Algunos expertos llaman “niños de escasos recursos” a los que disputan la basura. De cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene derecho a la existencia. Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe. El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. (Eduardo Galeano).
El boletín de prensa del pasado 28 de Enero de la Policía Estatal Investigadora es elocuente: de 76 personas atrapadas más de la mitad son por robo o incumplimiento de obligaciones familiares, esto es que la mayor parte de los delitos se originan por una necesidad económica.
Sin embargo estos infractores que tenían órdenes de aprensión fueron a parar a los pabellones sobresaturados de las cárceles del estado, y lo que hay que preguntar es: ¿cuantos no fueron atrapados?, ¿cuantas ordenes de aprehensión giradas por los juzgados penales no se han cumplimentado al no poder localizar a los infractores?, ¿cuantos otros reos estarían sobrepoblando mas a los ceresos por delitos de pequeños robos y de no pagar pensiones alimenticias?
Los raterillos, trofeos municipales
Todo el cuerpo policiaco cajemense se vuelca a atrapar raterillos. Que 22 bolsas de pan, que cuatro desodorantes, que tres medidores, que cinco pasteles, 15 metros de tubo, que tres charolas de cerveza, 18 paquetes de rastrillos, osadamente expropiados por el “Negro”, “El Quitas”, “La Sandra”, “El Choro”, “El Chambitas”, “La Bertila” y son unas corretizas, un dobladero de codos, tumbadero al piso, empujones, desgreñadas, etcétera.
Robitos de mil pesos, de 50 pesos, vendimias de cuatro globitos, dos bolsitas de mota, unos diazepames, cristal. Y todos andan drogados y con grado de ebriedad según el juez calificador, nadie se escapa.
Fructífera labor. Osada entrega, juiciosa y atrevida función de nuestra excelente policía municipal para ir tras el “delito”.
Por ejemplo “El Pecas” de 15 años de edad, se metió por el callejón Colombia, con un desarmador botó el marco de la ventana y como está flaco y de 1.68 de estatura se metió y sacó de la vieja licorería El Palmar ubicada en la esquina de calle Zaragoza y Colombia un nintendo, una televisión, varios videojuegos, botellas de vino, 74 latas de cerveza y una hielera, se metió en una casa abandonada y ahí se fumó un carrujito. Dos patrullas dieron ocho vueltas a la manzana con las torretas prendidas, se bajaban se subían, se subían se bajaban, daban otra vuelta, se acabaron medio tanque de gasolina, y el ladroncillo quemaba su gallito, se echaba a dormir, pero a las 5 con la claridad de la mañana fue descubierto por los cuicos, jalado de las greñas yendo a parar al piso hediondo de las celdas preventivas. El Pecas está internado en el ITAMA.
La “Lupe” y la “Bertila”, se pusieron una faja interior con bolsita en el vientre, prepararon su incursión a la tienda walmart, una le daba el pitazo a la otra. Se ponía en el pasillo la bertila y hacia una seña beisbolera para que se robara la segunda, la segunda pasta de dientes. Bertila tiene una cicatriz, por lo que necesita una pomadita que cuesta 120 pesos en cualquier farmacia, llamada cicatricure. Con un movimiento de prestidigitación el tubito fue a parar al envés de su falda. Además la lupe llevaba tres desodorantes obao, y dos pay de queso. Faltó la leche. El estómago pide alimento para la delicada operación-expropiación al gran monopolio trasnacional cuyas ganancias en México fueron de 24 millones de dólares en 2009 (Revista Expansión marzo 2010). Antes de salir por la puerta eléctrica corrediza, la toma del brazo el guardia a la más joven y la conduce a un pequeño cuarto para revisarla. Esta no se deja, jalonea. El guardia del super, también reporta como objetos del robo, un paquetito de Halls mento liptus y unas pasitas ricolino. Llegan dos elementos policiacos, la aplastan contra la pared, la esposan, la introducen a la patrulla y la llevan al ministerio público.
Rosa de 24 años de edad a las 2 de la tarde, dio dos vueltas al vestidor en donde se prueba la ropa en la tienda Coppel. Primero llevó tres playeras y una blusa, después otras dos playeras. Llevaba una maleta de mano, en su segunda vuelta, cerró la puertecita metió las seis prendas y cerró el zíper. Caminó despistando a las empleadas, volteó, siguió por el pasillo y a unos metros de la salida fue detenida por un supervisor. Le preguntó por la ropa que seleccionó. Ella le respondió que la dejó donde estaba pero estaba siendo observada por la camarita oculta. En ese momento llegaba la patrulla de policía. La tomaron del brazo sin preguntar. Ella se opuso, una, otra y otra vez. La jalaban. Otro policía le quitó la bolsa, la abrió. No preguntaron más, la sometieron esposada y se la llevaron, el valor de las camisetas y la blusa no llegaba a los 400 pesos.
Karla, de 22 años de edad, abrió su bolsa y puso 3 botellitas de rímel, rubor y labial. Pagó un desodorante. Casi al salir de la caja de la bodega Aurrera, fue detenida por dos guardias internos. La llevaron a un cuarto apartado de la tienda. Hablaron a la policía quitándole el bolso, y lo llevaron a otro cuarto. Le regresaron su bolso y en ese momento llegaban los policías. Ella alegaba no haber robado nada. Un agente abrió la bolsa y encontró 27 piezas de cosméticos. Se la llevaron a empujones. El gerente agradeció la labor policiaca. El monto de la mercancía fue de 864 pesos.
Pobreza y delito
El departamento de policía en Cajeme informa que cada mes se dan decenas de robos de baterías de automóviles, de tubería de cobre en las tomas de agua potable y cableado eléctrico, de accesorios y partes automotrices a unidades estacionadas, de asaltos de pequeños billetes, robos menores a mil pesos a supermercados y tiendas. Estos reportes indican que son los que carecen de dinero los que cometen el pequeño delito, porque los centenas de robos mensuales son cometidos por artículos de bajo valor monetario. Los pobres no se escapan de las manazas de los elementos de seguridad pública.
Los abusos policiacos son cotidianos, forcejeos, empujones, torceduras de brazos, lesiones de muñecas por esposas. La estadística no es convincente. Cuantos casos realmente son llevados a procedimiento, es desconocido. Cuantos casos son turnados y consignados es una pregunta sin respuesta. El policía somete, rinde un reporte y son turnados al ministerio público aquellos casos ineludibles. Sin embargo seguridad pública municipal no reporta grandes robos, y las pesquisas de automóviles robados son ridículas por que las unidades encontradas o robadas son de modelos viejos.
¿Quién desea robar mercancía que no supera los mil pesos del valor de lo robado para exponerse a ser pescados?, no son los ricos o los adinerados. Lógicamente son personas con urgencias económicas. Y estas llenan los centros de readaptación social. La estadística es elocuente. Los reportes rendidos son risorios, esta es la excelente labor de nuestra policía, someter al delincuente pobre, no meterse con el delincuente rico.