Desde que se confirmo que toda la materia esta constituida por átomos, la ciencia se enfocó en ellos pero no fue sino hasta el siglo XX que se registró un acelerado proceso de investigación y descubrimientos de los elementos en que se puede subdividir el átomo. Pronto se confirmo la existencia de varias partículas subatómicas y de sus características. Del estudio de los electrones, los neutrones, etc., se logro descubrir partículas subatómicas con características únicas. Lo primero que apareció a los ojos de los investigadores es la existencia de anti-partículas o partículas con carga opuesta a las conocidas y que fundamentan la existencia de la antimateria.
Sin embargo hay en los electrones propiedades y comportamientos que generaron gran inquietud y que dieron un gran impulso a las investigaciones por sus alcances e implicaciones. Resulta que los electrones, que son partículas con carga eléctrica negativa y que en mayor o en menor número giran alrededor del núcleo del átomo demuestran un comportamiento muy raro pues su movimiento se registra con el patrón de comportamiento de las ondas y de las partículas en forma simultánea. Y aun no esta claro que hace que se comporten de ésta manera. A esto hay que agregarle que se ha comprobado experimentalmente que su localización es ubicua, es decir los instrumentos de medición los reportan como ubicados en todas partes a la vez y no en un lugar especifico, lo cual es llamado por los investigadores como “principio de incertidumbre”.
Estas características se volvieron más intrigantes aun cuando se descubrió que los electrones se comportan de una manera o de otra si están “siendo observados”: todo parece indicar que la manera o el método usado actualmente para registrar el comportamiento de los electrones, los afecta y determina lo que registramos. Cuando se descubrió esta característica de los electrones se repitieron los experimentos innumerables veces y por una amplia gama de investigadores y la conclusión es asombrosa:
Los electrones “reaccionan” a los instrumentos de medición y aparentemente “deciden” como se comportaran –si como onda o como partícula- mientras están siendo expuestos a los instrumentos de medición actuales. La ciencia se asoma a la “conciencia de la materia” pues es evidente que aun no es posible asomarse a los átomos de seres vivos.
Estos descubrimientos motivaron a algunos científicos a tratar de explicar sus implicaciones en todos los campos del conocimiento y los ha llevado, inevitablemente, a concluir que el mundo no es como siempre hemos creído que es: basándose en la mecánica cuántica, la experimentación científica y la disciplina del razonamiento lógico han llegado a una zona totalmente inesperada. De repente se han visto reflexionando sobre “que es la realidad” que vemos y sentimos, se han enfrascado en largas cavilaciones grupales en búsqueda de la verdadera naturaleza del mundo que nos rodea.
Ha sido muy interesante ver cómo los científicos han llegado a reconsiderar a la “experiencia mística” como una de las maneras de obtener conocimientos, algunos de ellos –entre
sorprendidos y divertidos- están ya ante la disyuntiva de comprender que es eso que se llama “conciencia” y para ello han repasado los orígenes de los paradigmas que llevaron a separar la ciencia de la religión y como esto produjo, entre otras cosas, los condicionamientos que nos impiden captar la realidad, pues terminamos por “ver” lo que nuestros preconceptos o prejuicios nos hacen captar.
Han descubierto que todos los seres vivos estamos conectados entre sí, que lo que percibimos no es en sí la esencia de las cosas y las personas, sino la “percepción” que de ellas elaboramos. Especialmente esperanzador es que están confirmando experimentalmente el poder de la oración: han organizado a grupos de personas, separadas entre sí por barreras físicas y largas distancias y solicitado expresamente que piensen, deseen, imaginen, bajo instrucciones coordinadas con resultados claros: si los seres humanos nos “sintonizamos” entre sí podemos influir en las personas y en las cosas. La física cuántica está tocando las puertas de la religión dándole una vuelta completa a un círculo de la historia: la serpiente se muerde la cola.
En los laboratorios y las aulas de física de algunas universidades del mundo se está hablando de temas tabú con otra perspectiva, crítica, pero sin las descalificaciones de antaño: ¿que es la mente?, ¿que pasa en el cerebro –por ejemplo- de los monjes budistas mientras meditan? Es novedoso que científicos especialistas en física cuántica indaguen qué es la conciencia y lleguen, por ese camino, a analizar parábolas bíblicas y preceptos budistas.
Todo indica que las religiones del pasado no fueron simples colecciones de supersticiones, pues algo había ahí que la razón, por sí sola no ha podido explicar. Después de todo ¿donde residía el poder de los sacerdotes egipcios y toltecas que les permitió apuntalar sus civilizaciones por miles de años?
Todo está enlazado: el prejuicio de estar separados es solo eso. La vida es una sola, los seres humanos somos hermanos y tenemos el mismo origen. Todas las acciones tienen un efecto, producen una marca en todo lo que nos rodea. Hasta pensar mal, desearle mal a otros afecta y por lo mismo pensar en el bien y desearle bienestar a nuestros semejantes también los afecta positivamente, pero sobre todo si lo hace un grupo de personas el efecto se multiplica. La gente que camina sobre las brasas encendidas sin quemarse, los que levitan, los estigmas de los místicos cristianos, los que desintegran nubes a voluntad, la telepatía, etc., etc., etc., están teniendo una perspectiva de explicación en base a los más recientes descubrimientos de la física cuántica. Para lo que todavía no han encontrado explicación aun es para aquellas personas de excepción a los que la naturaleza les obedece.
Los rituales antiguos, el respeto a los animales, al los bosques y hasta los “dioses” de los pueblos antiguos están tomando una nueva dimensión a la luz de los nuevos descubrimientos, como siempre la ciencia nos está sorprendiendo e igualmente a la gente le tomará tiempo cambiar sus paradigmas actuales. Ahora resulta que sí es posible que los ríos y las montañas tengan “alma” es decir que estén conectados con sus habitantes y muchas, muchísimas implicaciones más…