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México sin pobres (1 de 7)

Jorge A. Lizárraga Rocha
Sábado 24 de Abril de 2010
 

Retomando una antigua costumbre del periodismo, Infocajeme.com publica a partir de hoy´"México sin pobres", novela por entregas escrita por Jorge A. Lizárraga Rocha.

 

El primer día de México sin pobres (lunes).

Por alguna razón que no me logro explicar, de un domingo a lunes el país mexicano amaneció sin pobres. En las cuentas bancarias de cada uno de los jefes, o jefas de familia, adultos solteros o solteras, personas mayores, pensionados o pensionadas, apareció un saldo nuevo, una cantidad que iba desde los 5 millones de pesos a los veinte millones de pesos, lo que les permitiría vivir sin problemas durante un buen tiempo, o si así lo decidían, sin trabajar por lo que les quedara de vida, esto de acuerdo con sus necesidades actuales. Quienes en ese momento no tenían una cuenta bancaria encontraron debajo del colchón, o en la caja de zapatos donde ponían sus guardaditos, una gran cantidad de dinero como todos los demás mexicanos, o mexicanas.

De aquí en adelante decidí que ya no voy a especificar mexicano o mexicana, jefe o jefa, rico o rica, puesto que ya todos o todas, son casi iguales económicamente pues sus necesidades ya están satisfechas, solamente usaré el masculino sin que esto indique, ni vagamente, sexismo, solamente trato de ahorrar espacio y tiempo de los lectores o lectoras.

Obviamente, cada mexicano pensó que sólo él había tenido esa suerte. En un principio las personas tuvieron reacciones de incredulidad, sorpresa y algunos hasta murieron por la impresión recibida. Quienes murieron, no pudieron decir adonde tenían el dinero que les correspondía y se perdió para siempre sin que nadie ajeno a su familia lo encontrara y lo pudiera disfrutar, pero su pareja, de los que la tenían y que dependía económicamente de él o de ella, recibieron la misma cantidad de dinero, manteniéndose así la bonanza económica de todos.

Platiquemos ahora algunas de las reacciones de quienes amanecieron en estas condiciones.

Los muy ricos, que lo primero que ven al despertar es su estado de cuenta, no se sorprendieron, pues no vieron nada extraño, quizá solo que había aumentado su fortuna, pero lo achacaron a su “buena visión para los negocios” al haber hecho inversiones que les redituaron buenas ganancias de la noche a la mañana.

Los ricos, pero no en la punta de la pirámide, se sorprendieron del cambio en su cuenta bancaria y verificaron sus cuentas pues no les cuadraban; al no encontrar razón alguna sobre la presencia de más dinero en sus cuentas, decidieron quedarse callados, pues pensaron que era algún error del banco que los beneficiaba, por lo que sentían que al fin se les había hecho justicia divina y era tiempo de que el banco pagara una de las muchas que les habían hecho.

Los clase medieros, y vamos a considerarlos en un solo estrato, sin  eso de clase media alta, clase media media o clase media baja, para evitar complicaciones de las que no vamos a poder salir, tuvieron reacciones que fueron desde el pánico hasta la euforia por haber recibido esa bendición que tan bien merecida tenían por haber soportado ser el jamón del sándwich durante tantos años. Los que tenían cuentas bancarias también decidieron quedarse callados, y ocultar su euforia, con el pretexto de la justicia divina que ahora pagaban los bancos, total cuando se dieran cuenta del error, regresarían el dinero y todo solucionado. Los que no tenían cuentas bancarias y lo encontraron en efectivo en la caja de zapatos del guardadito, entraron en pánico pues no sabrían cómo poder explicar esa súbita riqueza que surgía de la nada, y ni modo de preguntarle a su pareja, pues él o ella podrían sospechar del origen de ese dinero, por lo que también decidieron callar su buena fortuna.

Los pobres, y para obviar explicaciones solamente consideraremos un único estrato de pobreza, sin caer en eso de pobreza, pobreza alimentaria o pobreza extrema que solamente los economistas dicen entender, se asustaron y entraron en pánico; fue en este estrato económico donde se dieron más muertes por la impresión de tener de la noche a la mañana una cantidad de dinero tan excesiva para sus condiciones y sin poder explicar su origen. Ellos también decidieron quedarse callados y mantener el dinero guardado para que nadie se diera cuenta de que lo tenían, pues de seguro irían a dar a la cárcel, sin averiguaciones, si alguien se enteraba de que ya no eran pobres.

Así, en todos los estratos económicos no se supo en las primeras horas del primer día, que México era ya un país sin pobres.

Todos fueron a realizar sus labores cotidianas, para no levantar sospechas de que en realidad no necesitaban el dinero que ganarían con su trabajo.

Cada uno de los mexicanos salió con una sonrisa que los demás no podían explicar, pero que tampoco querían averiguar su origen pues les preguntarían sobre su propia sonrisa que los delataría.

La gran mayoría, los asalariados, empezaron sus labores cotidianas, pensando en qué iban a hacer  con el dinero que les esperaba en la casa, lo que provocó muchas distracciones durante el desarrollo de su trabajo, pero como sus jefes inmediatos, supervisores, etc., también tenían los mismos pensamientos, no les corregían los errores cometidos.

En las oficinas de gobierno, donde las pláticas personales ocupan la mayor parte del tiempo de los empleados gubernamentales, los temas que se discutieron fueron muy superficiales, más que los de costumbre, pues nadie quería delatarse de que ya no tendría problemas económicos para el resto de su vida. Cada quien veía a los demás con un aire de superioridad al pensar que los otros pobres sí tendrían que seguirle batallando, mientras que ellos en cualquier momento podían dejar de trabajar y dedicarse a lo que se les viniera en gana. Por otro lado, los temas principales durante los últimos veinte años habían sido los de que no les alcanza el dinero que ganan, que los jefes se llevan las tajadas más grandes, que el público cada vez está más renuente a dar “propinas” con eso de la transparencia y la vigilancia más estricta de sus labores, temas que para cada uno ya no tenía importancia.

Los que atendían al público se dieron cuenta de que los solicitantes de algún trámite o algún asunto con el gobierno, iban de buen humor y querían resolver su trámite de la manera más cordial, pues, por ejemplo, para renovar sus placas y pagar la tenencia, que tanto trabajo les costaba cada año conseguir el dinero para pagarlas, tenían el dinero suficiente para cubrir esos gastos, con los que de todas maneras no estaban de acuerdo, pero que en esta ocasión no les causaban tantas molestias. Así, las filas de solicitantes eran igual de largas como de costumbre, pero entre ellos platicaban sin la presión de ver qué trámite seguía o de cuánto tendrían que pagar, pues tenían el dinero suficiente para eso y más. Había muy pocos “coyotes” para hacer los trámites pues hay que recordar que ellos también recibieron su dinero y ya no tenían necesidad de violar legalmente la ley para “ayudar” a los usuarios; adicionalmente los burócratas ya no les daban la preferencia, pues sentían que como ya no tenían necesidad de las “mordidas” que recibían de los tramitadores, para variar podían hacer su trabajo sin afectar a los usuarios que iban exclusivamente a hacer sus trámites personales y no a los coyotes que llevaban un montón de documentos de sus clientes para el trámite de las placas y la tenencia. Este primer día sin pobres fue un buen día para los burócratas.

En los comercios de alimentos, este día estuvo muy ajetreado, pues la mayoría de la gente, sobre todo los pobres, decidieron comer bien ese día usando el dinero que les cayó del cielo, total si lo tenían que regresar a su dueño, si este aparecía, lo comido y lo bebido nadie se los podría quitar. Mucha gente decidió llenar sus despensas con los alimentos básicos, y, por qué no, darse algunos gustitos que hacía años no se daban de comprar alimentos caros y de buena calidad. En las pequeñas tiendas y en los puestos de los mercados, ya para medio día casi no quedaba mercancía para vender. En los supermercaditos de las colonias la venta también estuvo fuerte y para el final del día ya casi no tenían mercancía para sus clientes.

En las grandes tiendas comerciales trasnacionales la venta también fue muy fuerte, pero como ellos cuentan con reservas para varios días, no se dieron cuenta de la magnitud del movimiento de la mercancía. Los “viene-viene” de los estacionamientos ese día tuvieron un día muy ajetreado, ganando propinas descomunales, pero al cabo de dos horas estaban muy cansados, y además pensando en que en su casa tenían mucho más dinero del que sacarían en su “trabajo” por lo que dejaron de hacer su trabajo con la celeridad requerida. Hubo algunos pequeños accidentes de los automovilistas que ese día fueron al súper.

Los restaurantes se vieron saturados, sobre todo por representantes de la clase media, que hacía tiempo no habían podido darse el lujo de desayunar, comer o cenar en un restaurante. Algunas personas, desayunaron, comieron y cenaron fuera ese primer día en que gozaron de una capacidad económica inesperada. El único problema fue que en los restaurantes pequeños se les acabaron los alimentos, pues no se esperaban ventas tan fuertes, así que algunos de ellos ni siquiera llegaron a la hora de la comida con materia prima suficiente, por lo que cerraron temprano. En los restaurantes medianos que cuentan con refrigeradores más grandecitos, la situación fue prácticamente la misma, pero algunos apenas si llegaron a la cena con algo de material para prepararla. Los grandes restaurantes notaron la diferencia también, pero su capacidad de almacenamiento les permitió ofrecer el servicio durante todo el día.

Los comensales y los meseros tuvieron un día muy agradable, pues dado que todos tenían resuelta su situación económica, no tenían que preocuparse por la cuenta y los meseros no esperaban las propinas con la desesperación que normalmente tienen al servirles a sus clientes. El servicio fue excelente y al final del consumo de alimentos, los comensales se peleaban entre ellos para pagar la cuenta, pues pensaban que los demás no tendrían con qué pagar y cada uno estaba dispuesto a beneficiar a los demás  un poquillo con la buena suerte de contar con dinero para pagar, sin tronarse los dedos después. Los meseros veían las propinas, que ese día fueron generosas, como algo prácticamente sin importancia, pues en su casa les esperaban algunos millones de pesos que superaban ampliamente lo que recibían como parte de su trabajo.

Un lugar que fue especialmente visitado, a pesar de ser lunes, fueron las iglesias, de todas las denominaciones, mucha gente fue a meditar para buscar la inspiración divina sobre qué hacer con ese dinero que se les había aparecido, otros fueron a dar gracias por la aparición y a rogar que no aparecieran los dueños; durante las misas los sacerdotes, pastores y predicadores dieron sermones bellísimos sobre la bondad de Dios y de los humanos, de lo bello que es la vida y de cómo la debemos de disfrutar haciendo el bien a todos nuestros semejantes, hay que recordar que ellos también recibieron su dinero correspondiente. Los cepos de las limosnas se vieron abarrotados de una manera inusual, tanto que en algunos la gente dejaba el dinero fuera del cepo al estar este lleno, y nadie tomaba el dinero suelto alrededor del contenedor; quienes recogieron la limosna tuvieron que dar dos viajes, y hasta tres, pues las canastillas se llenaban rapidísimo. Todos volteaban a ver a sus semejantes y les sonreían de una manera bondadosa. Volvamos a recordar que cada uno pensaba que sólo a él, o a ella, le había sonreído la buena fortuna de contar con dinero y que los demás seguían con su situación normal.

Otros lugares que se vieron abarrotados fueron las gasolineras, pues mucha gente quiso volver a sentir la felicidad de llenar totalmente el tanque, y no seguir comprando de 50 pesos por viaje; además, las propinas a los despachadores fueron también muy generosas. Para media tarde, debido a estas ventas inusuales, un gran número de gasolineras se quedó sin combustible para despachar, por lo que tuvieron que cerrar temprano y hacer la solicitud a PEMEX de que les reabasteciera, aunque no fuera el día que les correspondiera hacer este rellenado de sus tanques de almacenamiento.

Así, durante el primer día (lunes) de un México sin pobres, los jefes de familia gozaron de una tranquilidad económica desconocida para muchos de ellos. Le invito lector, o lectora, a que describa cómo sería su primer día con seguridad económica.

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