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¿Por qué dormimos?

Jorge A. Lizárraga Rocha
Lunes 31 de Mayo de 2010
 

Jorge A. Lizárraga Rocha

No, no es una pregunta tan trivial como suena; es una pregunta que los científicos se han hecho por siglos y que no ha podido ser contestada plenamente, es el sueño de algunos de ellos, como mi compadre Fidel, Investigador de la UNAM, que le ha dedicado su vida a este tipo de preguntas sobre los aspectos básicos del funcionamiento de los seres vivos (y algunos mensos como el mismo me decía). Médico Cirujano de profesión, desde sus principios como investigador se dedicó a estudiar la fauna, “porque ésta nos da muchas pistas, a veces insospechadas, sobre diversos temas, como por ejemplo es muy fácil darnos cuenta de que nuestras mascotas duermen, pero hasta hace poco se pensaba que el sueño NO estaba presente en todos los animales con sistema nervioso”. A continuación presentó algunos aspectos relevantes de una entrevista que se le hizo en la Gaceta de la UNAM del mes de marzo acerca de sus experimentos sobre dormir y el sueño de los animales.

En el 2004 se daba por hecho que sólo las criaturas con cerebros complejos, como los mamíferos, aves y reptiles, podían dormir, hasta que mi compadre comenzó a sospechar que esto no era cierto pues un día que observaba un acuario lleno de acociles, primos cercanos del camarón, de pronto vio que uno de ellos se apartó de los demás para ir a un lugar cómodo y seguro, y se recostó y se quedó inmóvil. Después de pensarlo un rato, llegó a la conclusión de que “¡El acocil estaba tomando una siesta!”. Con base en esta observación, junto con sus colaboradores diseñaron una forma para colocar unos electrodos para medir la actividad cerebral del animal en reposo, y después de realizar varias mediciones, hallaron que sin lugar a dudas, las ondas cerebrales registradas correspondían a las del sueño.

Estoy seguro que este hallazgo lo realizó mi compadre inspirado en una de las frases acuñadas por Albert Einstein que dice: “La imaginación es más importante que el conocimiento”, pues la conducta de los animales no es muy diferente a la nuestra, que cuando dormimos buscamos un lugar conocido, nos acostamos, relajamos y cerramos los ojos; en el caso de un acocil, busca un sitio seguro, como la esquina del acuario, se queda quieto, se recuesta y baja su tono muscular. Entonces ¿por qué no habría de imaginar que estos crustáceos duermen igual que un diputado en su curul? (Esta última aseveración es mía, no de mi compadre).

Sin embargo, aunque estos patrones de conducta suenen de por sí admirables, el asombro llegó a la hora de hacer las mediciones, ya que mediante el uso de electrodos mi compadre Fidel y sus colaboradores comprobaron que el comportamiento eléctrico del cerebro de aquel animal genera una serie de señales muy parecidas a las que produce el ser humano cuando duerme. “Esto fue lo más notable, detectar este tipo de ondas, algo que no esperábamos de un animal invertebrado, es decir, un animal con un cerebro sumamente simple”.

Estos resultados se convirtieron en un artículo que cuando se publicó en formato electrónico, llamó la atención de la comunidad científica y replanteó todo lo que se sabía del sueño en animales. Al principio las dos revistas científicas más importantes del Planeta (“Nature” y “Science”) rechazaron el texto, pero cuando en un tercer intento éste se publicó en los “Proceedings of the National Academy of Sciences”, ambas publicaciones retomaron el material y así este hallazgo se dio a conocer rápidamente alrededor del mundo.

En aquel verano de 2004 titulares como “Los acociles toman una siesta”, “Los langostinos también duermen” o “Sueños de onda lenta en los crustáceos”, acapararon las portadas de distintas revistas especializadas, aunque la verdadera noticia detrás era que un grupo de mexicanos había descubierto lo que pocos sospechaban: que el sueño no es exclusivo de animales con cerebros complejos.

Dice mi compadre: “Sabemos cómo dormimos, lo que nadie ha podido responder es para qué dormimos; si lo pensamos un poco, evolutivamente resulta una conducta difícil de justificar, porque cuando lo hacemos no sólo bajamos nuestros niveles de alerta, sino que al quedarnos inermes e indefensos nos ponemos a merced de cualquier depredador, entonces ¿Qué sentido tiene esto?”.

La pregunta que surge es ¿Sería mejor no dormir? “¡Por supuesto que no!, aunque desconocemos muchas cosas sobre el asunto, lo que sí se sabe es que no hacerlo conduce a la muerte tan rápido, que animales privados del sueño, a los tres días, presentan serias dificultades para moverse y alteraciones mentales, y una semana después, fallecen”.

Después de sus hallazgos, el equipo de investigadores estableció: “decidimos enfocarnos en las hormigas porque si queremos explicar cómo funciona el sueño, tenemos dos opciones: una es tomar un cerebro y buscar qué mecanismos operan, y la otra es seguir un método fitogenético, como hacemos nosotros, e ir buscando animales cada vez más simples para determinar qué actividades cerebrales también están presentes en seres más complejos”.

Hasta el momento los investigadores no sólo han descubierto que los invertebrados duermen, sino también que tienen una región en el cerebro que genera actividad eléctrica y conduce al sueño, y han intentado eliminarla para ver si el animal duerme o permanece en vigilia. “Ahora lo que buscamos es una zona que haga que el animal se mantenga despierto o dormido, pues podríamos usarla para determinar por qué esa región se activa o inactiva y conduce al sueño. Tenemos hipótesis, aunque aún no hemos llegado a ninguna conclusión”.

Dormir, descansar y soñar no es lo mismo. Para los investigadores  queda claro que una cosa es descansar y otra dormir; no importa cuánto se repose, si no entramos en un estado de somnolencia profunda hay actividades cerebrales que no funcionan bien. “El descanso es para los músculos y dormir es para el cerebro; por ejemplo, un maratonista podría correr intensamente por dos horas y fracción y, al dormir, necesitará las misma ocho horas de sueño que alguien que no hizo nada en todo el día, (no me pude aguantar otra vez el comentario: como los diputados en su curul). Dormir no es para descansar porque mientras uno lo hace el cerebro está trabajando, aunque no con las mismas zonas que usa durante la vigilia”.

En todos los animales en los que se ha estudiado este fenómeno, no importa si se trata de mamíferos, aves, reptiles o invertebrados, el sueño es muy parecido al de los seres humanos; de hecho, tanto que se ha comprobado que las hormonas y los compuestos que se liberan en el cerebro son los mismos. “E incluso se sabe que animales que nos son muy cercanos, como los perros, gatos o caballos, pueden soñar, ya que los recuerdos que han almacenado en su memoria terminan formando parte de sus procesos oníricos”.

En la Gaceta de la UNAM hacen mención a algo que leí cuando empezaba a interesarme la lectura: una vieja parábola china dice que un día Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar, ignoraba si era Tzu el que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.

Ya para terminar les diré que en febrero de este año estuve en el laboratorio de la UNAM adonde mi compadre y colaboradores están realizando sus experimentos, y aunque no pude comprender todo lo que me trataron de explicar, me sentí en un Primer Mundo de la Ciencia, y eso ocurre en nuestro querido México a veces menospreciado por algunos malos mexicanos.

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