La tarde de este miércoles pude observar por primera vez cómo las banderas rojinegras se instalaban en la unidad Cajeme de la Unison, que se ubica por la calle Jalisco y la verdad es que los recuerdos regresan a la velocidad de la luz.
Nunca he simpatizado del todo con las huelgas que ocurren en las universidades, mucho menos si se trata de una pública, como la citada Alma Mater, donde estudié mi licenciatura en Comunicación.
Y no es porque no crea que sea un método eficaz para luchar contra las injusticias tan recurrentes que se presentan en la empresa privada u organismos públicos, pero a mi ver, una universidad se “cocina” aparte por lo que representa.
Cuando oigo la palabra huelga en un centro donde se enseña y se investiga, no deja de conmoverme porque quienes más pierden son los alumnos, tal como alguna vez perdí en las dos huelgas que me tocaron como estudiante.
Y a mi todavía no termina de convencerme que se cierren las escuelas porque considero injusto que un sindicato de maestros que lucha por mejoras de su gremio, sacrifique a los alumnos a quienes debe formar con su cátedra.
Al pararse la producción por una huelga, se daña directamente a los intereses del dueño de la empresa, pero no es lo mismo cuando se trata de una universidad, pues los más afectados ni siquiera tienen voto para decidir.
Lo que más me incomoda y me parece una contradicción muy cruel, es que con estos movimientos se dañe un camino tan importante -y a veces único- que tienen muchos jóvenes sonorenses para poder aspirar a mejores niveles de vida.
Porque alguien que por sus ingresos familiares puede pagar sus estudios en un instituto privado, de seguro tendrá más opciones para sobrevivir en caso de que renuncie a obtener un grado académico. Y qué bueno, pero y los que no, que son la mayoría.
No es por exagerar, pero varias ocasiones me topé en la sección de empleos con anuncios en los que la empresa solicitante advertía a los interesados que si eran egresados de una universidad pública, mejor ni se presentaran. Así de duro.
Por eso no me parece que los sindicatos pidan y pidan, lo cual es muy legítimo, pero muy pocas veces lo acompañan de compromisos concretos para que nuestra Alma Mater recupere el prestigio que alguna vez tuvo.
Sin embargo, tampoco me parece la forma tan grosera y torpe cómo fueron tratados los maestros de la Unison, el pasado 24 de febrero, cuando intentaban llegar a Palacio de Gobierno a manifestarse y fueron interceptados por elementos de seguridad del Estado.
Escenas que nos recuerdan al beltronismo, cuando se impuso la Ley 4, que en nada ayudan para llegar a acuerdos lo más pronto posible, que minimicen al máximo los efectos por el entallamiento de la huelga. Checar http://www.youtube.com/STAUSUNISON
Le doy vueltas infinitas al asunto para comprenderlo y la mejor explicación la ubico en las letras del poeta español, León Felipe…
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas,
¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!
Tanto sudor y sangre para impulsar la alternancia… que como los verdaderos caballeros, parece que tampoco tiene memoria. Es cuanto.