La violencia (del latín violentia) es un comportamiento deliberado, que provoca, o puede provocar, daños físicos o psicológicos a otros seres, y se asocia, aunque no necesariamente, con la agresión física, ya que también puede ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas
El entorno inmediato de nuestra sociedad, nos enfrenta a recibir los efectos de dicho comportamiento. No necesariamente que seamos víctimas de la violencia, pero si somos receptivos de los actos violentos. Somos parte de un ente social, y como tal, nuestras actividades se ven afectadas por las manifestaciones derivadas de la violencia, para algunos no necesariamente como agresión física, pero si en otros casos como violencia de tipo emocional o psicológica.
Partamos del hecho de que en nuestro entorno cercano, familiares y amigos, tal vez no hemos sido víctimas de una violencia fisica, pero si hemos sido ya sobreexpuestos a la información donde la violencia es el componente esencial.
De la primera idea no puedo hablar con conocimiento de causa, debo sincerarme que no he sido víctima de la violencia.Pero en la segunda condición, sí, me declaro ampliamente como un receptor de información de este comportamiento, que evidentemente puede provocar menores daños físicos o psicológicos.
Para nadie es una novedad, el hecho de que vivimos un entorno violento, pongamos como ejemplo nuestra localidad.Una breve lectura de encabezados de ,los diarios, o bien la lectura de la información de los noticieros de radio y televisión, nos adentran rápidamente en estar en contacto con dicha problemàtica.Dicho de otra manera, no se puede cerrar los ojos simplemente ante la realidad,por si alguien piensa todavía, que no atender a la información que destaca la violencia, es una salida simple.
En este sentido, se estaría únicamente “enterrando la cabeza en el suelo”, en una condición de no querer atender una realidad presente. Es decir, sería apostar a la inconsciencia.
Escapar a la fuerza mediática no es tarea fácil. Pero debe reconocerse que esa información que se genera en el medio, sea de prensa escrita, audiovisual, Internet o de simples comentarios personales, es de alguna manera la base o materia prima para hacer un análisis crítico de nuestro comportamiento, para ser escrupulosos al momento de enfrentar la realidad.
En este sentido, he estado analizando los comentarios en torno a la violencia.Los compañeros de oficina, los estudiantes, los vecinos, mis amigos y familiares.El comportamiento de ellos ante la información es diverso.Por tanto, sus puntos de vista no coinciden en nada al momento de establecer un análisis serio de la esencia de la información.
Todos opinan y todos contribuyen “a la bola de nieve”
Por ejemplo, hay quien es de la idea de que “ya no hay que salir a carretera”, otros son de la idea de “que probablemente el auto nuevo del vecino, procede de una riqueza inexplicable”. Otros comentarios más apuntan haci, que “los vecinos casi no hablan, y sabrá dios quienes sean”. Otros más insisten en “que ya no hay que asistir a centros de reunión, y de que nuestros hijos no deberían ya frecuentar antros de baile”.
Por supuesto, que en este tipo de comentarios no hay un verdadero soporte, y que en la mayoría de los casos se produce al margen de una realidad que es compleja y difícil de analizar. Y es precisamente esa complejidad de elementos del contenido de los cuales no tenemos acceso, lo que facilita el que fácilmente se caiga en el riesgo de repetir algo que no existe, que no posee un sustento real, y que conlleva a una situación de hacer mella en la mente de algunas personas, y en algunos momentos se produce un efecto de rumorología, es decir, ya no se sabe de dónde surgió la información, y se viene repitiendo, como una “bola de nieve”.Lo peor del caso, es que hay personas que se lo creen, y aseveran haber estado en el lugar de los hechos.
Personalmente, he recibido el comentario de información similar, quiero pensar que se trata de la misma información, aunque después de escucharla por enésima ocasión, ya me queda la duda de si realmente se originó.
La broma del semáforo
Lo que por ahora describo como parte de esta entrega, me hace pensar que no se originó nunca, y afirmo esto en el sentido de que para aseverar una situación determinada se requiere de conocer inicialmente los hechos.
Ahora bien, si tuviera la oportunidad de estar presente, en el momento en que se produce el fenómeno que deriva en una situación, pues sería entonces muy diferente. En este caso, con toda propiedad, estaría en la mejor posición de relatar con lujo de detalles todo eso que sucedió en mi presencia.
Por ejemplo, el caso de la broma del semáforo, me la han contado como en tres o cuatro veces, y en todos los casos, ninguno de los que “cuentan” la breve historia ha estado presente en el momento en que se produjo.
En este sentido, aparecen las frases ya un tanto trilladas de “me dijeron”, “un amigo de todas mis confianzas me dijo que...”, “un amigo de un conocido de un pariente lejano”, en fin, pero ninguno dice, yo estaba ahí, yo fui testigo, o algo por el estilo.
La broma semi macabra, la cual ya se ha convertido en una más de las leyendas urbanas, más o menos se describe de la siguiente manera.
“Una amiga (de los que cuentan el caso), al estar haciendo un alto en un semáforo, (en este caso la información me ha llegado de DF, Veracruz, Monterrey y Guadalajara) nota que un vehiculo que está delante del carro de la amiga o conocida, no avanza pese a estar ya la luz en verde. La información que ha sufrido ya varios cambios en su estructura, detalla siempre de un auto de lujo, automóvil o camioneta, que para el caso es lo mismo, con vidrios polarizados.
El vehículo en cuestión, al decir de los que me han contado el caso, empieza por crear una desesperación en la supuesta amiga.
La mayoría de los que me han contado este caso, aseveran que su conocida o amiga, no sabe qué hacer, y se queda inerte, a la espera de que el auto de adelante reaccione. La luz del semáforo cambia, del verde original al rojo. Claro, los comunicadores del caso, hablan por la supuesta amiga, ellos nos hacen sentir las emociones vividas por su conocida.Asì, el caso de la broma termina con una igualdad de criterios en tres o cuatro diferentes ámbitos de la geografía nacional.
Los relatores del caso, insisten en señalar que al momento de cambiar la luz verde a la roja, uno de los individuos del vehículo de adelante, se entiende, se baja y le dice a la persona que espera, que le disculpe, pero que el hecho de no moverse con la señal de siga, se debió a una simple broma con su amigo (el que conduce el vehículo que impide el paso del vehículo de la amiga o conocida) y que la broma consistía en que si no recibían un toque de claxon como señal de desesperación, él ganaría una apuesta de 500 pesos a su amigo, o bien, en caso contrario si perdía la apuesta, es decir si la persona hubiera pitado el claxon ,él mismo bajaría a acribillarla a balazos.”
Pero alguien diría, dar credibilidad a este tipo de información inconsistente e insustancial sería risible. Y podría tener razón, si el receptor de la información es crítico y analítico para desechar rápidamente los contenidos de escaso sustento real. Ante esta situación, pongámonos en el sitio de aquellos que no tienen esa capacidad analítica y critica y que por ende son blanco perfecto de dichos contenidos.
Se entiende que quien se informa ha retomado elementos de una realidad, ha desarrollado su inteligencia, y que al apropiarse de la realidad de los elementos de su entorno, se ha hecho consciente. En suma, debe entenderse que se ha logrado un conocimiento que finalmente transmitirá a un receptor para afectarlo, es decir, para comunicarle algo que se supone no ha experimentado.
En el ejemplo del semáforo, quien me lo transmite, parte de una idea primaria que desea hacerme sentir una vivencia sobre el comportamiento de ciertos grupos criminales. En suma, como yo no he sido víctima de este tipo de bromas, pues alguien se atreve a bosquejarme esta vivencia, y para ello recurre a la condición de decirme de algún modo:” ¡créeme, no soy acaso una fuente digna de confianza?
Pensemos en la diaria información que nos abruma, asesinatos, secuestros, balaceras, ahogados, violencia intrafamiliar, sólo por citar algunos ejemplos. La velocidad con que se produce esta información, nos impide analizar adecuadamente su estructura de contenido, y como entes sociales nos seduce a participar de ella, sin propiedad alguna.
Esta situación conlleva a formar repetidores acríticos de la realidad, a convertirnos en meros contempladores de eventos sociales.
En suma, si estamos sujetos a una sobreexposición mediática, sumando los comentarios interpersonales, esta avalancha de información tarde que temprano nos conducirá a graves daños, si no actuamos con conciencia y nos preocupamos un poco más en establecer el verdadero origen de la información. En discernir escrupulosamente el contenido de los mensajes.
No hacer lo anterior, insisto, sería conducirnos a meros contempladores de la información, como consumidores de actos reales reflejados por la fuerza de los medios.
No discutir escrupulosamente la información, es dar entrada a la incertidumbre, y alimentar una serie de manifestaciones que acabarán por encerrarnos en nuestras casas, en nuestros vecindarios, terminaríamos por ser presos de la información.
Algunas ideas para enfrentar la violencia mediática
Soy de la idea de que la tarea en este sentido es buscar una alternativa que nos permita analizar la información, ya sea creando grupos de lecturas y discusión, fomentar la creación de talleres literarios y de análisis del entorno social.
O bien, desde el ámbito educativo, insistir en la tarea de redactar ensayos con los estudiantes, no dejar que las asignaciones duerman en las plataformas de los cursos, y simultáneamente aprovechar los foros públicos tanto de diarios y portales de Internet, para alimentar una conciencia general.
En otros espacios de menor rigor comunicativo, aprovechar las reuniones familiares y platicar con propiedad de temas actuales con los amigos y la familia y tratar de buscar un punto medio de discusión, que permita crecer como individuos plenos e integrales.
Finalmente, me atrevo a sugerir, otras opciones como la asistencia a sesiones de cine club y participar con propiedad en los debates, como una medida para hacernos presentes en el marco de la sociedad, y simultáneamente hacer sentir a la ciudadanía que no todo está perdido y de que tenemos que recuperar los espacios que la información mediática sobre la violencia nos ha quitado.