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Culiacán, Sinaloa, amaneció ayer como sucursal del propio infierno. Las calles, como apunta el corrido, se hallan desoladas, el ejército patrulla la capital sinaloense por tierra y aire. Y no es para menos. En un solo día, el domingo pasado, para ser exactos, la tomatera metrópoli registró un sangriento saldo de once personas asesinadas.
Uno de los tres grandes periódicos que circulan por aquí destacó en primera plana el hecho con un encabezado que editorializa en una sola línea la terrible realidad que vive la ciudad, sede de muchos de los barones de la droga:
“ Día normal, ayer en Culiacán; matan a once”.
La mayoría de los medios impresos y electrónicos recurren a las grandes fotos para desplegar el espanto que abraza a la ciudad capital del estado de los once ríos como el resto de la zona de guerra en que se ha convertido buena parte del territorio nacional, confirman la terca sospecha de la mayoría de los mexicanos; no es, definitivamente con operativos espectaculares como Calderón y el gobierno federal van a ganarle la desigual lucha contra el crimen organizado.
Una lucha en la que, a estas alturas del largo y sangriento episodio, resulta más caro el caldo que las albóndigas. Los muertos se cuentan por miles y la violencia no cesa. Una violencia por cierto que ni siquiera es en contra de las policías salvo contadas ocasiones en que a alguien se le ocurre comerse algo que no es de él; de ahí que ya no cabe aquella sobada y trillada frase de que la violencia que se vive en las calles y mantienen con el Jesús en la boca a la sociedad atemorizada --- y que nos incluye a la mayoría de los mexicanos,--obedece a los golpes que el gobierno les ha venido asestando.
Definitivamente no es por ahí, Culiacán vive, desde hace algunos días en inminente estado de sitio a través de diferentes acciones, como filtros y operativos conjuntos y la violencia y el miedo no bajan en lo más mínimo, muy parecido, por cierto, a la situación que se vive en Sonora, particularmente Nogales en donde los últimos días se han reportado bajas por parte de las fuerzas de la ley.
Lo que tampoco ha mermado en esta antigua región del Humaya es la fiebre grilleril que se respira a lo largo de sus calles; en palacio de gobierno, el Congreso del Estado y los cafés citadinos.
Tres son los nombres que acaparan la atención; Jesús Vizcarra Calderón, el pre candidato oficial al gobierno del estado, Mario López Valdez y el mismo gobernador sinaloense, Jesús Aguilar Padilla quien ayer tomó el micrófono para pedir un cese a las hostilidades y a las campañas negras.
Por si fuera poco, hace unos días anduvo por aquí el ave de las negras tempestades, Manuel Espino Barrientos, el ex dirigente nacional del PAN quien prácticamente vino a echarle más gasolina al fuego cuando no solo arremetió en contra del MALOVA, López Valdez sino que lo descartó y descalificó como posible aspirante del PAN- PRD en su lucha por la gubernatura.
Lo menos que dijo de éste es que el conocido empresario ferretero quien ahora firma como senador de la república es la carta fuerte del ex gobernador Juan S Millán y entre ambos, quieren utilizar al PAN para alcanzar sus insanos propósitos.
Y a propósito de tempestades y empapadas campañas, hasta acá a Sinaloa ha llegado también el fuerte rumor de la discordia que ha despertado el encono propiciado intencionalmente desde Paliza y Comonfort, en la capital sonorense, entre las gentes del sur, convencidos de que bajo la divisa del divide y vencerás, es como podrán distraer a los naturales del yaquimí para imponer su ya casi desmoronado proyecto del Sonora SI, al que por cierto, el ex gobernador del estado, Manlio Fabio Beltrones, vino a darle el tiro de gracia con sus declaraciones al decir que el referido proyecto lo que menos tiene, con lo que menos cuenta, es precisamente el consenso y la aprobación de los productores agrícolas del sur del estado. ¿Así o más contundente?
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