote de intereses donde no valen congruencia ideológica ni consistencia de principios partidarios.
El fenómeno de las coaliciones de partidos no es nuevo, ni exclusivo de partido alguno. Podría afirmarse con escasos márgenes de error, como para aplicarlo al terruño o a lo que acontece en el ámbito nacional, que es probable que ninguna alianza valga frente a candidatos que generen confianza y certidumbre en sus electores potenciales.
Por lo pronto ya suenan las consecuencias, será Calderón quien dirá adiós al apoyo del PRI a la cacareada reforma política…