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Lunes 25 de Nov de 2024
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México sin pobres (4 de 7)

Jorge A. Lizárraga Rocha
Viernes 30 de Abril de 2010
 

Fin del segundo día de México sin pobres (Martes en la noche)

Al regresar a su casa, nuestro amigo el profesionista de clase media, ¿se acuerdan de él?, llegó con mucha alegría a su casa, pues ahora ya más calmados podrían platicar él y su esposa sobre cómo manejar su nueva situación de bonanza económica.

Al llegar a su departamento en el quinto piso, con la lengua de fuera como era costumbre, se sorprendió de ver que todo estaba exactamente igual que cuando había salido en la mañana; es decir, los platos del desayuno estaban en la mesa sin lavar y con sobras medio mosqueadas. Le extrañó, pues su esposa era muy meticulosa con la limpieza del hogar, pero ese día también la ropa estaba tirada en el suelo, la cama sin tender, el baño todavía húmedo y otros aspectos de la casa indicaban que no se había hecho nada ahí. Preocupado llamó a su esposa y la fue a buscar a la recámara, pensando que podría sentirse enferma y por eso no había hecho nada del quehacer de su departamento.

No era el caso, su esposa estaba sentada en la cama leyendo un montón de revistas, catálogos y otra información sobre ventas de ropa, decoración de la casa, artesanías, y de todo lo imaginable que se pudiera comprar, a un lado estaba la caja de los zapatos con los 10 millones de pesos que le habían aparecido de manera inexplicable. La señora todavía estaba en bata o camisón, era difícil de decir pues esa prenda de vestir ya tenía como diez años con ella y nunca la había podido cambiar por otra nueva. Se dio el siguiente diálogo:

Señor: Hola mi amor ya llegué.

Señora: ¿Ya?, ¿tan pronto?, ¡si te acabas de ir!

Señor:  Oye no, ya son las 7 y media de la noche, es la hora a la que regreso todos los días después del trabajo.

Señora: Ayyy mira nomás, como voló el tiempo el día de hoy. Parece que hace rato me senté a ver estas revistas y ¡ya es tan tarde!

Señor: Entonces ¿te pasaste todo el día ahí sin hacer nada?

Señora: ¿Cómo sin hacer nada? Estuve escogiendo ropa, enseres de decoración, muebles y adornos para el depa y otras cosillas para que no se vea tan feo. Mira, ¡hasta escogí unas corbatas para ti!

Señor: Oye, pero si ni siquiera comiste, se nota que nomás medio desayunaste conmigo y todo sigue igualito que cuando salí a las 8 de la mañana.

Señora: Ayyy mira nomás, deveras que se me fue el tiempo volando.

Señor: A ver, deja todo eso y vamos platicando qué ondas contigo.

Señora: ¡No empieces a pelear!, teniendo todo este dinero, tenemos que pensar en cómo usarlo para mejorar nuestra calidad de vida.

Señor: Pues sí, pero también debemos de tener cuidado con lo que hagamos, no quiero que la gente empiece a murmurar cuando nos vea gastando a manos llenas.

Señora: Que a manos llenas ni que las hilachas, por fin veo la oportunidad de cambiar los muebles que hemos tenido desde que nos casamos, tener ropa de esta década, pues la que tengo es de ya hace diez años, comprarte corbatas para que cambies las tuyas pues ya pareces fotografía y todavía me pides que me mida con lo que gastemos, ¡Si todavía no empezamos siquiera a gastar!

Señor: Sí lo entiendo, pero debemos ser cautos, ¿Qué tal si aparece el dueño del dinero y lo tenemos que devolver? ¿Qué haríamos?

Señora: Si tú mismo dijiste que apareció en tu caja de zapatos, míralo, ni modo que alguien se haya metido a ponerlo ahí. Esto es un milagro que no debemos desaprovechar.

Señor: Sí, pero yo tengo hambre no he comido, pues la fonda adonde como todos los días estaba muy llena y se les acabó la comida. ¿Tenemos algo para cenar? Además tú tampoco has comido nada en todo el día.

Señora: ¡Aguafiestas! Nomás déjame acomodar las revistas y vamos a ver qué te puedo preparar para cenar.
 
Señor: Bueno te espero en el comedor para cenar.


El señor se fue y prendió la tele y le extrañó el tipo de noticias que se estaban dando, aunque no les dio importancia, entre las noticias que se daban estuvieron las siguientes: la venta de alimentos en todas las cadenas comerciales había alcanzado niveles insospechados; la gasolina se había acabado por la demanda tan fuerte que se tuvo el día anterior; algunas agencias de automóviles reportaron un gran número de personas interesadas en comprar unidades nuevas, a diferencia de lo que había pasado durante los tres años anteriores; los restaurantes y bares estaban a reventar de parroquianos aun cuando ya no tenían ni alimentos ni bebida para satisfacer la demanda; muchas personas habían renunciado a sus trabajos, sobre todo en oficinas gubernamentales, y otras noticias por el estilo.

Mejor apagó la tele para concentrarse en lo que iba a cenar, pues traía un hambre que no le cabía en el cuerpo.

Le volvió a gritar a su esposa para que le preparara la cena, ya había pasado media hora desde que la dejó en la recámara, y la señora le contestó.

-Señora. Ah como das lata, nomás déjame ver esta última página del catálogo de negligés, ya mero escojo el que me quedará mejor.
Señor. Quedamos en que íbamos a cenar, después lo sigues viendo.

A regañadientes la señora llegó a la cocina y empezó a buscar ingredientes para la cena. No encontró más que un frasco de mermelada de fresa y unas rebanadas de pan, pues ese día le tocaba hacer el mandado, y como se la pasó encerrada no compró nada para la despensa.

Cenaron una rebanada de pan con mermelada de fresa, medio vasito de leche cada uno y se fueron a la cama a dormir.

Claro que otra vez no pudieron dormir, el señor por estar enojado y con hambre y la señora pensando en el color del negligé que se iba a comprar al día siguiente.

 

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