Jorge Agustín Lizárraga Rocha
El otro día, estando solo decidí no prender ninguna luz en la noche; oscurecía y lo primero que uno hace es prender la luz, o la televisión, para “no sentirse solo” o para sentirse seguro pues el miedo a la oscuridad es algo que llevamos dentro de nosotros de manera natural.
Pero, al no prender ninguna luz, empecé a hacer algo que ya hacía tiempo no hacía: pensar, pero no a pensar en otros sino a pensar en mí. Al principio me dio miedo pues mis pensamientos no los podía controlar, o no los podía disfrazar mejor dicho, así que por primera vez en mucho tiempo me preparé para ser honesto abiertamente conmigo mismo, después de todo no había nadie cerca de mí.
Empecé a pensar en los últimos acontecimientos y me di cuenta de que en realidad no estaba pasando nada extraordinario con mi vida: impartir un curso en Chihuahua, volví a sentir la satisfacción de que pude compartir algo de la información que he acumulado en mi vida profesional; visité a mis hijos y algunos amigos en Guadalajara, pasé momentos agradables con ellos, los que valoro en toda su extensión….. y párale de contar.
Después quise revisar, que no analizar, aquellos momentos que han marcado mi vida y que me han llevado hasta adonde estoy ahora.
Llegaron a mi memoria muchos momentos festivos, como la reunión que tuve con mis amigos de toda la vida en febrero, quizá yo induje estos recuerdos pues como dije hace rato, da miedo tener pensamientos tristes que no puedes disfrazar.
Esos recuerdos tan festivos me prepararon para recibir algunos otros no tan felices, e incluso tristes, en su momento, aunque ahora que los volví a revivir ya no lo fueron tanto, más bien han sido reconfortantes.
Los invito a que en alguna ocasión que se queden solos en su casa, no prendan la luz, mejor mediten sobre las grandes bendiciones que Dios nos ha dado; que asimilen esos momentos trágicos que se presentaron y que pensamos que no podríamos superar. Dedíquenle a este ejercicio el tiempo que ustedes consideren adecuado; quizá lloren, como yo lo hice cuando recordé la muerte de mi hermano, pero será un llanto reconfortante que necesitamos para limpiar nuestras heridas; quizá rían, no se preocupen no están volviéndose locos, están reviviendo momentos inolvidables que quizá ya habían apartado de su mente, eso me pasó cuando recordé el nacimiento de mi hijo y que me tocó recibirlo en la sala de parto, o cuando cargué por primera vez a mi hija y sentí la emoción de ser padre por segunda vez.
No importa el giro que haya dado tu vida, que podría ser muy distinto a lo que tenías planeado de joven, piensa en cómo se te están dando las cosas actualmente y qué podrías hacer para que las cosas desordenadas no lo estén tanto, y que las ordenadas puedan ser más positivas para ti y los cercanos a ti.
En nuestro México se están presentando situaciones que hace 25 años no podríamos haber imaginado; sin embargo, se están dando y me hace pensar eso en que los principales protagonistas de estas situaciones, que somos todos en menor o mayor escala, hace 25 años no las teníamos consideradas para nuestro país.
Si tienes 30 años o más y estás involucrado en situaciones no muy deseables, piensa en cuáles eran tus planes hace 25 años, y ve si los puedes lograr en lo que sigue de aquí en adelante. Si tu vida es productiva y no le haces mal a nadie, piensa en cómo le puedes hacer para que sea más productiva, y no te conformes con no hacerle mal a nadie, mejor busca en hacerle bien al mayor número de gente sobre el que puedes incidir.
Esta perorata la estoy escribiendo el 4 de julio, mientras por allá a lo lejos escucho noticias de que las elecciones en 14 estados del país se están llevando a cabo, y algunos de los medios noticiosos se solazan en buscar los aspectos negativos y/o violentos que se están dando en ellas. No sé cómo vayan a terminar, por ahí de mañana irremediablemente me tendré que dar cuenta, pero la pregunta vuelve a surgir: Quienes están involucrados en esas situaciones negativas ¿Estaba eso en su plan de vida de hace 10, 15 ó 25 años? No creo que así sea, más bien estoy seguro que veían un futuro distinto y más feliz.
No me quiero poner moralista, ni dar consejos no pedidos; sería la peor persona para hacerlo, pero les vuelvo a invitar a que apaguen la luz y revisen lo que está pasando y cómo lo podemos mejorar.
Quizá yo les lleve un poco de ventaja pues este ejercicio lo hice en el campo y al no prender las luces, me permitió prender la memoria que algunas veces la tenemos tan apagada que no la disfrutamos. Adicionalmente, de repente me di cuenta de que todas las luces que necesitaba estaban prendidas, Diosito había prendido las estrellas para recordarme que nunca estamos solos.