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Lunes 25 de Nov de 2024
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Columna de Hierro

Sergio Ibarra
Sábado 07 de Mayo de 2011
 

Dos hechos registrados últimamente en distintos estados de la república han cimbrado la conciencia ciudadana. Aunque distantes en la geografía nacional, uno en Morelos y el otro en Michoacán, les hermana, al igual que el resto de la república, el mismo clamor, la misma tragedia: la búsqueda por la paz, esa paz, esa riqueza perdida de la que hablaba aquí en Cajeme el diputado federal, Samuel Moreno Terán, la riqueza de la tranquilidad, de la paz espiritual y que parece haberse perdido para siempre en todos los rincones de la patria.

El primero de los casos es el ocurrido en la pequeña comunidad de Cherán, Michoacán, de 15 mil habitantes,  -el Fuenteovejuna mexicana- los que desde hace algunos días, hartos y hasta la ma…de tanta inseguridad, de tanta inmundicia y abusos del crimen organizado, se armaron del más caro de los ingredientes del que puede echar mano el ser humano cuando se revela a seguir siendo pisoteado: el valor civil, ese que no se encuentra en la tiendita de la esquina e impusieron su ley ante un pueblo en donde a partir de hace unos días, han sido desconocidas sus autoridades; su alcalde – de extracción priista, por cierto—y su jefe de policía al que echaron también --- ¿ dónde acabo de ver lo mismo, dónde acabo..?--  por no responder a los urgentes llamados de auxilio de una comunidad que decidió ya no seguir en calidad de rehén de unos cuantos matones.

Ellos mismos, el pueblo, el vecino común, don Panchito el cartero, doña Lancha, la lavandera, el tomasón del estanquillo y hasta el maestro rural, todos son los custodios de todos, los verdaderos mandantes de la comunidad. Ya no hay un solo policía que salga a extorsionar, placa en mano, en vez de velar por la seguridad y la integridad de sus habitantes.

A partir de hace unos días, barricadas de por medio, ellos deciden quién entra y quien sale de su pueblo. Los que se atrevieron a romper ese mandato ciudadano, los villanos de siempre, recibieron su escarmiento y la mejor prueba de que ahí reina la ley del pueblo, no la institucional que ya estaba obsoleta y rebasada, son los rastros y las cenizas que quedaron de los vehículos en que habían llegado aquellos que pretendieron romper el estado de sitio y de excepción en que ha quedado convertido, Cherán, el Fuenteovejuna de los tiempos modernos.

El segundo de los hechos importantes es la marcha por la paz que, desde Morelos, ha iniciado el poeta y escritor Javier Sicilia, en busca de justicia, ante la muerte de su hijo, Juan Carlos, de apenas 24 años, a manos del crimen organizado. El destino de la marcha se antoja tan distante al ansiado propósito que la mueve; el zócalo capitalino de la Ciudad de México y la restauración de la paz, no solo en Morelos, sino en todo el país.

La marcha emprendida por Sicilia nos lleva a recordar, por cierto, otra marcha que también tenía por meta la ciudad de México y, la que, saliendo de San Luis Potosí, llevaba como propósito, el que la autoridad electoral y el gobierno de Miguel de la Madrid, reconocieran el triunfo del doctor Salvador Nava (PAN) sobre el priista Fausto Zapata Loredo, hombre estrechamente ligado a  Luis Echeverría  y de quien había sido su secretario particular en buena parte de su sexenio.
Catorce días después, la lucha habría fructificado; desde los Pinos le habían hablado al doctor Nava para que abandonara la marcha y se regresara tranquilo a su casa; había caído Fausto Zapata y ya no era el gobernador de San Luis Potosí, cargo al que había llegado mediante el fraude electoral. Si se quiere se hizo justicia a medias, pues tampoco le reconocieron su triunfo a Nava, pero al menos ya no estaría al frente del gobierno potosino un impostor.

FIERRITOS EN LA LUMBRE

Y como para que no haya duda de que en Cajeme sigue imperando la ley del revólver, poco les importó a los dueños de la plaza (la de la Consti, por supuesto, lo mismo que la Zaragoza, mal pensando lector) el que en los mismos instantes en que Landeros entregaba la plaza, digo, la placa, y asumía el mando el capitán segundo de infantería, en situación de retiro, que no de retirada, Mario Alberto Andrade Ramos, Cajeme vivía sumida , de nueva cuenta,  en la zozobra ante el fragor de la metralla y el ulular de sirenas, situación que para nada arredra a nuestros grillos el ir armando la telaraña y la tenebra que los lleve a las diputaciones, regidurías y alcaldías que habrán de quedar vacantes en cuestión de año y medio, lo que es lo mismo, en un abrir y cerrar de ojos.
Algunos, por supuestos, destienden sus velas desde las cómodas posiciones que ya ocupan, echando mano del viejo y amañado recurso del trampolín en que se mecen, cheque verde de por medio y algunos otros de la dependencia en que los coloca la vida y el jefe, merced el divino compadrazgo que lo mismo los hace buenos atrás de una barandilla, correteando choferes punibles que en procura del desarrollo económico que no vemos por ningún lado.

Y a propósito, sin sorpresas para nadie, excepto a los regidores priistas del cabildo cajemense a quienes en todo momento se les escamoteó la información del personaje central que habría de cubrir la retirada del que te cuento, con más pena que con gloria se llevó a cabo este pasado miércoles, el tantas veces postergado cambio en la Dirección de Policía y Tránsito; se fue y no se fue Landeros, porque como en el clásico minicuento de Augusto Monterroso, hasta hoy, el cuento más breve de todos los tiempos de la literatura universal (“ Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí” ), cuando mi capitán dijo, “ si protesto”, el chapo todavía estaba ahí!., pero ahora con cachón diferente.

Una disculpa para aquellas personas que atiborraron el  correo del columnista con mensajes en los que nos dejan datos, cifras, documentos con pelos, nombres y señales relacionados al caso ITSON,  lo mismo que aquellos otros en el que hablan de algunos actos de nepotismo hacia el interior de Talleres Públicos Municipales y en donde sale a relucir el apellido Plascencia y la forma en que el sindicato del SUTSAC se ha prestado a esta serie de irregularidades, difundidas, por cierto, a través del volante por todo mundo conocido.

La falta de espacio y el tiempo, nos lleva a dejar estos y otros temas para la siguiente entrega. Y para los señores del Instituto de Antropología e Historia que todavía insisten en desconocer la existencia de la etnia yaqui, y para aquellos otros que insisten en desconocerlos, también, como  propietarios ancestrales  del agua que baña su vasto territorio, les dejo aquí el siguiente escrito que rescaté por ahí entre archivos perdidos:


El origen de la lluvia

Cuenta la leyenda que en tiempos antiguos, la región yaqui vivió una intensa sequía. Los ojos de agua se secaron, las rocas se carbonizaron y el suelo ardía debido a la escasez del tan preciado líquido. Los ocho pueblos sufrían de una insaciable sed.

Los líderes principales de los ocho pueblos, muy sedientos entonces, decidieron intentar comunicarse con Yuku, el dios de la lluvia. El noble gorrión, capaz de surcar los inmensos cielos con su incesante aleteo, fue el primer elegido para llevar el mensaje a Yuku, ante l a presencia del cual exclamó:

– He venido en nombre de los ocho pueblos a pedirte el favor de tu lluvia –

A lo cual el dios respondió:

– Con gusto. Vete sin preocupación y dile a tus jefes que muy pronto habrá lluvia –

Aunque el gorrión descendió a la velocidad de una centella, poco antes de llegar al pueblo el mundo se llenó de nubes y comenzaron los rayos; fue así que el veloz huracán alcanzó al avecilla y el agua por lo tanto nunca llegó a la tierra yaqui.

Ante el fracaso del gorrión el pueblo yaqui ordenó ahora a la golondrina llevar a cabo la misión. La golondrina voló hacia el dios de la lluvia, suplicándole de parte de sus jefes que enviara un poco de agua porque el pueblo moría de sed. Yuku le respondió de muy buen humor: – Vé sin preocupación con tus jefes y ten la seguridad que tras de ti llegará la lluvia –. La golondrina voló de regreso, pero al igual que el gorrión, fue alcanzada por el rayo y el viento. Ni ella ni una sola gota de lluvia llegaron a la tierra yaqui.

Entonces, los líderes de la tribu, desesperados por no saber a quien más enviar decidieron mandar al sapo. Primero trataron de localizarlo en la laguna o "Bahkwam" como se le conoce de acuerdo a la tradición Yaqui. Una vez que lo encontraron llamándolo por su nombre "Bobok" le dijeron que fuera a una junta a un lugar cercano a Vícam. Ahí se encontraban los líderes principales de los ocho pueblos. El sapo se presentó y le dijeron :

– "Debes ir con el dios de la lluvia y rogar porque  nos la mande" –

"Muy bien", dijo el sapo, "Con su permiso me retiraré para alistarme para el viaje de mañana. Espérenme a mí y a la lluvia". Se fue de regreso al Bahkwam y visitó a un amigo que era mago que le proporcionó unas alas de murciélago.

Al día siguiente, Bobok voló hacia las nubes y encontró al dios de la lluvia. Luego de saludarlo de parte de sus jefes, le dijo : "Señor, no trate tan mal a los yaquis. Envíennos un poco de agua para beber porque morimos de sed".

"Muy bien" respondió Yuku. "Adelante, no te preocupes, la lluvia te seguirá muy aprisa"

Bobok fingió partir pero realmente se metió bajo la puerta de la casa del dios de la lluvia. Después, el cielo se nubló, se vieron rayos, se oyeron truenos y comenzó a llover. La lluvia llegaba a la tierra pero no alcanzaba a Bobok. El sapo (ahora con alas) subió más arriba que la lluvia, diciendo : "Kowak, kowak, kowak".

La lluvia, oyendo al sapo, comenzó a caer de nuevo. El sapo dejó de cantar y la lluvia, pensando que Bobok estaba muerto, se calmó otra vez. Entonces, el sapo empezó a cantar de nuevo, yendo desde la lluvia hacia la tierra. Al fin la lluvia llegó a la región yaqui, todavía buscando al sapo para matarlo.

Llovía por toda la tierra y de repente hubo muchos sapos, todos cantando. Bobok devolvió las alas de murciélago a su amigo mago y vivió tranquilamente en su laguna Bahkwam. Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com

 

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