Todos hemos estado al pendiente y visto cómo se está culminando el rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una mina de ese lejano país. Es de sorprender el cómo, sin experiencia anterior alguna sobre casos de esta naturaleza, se montó todo un aparato de rescate el que, gracias a Dios, hasta el momento de hacer este escrito iban rescatados 15 hombres después de una estadía de 69 días sumidos durante los primeros días después del accidente, en el más desesperante de los desconsuelos al estar bajo tierra a cerca de los 700 metros y prácticamente sin la esperanza de ser encontrados vivos, o quizá de que ni siquiera sus cadáveres pudieran ser recuperados, como ha sucedido en situaciones similares que han pasado en minas alrededor del mundo.
Sin embargo, otra vez gracias a Dios, y a la determinación tanto de ellos, las víctimas, como los responsables solidarios de su situación, vemos que todo apunta a lograr un final feliz de este impresionante evento. Viendo en la televisión las imágenes de los rescatados al momento de salir de la cápsula, creo que pocos habrán podido contener un suspiro de alivio y muchos debemos de haber derramado aunque sea una lágrima de felicidad por gente a la que ni conocemos ni conoceremos nunca, solamente por imágenes electrónicas veremos sus imágenes.
Siendo testigo a distancia de esta situación, y al querer obtener una enseñanza relevante sobre este evento, me pregunté ¿No tenemos situaciones equivalentes más cercanas y que requieren de nuestro propio rescate?
Vemos en nuestra sociedad y, sin ánimo de ofender a nadie, en nuestras propias casas, cómo algunos jóvenes, entre ellos nuestros propios hijos, han caído o están cayendo en un pozo mucho más profundo que los 700 metros en el consumo de enervantes, desde cigarrillos, cerveza, licores y drogas de todo tipo, y lo único que hacemos es ver de manera impotente lo que sucede, o no nos atrevemos a meter las manos por ellos, pensando en que es pasajero y se solucionará con el tiempo. Los muchachos (y muchachas) también pueden estar pensando lo mismo, que es una cuestión de su edad y que pronto lo dejarán atrás; pero sabemos que el riesgo de que no sea así es alto.
Si los protagonistas de la situación en la mina hubieran pensado lo mismo, ahora ya sería un caso casi olvidado el de la muerte de 33 o más mineros y que nada se pudo hacer por ellos; sin embargo, se pusieron a trabajar con fe y con la asesoría de gente externa tanto a la mina, como a las familias, como al país de Chile incluso, se dieron a la tarea de encontrar una solución, y vemos con gozo que la están logrando.
¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo con la situación que están viviendo muchos jóvenes y sus familias? Debemos empezar el rescate de nuestros jóvenes desde ya; no esperemos a que lleguen al fondo pues ellos difícilmente encontrarán un refugio del cual los podamos sacar, quienes sean protagonistas de una situación de esta índole, si no la pueden solucionar por ellos mismos, las víctimas y sus familias, deberían de recurrir a la ayuda externa para tener más posibilidades de éxito. Existen varias instancias para ello.
Existen muchos otros problemas en que estamos involucrados, y a veces pensamos que estamos sumidos hasta el cuello con ellos y no se les ve solución, pero si buscamos con fe y con la asesoría de otros quizá lleguemos a soluciones satisfactorias.
Cambiando radicalmente de giro de tipos de problemas, permítanme mencionar algunos que podríamos resolver si empezamos ahora a trabajar en ellos:
-La situación económica familiar, vamos viendo las opciones de solución y apliquemos aquellas con más posibilidades de éxito; no nos vayamos como los economistas a buscar soluciones globales, busquemos soluciones personales que nos ayuden poco a poco a salir del hoyo en que nos encontramos. Si se hace un plan con componentes a corto, mediano y largo plazo, a lo mejor en un año ya vemos la luz al final del túnel.
Para las instancias gubernamentales municipales:
-Si los problemas de la recolección de basura, tránsito vehicular, bacheo, alumbrado público, entre otros, no se han podido solucionar en décadas, quiere decir que las alternativas que se han manejado no son las adecuadas, todos sabemos que los que se atreven a aceptar cargos de administración pública difícilmente llegan con experiencia en la solución de problemas de este tipo, pues antes se dedicaban a otras actividades radicalmente distintas, y cuando ya lograron algo de experiencia ya es tiempo de que se vayan pues otro partido u otra fracción del partido político al que pertenecen ganó las elecciones; por tanto la mejor manera de resolver estos problemas es la de buscar asesoría de personas o empresas que sepan sobre el tema y dejar de estar tratándolo de solucionar por el costoso método de la prueba y el error. Se deben buscar soluciones radicales y definitivas para estos problemas que aquejan a prácticamente a todas las comunidades del país.
Sé que pegué unos brincos espantosos en cuanto a una mínima parte de los problemas que enfrentamos, pero sin importar el tipo de problema que enfrentemos, la idea es que aprendamos algo del accidente en el que 33 personas casi pierden la vida, no recuerdo cuantos otros perdieron la vida en este evento, pero los importantes son los 33 que aún siguen vivos. Los dueños de la mina, el gobierno de Chile y muchísimos técnicos de otros países fueron capaces de improvisar soluciones para rescatarlos, pues nunca se había tenido una situación similar; sin escatimar recursos se dieron a la tarea de rescatar a estos 33 mineros, que en realidad son una mínima parte de la población de Chile. Los familiares se instalaron en campamentos sufriendo el frío y las inclemencias del tiempo, sin otras armas que la fe en Dios y en las personas que veían que estaban haciendo algo por sus seres queridos que ellos sí son una parte primordial de su familia.
Considero que debemos ser capaces de enfrentar nuestros problemas como familias y comunidad de una manera similar: sin escatimar esfuerzos, buscando ayuda externa y sobre todo con mucha fe y trabajo personal. Quizá podríamos rescatar a muchos jóvenes y a nuestra ciudad del pozo en el que están cayendo o podrían caer si seguimos indiferentes.